La camiseta más grande de Guachupé
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La camiseta más grande de Guachupé

La camiseta más grande de Guachupé

martes 20 de enero, 2015

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Escrito por: RodForChoice

La previa

El Teatro Caupolicán se empapa de fútbol, locura y pasión. Es un partido importante para el Guachu, pero no tienen miedo porque saben que son locales en cualquier cancha. Las semanas anteriores en Las Tejas fueron más que terremoto, chicha y chancho; las poleras de Guachupé prácticamente se agotaron. Los 15 años se celebran y aquì te detallamos como se hizo a lo grande.

A las 20 horas en punto prometen abrirse las puertas y la hinchada entusiasta ya se agolpaba afuera con una buena cerveza y un volador amigo. Faltan treinta minutos para la apertura y los trabajadores de San Diego ya se van, apenas quedan un par de locatarios trabajólicos que se preguntan qué cresta pasará con tanto futbolero en el barrio.

Gua3El equipo ocultista se apronta a llegar. Tras entregar las entradas a los a los últimos ganadores del concurso, nos motivamos como si fuesemos uno de ellos. La cerveza a luca efectivamente está helada y fuimos los últimos en tomar antes de que los pacarineros decidieran dejar de hacerse los llarrys y requisen las chelas de la vereda.

Una de las ganadoras de nuestro concurso entregaba panfletos de una próxima tocata cumbiera y, tras una pequeña ayuda de un guardia, transformó su entrada a galería en un boleto para la cancha. Hay pocas banderas en la cuneta todavía. Faltan menos de 10 minutos y apenas se llena un tercio de la capacidad del recinto.

El stand de poleras, discos y recuerdos aún no está instalado completamente, las pulseras para la prensa no han llegado. Poco importa, el show no empieza aún y queda tiempo para vitrinear y medir el ambiente. En los pasillos nos topamos con Nelson, el señor de la batería. Relajado y distendido como siempre, se preocupaba de dejar bien instalada a (quién parecía ser) su madre antes de que empiece la jarana.

Guchupé nos conoce desde que iniciamos y nos regalonea con acceso liberado, claro que nunca pensamos en las consecuencias que esto significaba y la caña de la noche y madrugada del 19 de diciembre todavía la sufrimos a un mes del evento.

Empieza la fiesta

GUa1Banda Conmoción no viene con tonteras. Son caleta de músicos talentosos y tienen la obligación de prender las velitas del cumpleaños. Se ponen con todo el desplante sobre el escenario y comienzan, literalmente, el show con bombos y platillos. Poco a poco se sueltan las patitas y ya nadie mira con extrañeza al bailarín que a su costado. Hay ganas de pasarlo bien y se nota.

No han pasado ni diez minutos desde que partió la Conmoción y tímidamente aparecen los primeros acróbatas que se saltan del segundo piso a la cancha. Afuera, en la calle, no hay vallas papapeles ni nada que detenga a la hinchada de Guachupé que canta con más potencia que el público sobrio que baila en el Caupolicán. «Yo soy del Guachu, es un sentimiento, no puedo parar» y la polera agitada al viento haciendo círculos. El Teatro se convierte definitivamente en estadio y volvemos a ver los últimos minutos de los primeros teloneros.

De vuelta en el escenario, la Conmoción de esta banda se centra únicamente en prender el ambiente y ¡vaya que lo logran! Como bien dicen ellos, son un colectivo de 18 músicos que gozan tocando con la gente. En los pasillos se ve paseando piola a Aldo Asenjo, tan piola que si no fuera por el saludo de un fanático que le pide foto nunca hubiésemos cachado que «El Macha» de los Chico Trujillo se alistaba para tocar con La Floripondio. Escuetamente promete que se mandarán temas de su primer disco «Muriendo con las botas puestas» (1993) y asegura que se viene un set bien rockero.

Salimos a fumar y descubrimos que hay un salón VIP bien zorrón con «¡fiesta privada súper chora, amiga!», según denomina una pelolais con bastón para la selfie. De la fiesta nunca supimos, de que era zorrona podemos dar fe de aquello. Volvemos a los pasillos y nos mamamos la primera fila para la cerveza. Trámite que se hacía entretenido conversando con el público, pero se volvía una mierda cuando después de quince minutos la chela te llega tibia. Se acaba la Conmoción.

Intercambiando la chela tibia por una más fría, conocemos a unos amigos de acento marcao a la zeta. Dos caballeros bastante «chispados» nos sorprenden con sus cantos al Luchito aridilla y animan la tediosa espera de quienes incluso tienen que salir a buscar efectivo porque no hay otra forma de pago si quieres irte de birras.

