Con sello propio #5 – Sello Ladrido: tomando riesgos al margen de la escena
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Con sello propio #5 – Sello Ladrido: tomando riesgos al margen de la escena

Con sello propio #5 – Sello Ladrido: tomando riesgos al margen de la escena

lunes 10 de diciembre, 2018

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Escrito por: Álvaro Molina

‘Con sello propio’ es un nuevo ciclo de artículos y entrevistas que Sonidos Ocultos le dedica a los sellos musicales que están haciendo las cosas bien en Chile. Desde la grabación, producción, edición y difusión, nos encargamos también de investigar de qué manera estos colectivos configuran y ayudan a definir una escena musical y cultural chilena. Un estudio que busca explorar las fronteras de lo independiente y la búsqueda de una identidad.

En el curioso y excéntrico ecosistema de la escena independiente chilena hay veces en que uno logra encontrarse con un sello musical que opera en los márgenes musicales, las fronteras del estilo, los puntos medios entre géneros y un trabajo que se sitúa desde la vereda contraria con respecto a sus pares en este mundillo musical que, poco a poco, va creciendo. Para Mauricio López (Lerdo) y Matías Ponce (Zoológica), el equipo detrás del ecléctico Sello Ladrido, la anterior es una historia conocida; con sus respectivas bandas, ambos sentían que la principal necesidad para crecer e instalarse recaía en la creación de un «espacio seguro, propio, tomando la oportunidad de hacer algo, ser una contraparte para bandas que toman riesgos». Bajo estas consignas, la plataforma que nació a partir de una casual, pero determinante conexión entre dos amigos universitarios se transformó en una perrera de exiliados que busca «dar un espacio a todos aquellos proyectos que no calzan en ningún género musical establecido, dándole valor a la divergencia y tomando una actitud colaborativa para llevar lo más experimental al oído indicado». Esta es la identidad propia del Sello Ladrido.

Humildemente, tanto Ponce como López admiten que esta situación de «exilio» con respecto a los grupos y comunidades convencionales de la música los motivó a crear un espacio de desviación y vanguardia. Ambos venían intentando hacerse un lugar en la escena con Zoológica y Lerdo, agrupaciones de estilos indescriptibles que abrazan el sonido diferenciado y arriesgado y que, además, trabajan una particular ética de colaboración y horizontalidad para sus gestiones. Por lo tanto, al explorar las estructuras que conforman este sello musical, es necesario hacer dos distinciones que ellos mismos mencionan: por un lado, el tema social que se relaciona con esta actitud recíproca y humana al momento de relacionarse y trabajar con bandas y, por otro lado, la arista musical y de curatoría que mantiene a Ladrido como una plataforma dedicada a visibilizar y comunicar parte de los sonidos más extraños que se fraguan en la escena actual. En cuanto a este «lado social», López admite que «en algún punto se conectan las bandas con las que trabajamos […] hay alguna conexión cuasi-mística y a nosotros nos ha pasado que hemos empezado conversaciones y nos damos cuenta de que estamos trabajando con ellos [las bandas] por eso, hay cosas que se revelan después y eso me parece súper bonito, porque de alguna forma hace que nuestro trabajo no sea tan sesgado». 

 

Ahora bien, en un principio ninguno de los dos tenía muy claro con qué tipo de bandas querían trabajar. Claro, estaba la intención de buscar aquellas que se atrevieran a tomar riesgos y desafiar los parámetros de lo que estaban haciendo. Según López, «en ningún momento nos interesó trabajar con una banda que, por ejemplo, es math-rock, dice ser math-rock, termina siendo math-rock y muere siendo math-rock». El estar encasillado en un estilo o en una etiqueta de un género no es algo que va con la ética de Ladrido. Ellos optan por acercarse al caso particular en vez de volver a repetir «múltiples casos comprobados de éxito; nos atrae más el caso que no está tan destinado al éxito, pero que es más particular y propio». Basta con escuchar la adictiva extravaganza caótica y opresiva de Lerdo, quienes se mueven en medio de una ruidosa nebula de post-punk experimental. O los paisajes hipnóticos de Zoológica, llenos de relieves y melodías que se escapan de una clasificación estandarizada. Pero ya hablaremos sobre esto más adelante. Formalmente, la primera banda «externa» que se unió al catálogo de Ladrido fueron los santiaguinos de Arrecifes, «una banda súper joven que, a pesar de tener elementos math-rock, tiene elementos vocales súper distintos, una aproximación al pop que es súper clara dentro de sus propios parámetros». Pero más allá del tipo musical que pueda significar el sonido de los Arrecifes, lo importante es que tanto López como Ponce se dieron cuenta de que ya empezaban a definir con qué proyectos preferían trabajar. «Cuando llegó Arrecifes pensamos que acá en el sello podemos trabajar con ellos y creo que tiene que ver con la humildad del sello de reconocer ‘yo creo que les puedo ayudar de alguna forma. Quizás no soy el más experto, pero creo que con lo que llevo recorrido, soy capaz de ayudarlos’. Y así pensamos que tenemos un acercamiento genuino hacia las bandas, donde una de las cosas más importantes es el trato humano con la agrupación». Asimismo, Ponce agrega en esta materia que «nuestro propósito de cómo trabajar con las bandas tiene que ver más con la humanidad, no tanto con el beneficio propio, sino que con el beneficio común. Esto lo levantamos entre todos».

