Jonathan Wilson (EEUU): «Hoy más que nunca, los músicos necesitan ser reales y atreverse a hacer cosas de verdad»
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Jonathan Wilson (EEUU): «Hoy más que nunca, los músicos necesitan ser reales y atreverse a hacer cosas de verdad»

Jonathan Wilson (EEUU): «Hoy más que nunca, los músicos necesitan ser reales y atreverse a hacer cosas de verdad»

jueves 15 de noviembre, 2018

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Escrito por: Álvaro Molina

Es algo sabido en la historia del rock & roll el hecho de que existen músicos e intérpretes que no se llevan gran parte de la tribuna disputada por el resto de sus colegas en la industria. Pasan piola, como si esa fuera su condición pre-establecida o porque sucumbieron ante las masas del negocio y se quebraron sus sueños. Factores hay muchos. Pero, a veces, es una actitud que toman como decisión propia. Que su identidad se convierta en una suerte de aura misteriosa o que su personalidad se aleje de la bulla y la pretensión, los convierte en trabajadores silenciosos que hacen su pega por la simple razón de amar el rock & roll. Y el caso de Jonathan Wilson, cantautor y multi-instrumentalista norteamericano, se asemeja un poco a esta figura del músico que, en su mente, vive en una dimensión aparentemente desacoplada del mundo contemporáneo. Pero la verdad es que, en este caso, los pies están bien puestos sobre la tierra.

Wilson es un personaje alto, delgado y que parece como si hubiera salido de una fotografía deslavada de 1970. A primeras, el pelo largo y la barba de pocos días, le dan la apariencia de ser un hippie que se mantuvo vigente en el tiempo gracias al LSD y a las ceremonias de alineación de chakras en alguna comunidad perdida en los bosques. Algo de eso puede ser verdad, pero este músico de 43 años ha mantenido una carrera que ya muchos quisiéramos para nosotros. Nacido un 30 de diciembre de 1974, en Forest City, Carolina del Norte, Jonathan creció en esta pequeña ciudad con las ganas de convertirse, algún día, en alguien grande.

Cuéntame un poco de tus primeros años; dónde naciste y creciste, cuándo decidiste convertirte en músico y por qué lo hiciste.

Jonathan: Partí tocando la guitarra cuando era solamente un niño y, la verdad, es que nunca paré. En el colegio, formé algunas bandas cuando era adolescente y, a los 19 años, decidí virarme de Carolina del Norte y emprender rumbo a California. Tenía 19 años y me fui con mis amigos de Forest City, armando un grupo con el que soñábamos (inocentemente) en ser descubiertos y contratados por un sello y estar metidos en la industria. Pero… tuvieron que pasar dos décadas o algo así para conseguir algún grado de éxito en Los Ángeles. Fueron muchos, muchos años de ir peleando por lugares donde tocar, armar estudios de grabación y sesiones y nos consumió bastante tiempo.

En esos primeros años, donde la «ciudad de los ángeles caídos» parecía volverse agresiva y con la intención de tragarse vivo al joven Jonathan, él y Benji Hughes dieron forma a Muscadine en 1995, un combo musical que trazaba lazos entre la psicodelia tardía de los ’70 y el grunge de Screaming Trees. Fue una corta carrera, en donde lograron lanzar dos álbumes de estudio y un disco en vivo a través del sello Sire, hasta que decidieron partir por rumbos separados.

¿Cómo era la escena musical en ese tiempo? ¿Afectó de alguna manera a tu evolución como músico?

Jonathan: Es importante tener en cuenta que la comunidad musical en esos años seguía el modelo a la antigua; la gente compraba el producto, había mucha plata dando vuelta… Si el negocio de la música siguiera siendo así, creo que ahora sería millonario (risas), lo mismo que para todos los músicos que se formaron bajo esas «reglas del juego» de antaño. Creo que tú ya sabes que, hoy en día, aspirar a eso es casi imposible, es demasiado difícil lograrlo, pero esos son los desafíos que vale la pena tomarse en serio.