La Floripondio parte y a la cumbia no le falta rock. No le falta y le sobra mosh en la primera fila. Con un show potente, la banda de principios de los 90 se subía a dejar la cagá. Energía desenfrenada y cumbia acelerada, eso fue la presentación de casi 40 minutos de un show más cercano al punk y al ska que a la cumbia bacilona.

Gua2Me atrevo a decir que ellos fueron los primeros en subir un balón de gas al escenario y utilizarlo como parte de la sonoridad de su estilo, tal vez, otro de los primeros en cantar sin miedos que a veces sí es necesario matar al presidente. Esta agrupación, buena pa la macoña y de riffs rockeros, es una de las bandas emergentes más antiguas y vigentes.

Desde Villa Alemana, pa la capital no hicieron más que engrandecer esta celebración con su estilo de cumbia hardcore y choriza. No hay espacios lentos en su presentación y solamente supo de euforia, la cual Guachupé puso desde el minuto cero.

15 años de locura y pasión de Guachupé

La espera fue larga. El animador que alentaba a la hinchada a mi ya me tenía chato. Yo quería ver a los Guachu y se demoraba la salida. «Olé, olé, olé, oléeee sale Guachupéee, sale Guachupéeeeeee», tuve la dicha de escuchar desde lo más alto del «Tiatro», gozando la resonancia de un público que no podía aguantar más. Compartiendo cerveza y fósforos con los contertulios de turno, la noche era especial y no sabíamos cómo terminaría.

El escenario tenía una pantalla gigante que emulaba una tele, cajita mágica que serviría de guía durante todo el show. Tras los casi diez minutos que nos tuvo alentando el calienta-público, parte el primer video de la noche. «Esta era nuestra primera sala de ensayo, aquí veníamos y era todo mucho más chico y distinto…» el relato emotivo daba el puntapié para «la primera canción que hicimos»; «Euforia» se canta a todo pulmón con el Caupolicán repleto y con las banderas más grandes que los Guachu alguna vez hayan visto. Desde la cancha al techo parecían cubrir los lienzos amarillo y negro que servían de cama para el papel picado de la salida del equipo.

La calidad de sonido estuvo impecable desde el inicio, al igual que con los teloneros de la noche. Pocas cabezas más acá, arriba, estaba Juanito Ayala como cabro chico disfrutando con su familia, maestro que acompañaría en unos coros mucho más tarde. La nueva cumbia chilena es generosa y siempre ha sabido compartir el éxito en lugar de darse codazos como lo hacemos a veces para pelearnos un escenario.

gua5Los primeros cuatro temas pasan rápido en el programa. Pasan rápido porque quizás fueron los únicos temas que se les notó nerviosos. Abajo poco importa la hora que es, pero la fila de ambas cajas de cervezas se topan de extremo a extremo, mejor es empaparse en el baño y seguir disfrutando en cancha antes que perder media hora por otra chela.

A esa altura de la noche, en un mundo paralelo, el amigo zorrón llegaba tripeado (o quizás en qué sustancia) en búsqueda de la pelolisa borracha de la fiesta de aquel el salón privado del Teatro Caupolicán. Sin embargo, éste espécimen no podía entender lo que pasaba sobre el escenario. Por supuesto que no, pero casi como un experimento sociológico se encontraron dos mundos bailando y cantando «Despierta». Un encuentro casual que bien pudo haber terminado en un coito digno de cine premium, dada la poca seguridad que había en los baños y el buen desmadre que se formaba en los pasillos con la música punchi punchi de moda.

De regreso en el show del Guachu, el segundo video daba origen a la Tía Laura; «Días de nostalgia llenos de pura alegría, magia de reírnos juntos al amanecer no habían momentos pa’ lamentos eran sólo algún recuerdo lo que te llenaba el alma…» parte de la fuerza de las líricas de Tomás, el ex lastarrino y vocalista de estos cabros.

Primer corte de la noche, compilado de fotos y cambio de ropa de los músicos. En la cancha un amigo boliviano lloraba emocionado junto a otro peruano. Ambos decían que la primera canción que habían escuchado era «Santiago no duerme» y al instante siguiente, cuando comenzó esta, nos dimos cuenta que tal vez no duerme por la fuerza con que la gozan los inmigrantes que aquí tratan de sobrevivir y hacerse un espacio. Ambos se abrazan y prometen que volverán a encontrarse en los 30 años de Guachupé.

Poco después, una composición tipo ranchera comienza y las barreras y fronteras culturales parecieran acabarse en definitiva. Al menos por el resto de la noche.»Pedro y Juan» aceleran nuevamente el pulso y si alguien a esa altura estaba cansado, era mejor que se fuera porque quedaba cumbia para rato.