Y esta actitud colaborativa, enfocada en la horizontalidad, le ha permitido a Ladrido y sus bandas comenzar a formar lazos incluso más allá de Santiago. Hace poco, los experimentados Animales Exóticos Desamparados, provenientes de Concepción, se unieron al sello y aportaron, según Ponce, «un valor a una barrera que es casi genética (por estar fuera de Santiago), pero que nos permite ver cómo subsistimos en torno a eso». A esto López agrega que «quizás por esas mismas barreras que decía Ponce, la música de AED está en un espectro distinto, una aproximación musical diferente. Además, ellos venían con una ética súper similar a la que trabajamos acá en Ladrido, entonces la vinculación se dio de manera muy natural». Sin embargo, la curatoría musical en el sello es un factor muy presente en las decisiones que toman estos dos melómanos, estrictos respecto a la música que escuchan y se aproximan. «Yo creo que tenemos una aproximación súper ecléctica a la música […] Siempre hemos pensado que los artistas con que trabajamos están en ese espacio nebuloso entre géneros. Y eso también tiene que ver con que hay una postura frente a lo que es la música que es extremadamente abierta sin dejar de ser claro con lo que se quiere lograr», dice Mauricio. Siguiendo esta línea, el catálogo de Ladrido se podría definir como un «espectro amplio de sonidos» en lugar de ser un espectro amplio de géneros. Y tales sonidos tienen el valor agregado de ser realmente algo muy propio que revela inmediatamente la identidad y personalidad de cada banda asociada a este sello. Sin ir más lejos, Ponce agrega que «creo que salir de la movida de los géneros sirve mucho a nivel de ‘mercado’, de cómo te acercas a tu ‘público objetivo’ y todo el tema, pero el valor de nuestras bandas está en precisamente escapar de la etiqueta y estar con un pie fuera de cada género».

 

Si bien ya hablamos de la forma que tiene Ladrido para aproximarse a las bandas, su forma de trabajar con ellas es resumida como una sintonía de objetivos. Si la banda tiene necesidades como lanzar un disco, planear una gira o simplemente tener un book para ser publicitado, tanto López como Ponce reconocen que ante esos objetivos ellos buscan cómo ayudarlos al interior de esta perrera. Así, según ellos la figura tradicional de «sello» se fractura, dado que «los sellos ya no responden a lo que era el estándar de ‘sello internacional’, sino que son sellos más de supervivencia donde uno cumple miles de funciones; un día eres agencia de booking, otro día haces comunicaciones, después puedes ser roadie, estudio de grabación, etcétera». Sin embargo, lo importante dentro de la ética de trabajo que hay en el sello es que la banda sienta que no está sola en su proceso de crecimien. «El trabajo en particular nosotros lo estandarizamos más en la acción, en que nos conectamos con los objetivos actuales y concretos de la banda actual en vez de una estandarización de procesos tipo ‘este año sí o sí hay que lanzar un disco’, preferimos ir caso a caso con las bandas con que trabajamos. Esa es la ‘suerte’ de estar trabajando actualmente con un reducido número de bandas que se toman en serio los riesgos y aprovechan las chances que se les aparecen». Asimismo, admiten que cada año han aparecido desafíos nuevos. En particular, ellos reconocen que en el contexto de la escena independiente en Chile, la creación de contenido musical original tiene que ir de la mano con conocerse como artista, como músico. De empezar a generar lazos con otros sellos, artistas, locales, diseñadores e ilustradores. «Ya está bueno de ese trabajo medio ‘escondido’ de ‘me vas a robar la idea’ o de ‘no te voy a mostrar esto porque me lo puedes quitar’ […] Si tú crees en los artistas con los que trabajas, eso no va a pasar; trabajemos juntos porque creo que tu banda es buena, porque mi banda le puede agregar valor al show y la banda de este otro sello también va agregar valor, ¡así que hagámoslo!», apunta López. Toda vez que se toma una actitud de secretismo o de encerrar bajo llave ciertas gestiones o maneras de hacer las cosas, a la larga quizás puede favorecer a pocos, pero en concreto logra afectar negativamente – para qué andamos con cosas – a muchos. Es como si algunos creyeran que tienen que resguardar alguna especie de secreto milenario y cósmico que se les ha revelado exclusivamente a ellos. Para Ponce todo tiene que ver con que «el sistema debiera funcionar de manera que, si a mí me va bien con una tocata o festival o lanzamiento o lo que sea, al otro también es probable que le pueda ir bien si es que lo hacemos en conjunto, todo va pavimentando espacios para que la cosa siga creciendo».

