Alfredo Thiermann & Tres Warren – Land in the Sky (2018)
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Alfredo Thiermann & Tres Warren – Land in the Sky (2018)

Alfredo Thiermann & Tres Warren – Land in the Sky (2018)

miércoles 21 de marzo, 2018

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Escrito por: Álvaro Molina

  • Alfredo Thiermann & Tres Warren
  • Land in the Sky (2018)
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En los albores del 2018 llega este disco, el primer trabajo en solitario de Alfredo Thiermann (ex encargado de las teclas y sintetizadores en Föllakzoid) y que cuenta con la participación adjunta de Tres Warren, voz y guitarra principal de la psicodelia neoyorkina de Psychic Ills. Lanzado al alero de la casa BYM Records, ‘Land in the Sky’ es, resumidamente, un viaje ambiental por pasajes de clasicismo musical en el piano, una serie de suites herederas de los arreglos musicales de Erik Satie, Keith Jarrett o Ravi Shankar y la sutil dosis de blues a cargo de Warren y su guitarra slide.

Antes de empezar a hablar de la música, pienso que es importante revisar y compartir la forma en la cual se gestó el disco. Luego de que Alfredo tuviera su salida de Föllakzoid, comenzó a componer una “serie de repeticiones y ritmos más bien geométricos en el piano”. Una vez grabados los primeros cortes musicales, éstos fueron enviados a Warren quien, en vez de opinar mediante el lenguaje escrito, respondió con matices sonoros grabados encima. Por lo tanto, se estableció una especie de “correspondencia sonora sin tener una idea fija, sino que simplemente nació mediante un agregado de capas sobre capas en esta conversación musical”. Este es un punto que considero vital; la idea, el ethos de un disco creado en base a la distancia, sin necesariamente incluir la cohabitación entre dos músicos, sino que un espacio creado donde “la música sirve como un canal expresivo y de conexión a partir de este medio distinto de la escritura y otros medios de comunicarse”.

A grandes rasgos es un disco mínimo, que no hace alarde de demasiada parafernalia ni barroquismo; en su totalidad, la música cae en manos de las melodías y armonías de Thiermann en el piano, el slide preciso de Warren y matices de un sintetizador en secuencia como telón de fondo. Esta parsimonia logra darle al disco un efecto de creación ambiental pocas veces escuchado en lo que respecta a la música chilena. Da la sensación de ser algo místico y ascético, de profunda vocación musical y preocupación por la comunicación armónica que suena a lo largo de los cuatro movimientos que completan este trabajo.

La obertura, “Land in the Sky”, sienta las bases para lo que es el disco en su totalidad y funciona como si fuera una especie de “marco de referencia” general. Una melodía que se sostiene y repite, con pocos intervalos de variación, pero que no se vuelve saturada ni mañosa; la clave está en la consonancia de la comunicación sonora entre instrumentistas, la cual construye el ambiente casi cinemático y desértico logrado tanto en esta canción como en sus sucesoras. Ese es un punto interesante, porque se logra dar cuenta de una especie de “cinematografía” musical, donde son los sonidos los que inmediatamente crean una imagen, un símbolo en la imaginación que a uno lo transportan hacia ambientes más bien oníricos y fílmicos. Musicalmente, hay evocaciones de banda sonora para un western o remisiones orientales, nepalesas o tibetanas.

Decirlo de esta manera suena un poco esotérico o “bajo la influencia”, pero a fin de cuentas es la sensación estética que otorga un disco muy bien logrado y que, incluso, se podría agregar que cumple una cierta “función”: esa “cinematografía musical” que mencioné más arriba y que se constituye como el concepto que se trabaja de principio a fin. De esta forma, una de las principales gracias y puntos fuertes de ‘Land in the Sky’ es que no se traiciona a sí mismo. En otras palabras, cada uno de los cuatro movimientos que lo componen podrían interpretarse como una extensión entre ellos. Es como imaginarse una de esas muñecas rusas, en donde cada canción va descendiendo progresivamente en las capas de un disco verdaderamente espiritual. ¿Y qué es lo que se encuentra al final? En el último movimiento, “Beatriz”, se resume un poco todo esto: la construcción de una atmósfera propia, cohabitada entre ambos músicos; un cosmos que se sostiene en los ecos del piano de Thiermann y las armonías melancólicamente precisas en la guitarra de Warren. Un logro absoluto.

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