La siguiente pasada de canciones pasa con invitados y con artistas que ellos mismos quisieron sumar para darle fuerza. Vuelven a girar las poleras y vuelan globos sobre la cancha, definitivamente hemos caído en la trampa. «Y las calles se llenaron de alegría contenida por aquellos que se fueron y que nunca volverán
la justicia siempre tarda en llegar y tu muerte no pudo callar a tantos desaparecidos que dejaste sin cantar».

Han pasado dieciocho canciones y un video demuestra lo simple y sencillo que era Lucho. El Caupolicán escucha en silencio mientras la banda hace el segundo corte y vuelve a cambiarse de ropa. Las lagrimas entre los asistentes no se esconden y es turno para el homenaje a un tremendo hombre, al miembro que la familia Guachupé perdió hace unos años.

El recuerdo de la camiseta 22

En muchos aspectos de la vida somos un puto número, pero en la cancha ese número tiene sentido y el valor no es una cifra culiá, es una suma de las jugadas que has tenido en el juego de la vida. Los amigos nos amamos los unos a los otros dentro y fuera de la cancha, dentro y fuera de la sala de ensayo y cuando un amigo se va, es imposible volver a jugar sin él.

gua4Sin embargo, los Guachu lo invocan. Ponen al ardilla en cada corazón conectado con el show y lo traen haciendo una especie de soneto interestelar que activa los sentido ocultos en cada concierto. La emoción de Guachupé caló hondo y profundamente en mí. Me toca en lo personal y el llanto de esa pérdida injusta se revive como si fuese un hermano mío el que murió. Desde esta humilde tribuna, mis más sinceros respetos al gran Lucho Ardilla que por estos días cumple tres años fallecido tras ese trágico accidente en moto.

No pretendo hacer un tributo, solamente hago lo que fluye cuando se hace evidente que nunca más veremos a Luchito. No lo veremos con nuestros ojos, pero lo sentiremos con nuestros sentidos en cada triste alegría bailable de Guachupé, en cada bandera alzada que se mueva, o en cada canción que lo reviva ahí por la Plaza Brasil donde se paseaba.

Cierre y desalojo. Guitarreo y el after

Tras la noble y eufórica alegría contenida con que se le rindió tributo al ardilla, no quedaba más que encaminarse hacia el final de la noche. La fiesta no decaía y «Aunque me acuerdo de ti» elevaba los ánimos de inmediato. Sin embargo, aún quedaban más de 10 canciones.

Claro que sí, porque no solamente los Foo Fighters tocan una treintena de canciones, las tocatas de celebración suelen durar cerca de tres horas también. El Mono a esta altura tenía la guitarra más abajo que de costumbre y, aparentemente, tuvo un problema en la guitarra antes de iniciar el tercer bloque. Tras el escenario, en plena pausa, Rodrigo estaba preocupado de las luces y del perfecto funcionamiento. Daba instrucciones y volvían a cambiarse de ropa. Esta vez era la última salida de la noche. Estaban cansados, pero lo dejarían todo en la cancha.

gua6Las últimas 9 canciones pasaron volando. Casi fue como si tocaran el «El club del amigo» y luego » Vamos» y «Nos lleva» en una especie de medley. El agradecimiento al finalizar el tremendo espectáculo fue mutuo. Recíproco porque una entrada al precio justo valió mucho menos al ver un concierto que sumó casi 4 horas de música contando a los excelentes teloneros. No queda más que agradecer y seguir festejando. Es así como al apagarse las luces del escenario se prenden las de la cancha, se abrazan los amigos y se van todos a casa. Todos menos nosotros. Nosotros nos colamos en el carrete.

Entonces empieza el silencio. Tras ayudar a un Wanderino a recuperar su polera que lanzó extasiado al escenario, el pobre desesperado lloraba porque no podía perderla. Se la habían obsequiado y no podía perderla y es que ese amor a la camiseta y a la música solamente lo puedes entender cuando vives la vida intensamente. Saludos amigo.

Ya en la íntima del equipo, nos colamos piola en el camarín. Apagamos la cámara y las grabadoras para empaparnos de esa alegría que ya no era contenida, sino compartida entre la familia. El padre de Lucho nos compartió un buen guitarreo y demostró de donde venía dicho talento. La guitarra se paseaba anónimamente entre aquellos que se atrevían a improvisar.

Poco a poco iban cayendo vasos, cuerpos y personajes. Los Guachupé son de verdad y se cuidan entre ellos. Han llegado hasta donde se merecen no solo gracias a su talento, detrás de ellos hay numerosas manos que soportan su trabajo y también saben aplaudirlo cuando deben hacerlo.

Las anécdotas de esta experiencia se quedan conmigo para siempre. Al igual que con ese fanático incógnito que entró de colado también. Solamente sabemos que de no ser por el reclamo de la administración, el Caupolicán hubiese cantado hasta el mediodía. Pasadas las seis de la mañana subieron a echarnos a todos y luego cada uno supo pasarse la pelota porque en el fútbol, en la música y en la filosofía de los guachu, la vida se comparte, se disfruta y se vive intensamente.