 

Finalmente, al preguntarles sobre el rol que eventualmente puede cumplir un sello en la configuración de una escena musical en Chile, ellos dan cuenta de una veta que aún no había sido tocada en los artículos anteriores de este ciclo. «Creo que para el tema ‘comunicacional’ (no en el sentido mediático o periodístico) es fundamental la gestión de sello. ¿Qué es lo que comunica? Nosotros, por ejemplo, estamos comunicando que las bandas con las que trabajamos se articulan de manera distinta frente a estos parámetros […] Ahí pasa a ser un punto importante el sello como vitrina, pero una vitrina que tiene una forma, un estatuto que la define y diferencia a partir del resto». Ponce agrega que dicho valor comunicacional recae en que desde Ladrido buscan «comunicar la manera de hacer las cosas que nosotros creemos que podría ayudar a más gente, a más bandas». A fin de cuentas, lo que se está creando aquí es mucho más que música. Según López, «hace muchos años que no es sólo música, queremos visibilizar eso». Aparte de los músicos y bandas que conforman uno de los pilares en la escena, también es necesario considerar a todos los que hacen un trabajo silencioso, pero a la vez muy visibilizado dentro de esta comunidad. Así es como también hay artistas, diseñadores e ilustradores que forman parte de este «ecosistema de humanidades y sensibilidades, donde la idea es conectar con otra gente en esta manera de hacer las cosas y conversar para desarrollar ideas. Pienso que ese también es un valor súper potente». Al final, para López también tiene que ver con cómo se concibe este tipo de actividades y asociaciones: «Me parece que se relaciona con cómo tú mismo ves las acciones para llevar a cabo un objetivo, si las ves como un servicio que te presta esta persona o como un trabajo comprometido con otra forma, bajo otros parámetros […] Sabemos que si conectamos con ellos es una relación win-win, donde, por ejemplo, nuestra música se puede amplificar gracias al trabajo de estos artistas».

«Que no se sub-entienda que trabajamos con un círculo de personas con las que nos sentimos más amigos, es todo lo contrario: sabemos que hay más gente que está en las mismas que nosotros, sabemos que hay más gente que hace bien las cosas y con las cuales se pueden tener afinidades y siempre estamos buscando. No es como «menos es más», sino que «más es más»: mientras más sumemos gente con la que nos podamos vincular, ¡mejor! No es que nos quedemos entre nosotros, la idea es salir a ver la mayor cantidad de gente posible y ojalá así sea»

Y así es como estamos ante un sello cuyos valores, ética profesional y pasión por la música parecen fuentes inagotables de empuje y motivación para intentar hacerse presentes en un espacio creciente que no está exento de debilidades o desventajas, por no decir malas prácticas en algunos casos. Para este pequeño e incipiente sello, la naturaleza de las cosas es algo que lo llevan como bandera, más allá del hecho de que su logo represente a uno de los mejores animales y amigos del ser humano. Lo que ocurre con Ladrido es, sencillamente, la valoración de la natural asociatividad humana en una comunidad que está destinada a crecer. Pero, ¿es un «destino» alcanzable o tan solo una expresión metafísica de «esperemos que, en una de esas, ocurra»? Claramente, la respuesta a esa cuasi-existencial pregunta no es posible de responderla tan apresuradamente. Pero lo que sí es rescatable de la visión que mantienen en este sello es que las dificultades o desventajas y las facilidades o ventajas para posicionarse en una escena, dar el grito y salir de gira (internacional o no), lanzar un disco o, por último, preocuparse por hacer un muy buen show en vivo, debieran ser compartidas. Sin embargo, el acercamiento genuino que proponen Mauricio López y Matías Ponce suena muy bien y como algo que cualquier sello podría hacer el intento de poner en práctica, pero podría parecer un poco inocente si es que se mantiene el statu quo de una cultura de secretismo intelectual encarcelado bajo las supuestas llaves de la pretensión, amiguismo vacuo entre locales y bandas o, derechamente, una falta de sentido comunitario que estandariza procesos y piensa en la escena musical (y todos los factores reunidos en torno a ella) como una vía estratégica para sacar réditos y beneficios.

 

Lerdo, Zoológica, Animales Exóticos Desamparados y Arrecifes vienen a pegar un ladrido instintivo, alertando que se vienen muchas más cosas por hacer. Quizás, para Ponce, López y compañía, este es el momento de ladrar. Y qué mejor lugar para hacerlo que una perrera en la cual se sienten como en casa. Y la mejor manera de celebrar esta comunidad tendrá lugar este 28 y 29 de diciembre, en Ladridos 2018, un micro-festival que el sello llevará a cabo en la microsala de Matucana 100. En esta instancia, estarán participando Zoológica, Animales Exóticos Desamparados y Orquesta Narval (viernes 28), paralelamente a los shows de Lerdo, Arrecifes y Osorezan (sábado 29). La invitación a unirse a este ritual ya está abierta, porque la mejor forma de conocer cómo trabajan estos colectivos es asistir a sus eventos y vincularse con el ímpetu que hasta ahora han demostrado.

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