Mis quince años de ocultista musical

«Déjame que yo te cuente lo que nos sucede…» versa una de las primeras canciones que me agarra por ahí a fines del 2010. Sí, hablo de cumbia, pero soy rockero. Un rockero que admite que se ha aplicado con euforia y desastre en cada fonda de su vida. Los mejores pasos 18eros nacieron en esa fiesta familiar, pero no es lo que estaba acostumbrado a escuchar cuando se me pasaba la caña arriba de un bus volviendo a la capital. No, es que en ese entonces no conocía a Guachupé.

Decidido e impulsivo, como quinceañero enamorao, vuelvo a la pubertadad. Vuelvo a vivirla a través de esta celebración. Empapado de esa energía exquisita que provocan los 15 años, me sumergí en una increíble sensación de goce que genera el despertar ideológico y pasional que fluye fuerte en cada grito eufórico de la hinchada. Los colegas de oídos sordos pueden seguir chaqueteando a los que vivimos la vida sin estadio, pero sepan que no se necesita ninguno para invocar la alegría. No, pues para armar fiestas basta con mi polera, tu lienzo y sus banderas llenas de «esta triste alegría, esta angustia alegría, este dolor alegría…ese que todos llevamos dentro».

Hablo desde las entrañas y con lenguaje visceral porque la música en Chilito se vive así. Nadie es profeta en su tierra, por lo mismo a estos guachos los vinieron a ver desde el País Vasco unos amigos que los siguen desde su gira a Europa, una gira que se hizo antes de la moda de la camiseta, antes de ganar la Sudamericana, mucho antes de la moda de la cumbia, pero poco importa porque la pelota no hay que mancharla con cahuines. No, porque hay que hacer la pega con esfuerzo y constancia para ser local en cualquier escenario y para repletar el Teatro Caupolicán como ellos lo hicieron el 19 de diciembre del 2014.

gua7La puesta en escena era tan inmensa como la fecha ameritaba. No era una final, no era un cupo pa la Libertadores, no era la Copa América, pero era algo más lindo e importante para un equipo que hace rato demostró que ha dejado de ser chico. Lo mismo que hizo el retorno de Weichafe la semana anterior en esa misma cancha. Es que tal vez diciembre del 2014 fue un mes histórico para la #músicachilena Y digo histórico y lo repito cacofónicamente para que la prensa recuerde este campeonato picante y se atreva con la cobertura nacional para los equipos que ellos consideran chicos porque apenas se quedan a mirar los primeros temas.

De esto se trata escuchar música oculta. De escuchar con corazón abierto. De acuerdo, cuando corresponda, hagamos crítica dura y punzante, pero con corazón y mente abierta. No con la mente Passalaquistica que nos han enseñado en las escuelas de periodismo. Una ideología que en definitiva no hace más que abrir las extremidades inferiores antes que los sentidos para comunicar. Lo digo claro colegas: sepan que cuando hacen la pega con amor, con locura y con pasión realmente conocen bandas empapadas de idiosincrasia chilena, una que casi siempre tiene origen mapuche, otro recordatorio para aquellos que ya crecieron y olvidaron respetar el origen.

Pido disculpas del caso si pensabas que ibas a leer poco. Retiro las disculpas y te invito a seguir conformándote con datos duros y fríos como lo que muestra el termostato de la prensa que cubre estos eventos emergentes. Aquí hacemos la pega sin apuro, sin cumplirle nada a nadie, solamente le brindamos el respeto a los músicos que se sacan la chucha por validar este noble arte en nuestro país. ¡Aguante Guachupé! ¡Que sean 15 años más! Ahí estaremos.

Revisa la galería de este show histórico pinchando acá

1. Euforia
2. Hoy te conocí
3. Como cambia la gente
4. Tocopilla
5. Rostros
6. El nono
7. No tan grave
8. Despierta
9. La Tía Laura

10. Santiago no duerme
11. Josefina
12. Pedro Y Juan
13. Abrázame
14. Triste melodía
15. Detente Ahí
16. Gitano
17. En la trampa
18. Al final de todo
19. Camiseta 22
20. Aunque me acuerdo de ti
21. Ilegal
22. CUando quieras
23. Corten
24. Capsulocas

25. El club del amigo
26. Pasen la pelota
27. Troncos viejos
28. Todo va lento
29. Las Cruces
30. Tafalla
31. Tegualda
32. Vamos
33. Nos lleva

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  • RodForChoice
  • Oculto en Vivo
  • Colaborador vitalicio, inmortalizando tocatas desde las trincheras de @sonidosocultos

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