¿Y en cuanto a tu estilo musical? ¿Sentiste que tenías que tocar algún género en particular o cambiar tu estilo para poder ser «más visto»?

Jonathan: Siento que siempre he tocado la misma música; antes, ahora y en el futuro creo que siempre me mantendré en la misma línea. Es siempre lo mismo, mi sonido es igual. Toda mi vida he estado interesado en cosas similares, como el sonido del rock psicodélico y el folk, nunca estuve metido o apasionado por otro género o estilo. Por ejemplo, formar una banda de heavy metal nunca fue lo mío. Buscaba el rock a la antigua. Quizás mi viejo fue un factor importante en ese sentido, él también era músico de rock & roll. Pero, personalmente, ser multi-instrumentalista, multi-facético, es algo que he sido toda mi vida.

Un punto crucial en la historia de Jonathan Wilson (y que significó una conceptualización de su sonido) fue cuando se mudó al mítico Laurel Canyon de Los Ángeles. La pequeña comunidad ubicada en las colinas de Hollywood fue un santuario eclesiástico para el movimiento del folk y el rock psicodélico de fines de los ’60 y principios de los ’70. Algunos de sus residentes incluían a figuras como Joni Mitchell, Graham Nash, Jim Morrison, Frank Zappa, Carole King y Neil Young. Un panteón de músicos cuya influencia se ha desvanecido actualmente en el lugar, ya que la bendita gentrificación ha subido tanto el precio de los arriendos que han terminado por desplazar el antiguo aire de la contracultura. La vida idílica que describían los Crosby, Stills, Nash & Young en su canción «Our House» (1970) está lejos de asemejarse a la realidad.

¿Cuándo llegaste a Laurel Canyon? ¿Hubo algo especial que te llamó la atención?

Jonathan: Llegué ahí el año 2005. Definitivamente fue una inspiración. No sabía bien todo lo que había pasado en ese lugar antiguamente… Empecé a descubrir de a poco que en esa casa vivió Jim Morrison, en la cabaña de un poco más allá se instalaron Joni y Graham (Nash) junto a los otros miembros de Crosby, Stills & Nash o que The Eagles ensayaban en tal parte. Y bueno, ese espíritu empezó a trepar en mis canciones y mi sonido. En el estudio que montamos ahí con mis amigos cantábamos cualquier armonía o sonido que viniera desde el cañón. Ciertamente es un sonido que intenté incluir en los discos que hice durante los años que estuve componiendo ahí. Ponía micrófonos en el patio para capturar el ruido de los árboles, la lluvia, incluso el de los putos millones autos que (ahora) llenan gran parte de lo que es el cañón. En fin, estaba tratando de crear una especie de atmósfera.

¿Sientes que pudo haber existido un resurgimiento del antiguo espíritu que había en ese lugar?

Jonathan: A pesar de que sentía que había una «conexión espiritual» (risas) con ese lugar que es muy lindo y feliz (una especie de campo y bosque en la mitad de la ciudad), creo que nunca pudo haber existido esa posibilidad de resucitar lo que ocurrió ahí hace mucho tiempo. ¡Es demasiado caro! Ya no es un lugar amigable para los artistas, porque es muy costoso instalarse en esa zona. Supuestamente el lugar que monté con mis amigos era considerado por los periodistas como un foco de esperanza para el rock & roll de antaño, pero creo que es sólo una etiqueta que ellos inventaron.

En todo caso, la música de Jonathan Wilson ciertamente recoge muchos trozos de lo que habitaba en el cañón. Sus melodías melifluas se entrecruzan con escapes psicodélicos que parecen sacados del surrealismo de Frank Zappa o Arthur Brown (uno de sus músicos favoritos, como él mismo menciona), sumadas a una producción de sonidos contemporáneos ostentosos, lo convierten en un artista cuyo talento no se ha dormido en los laureles de la nostalgia.

A lo largo de su carrera, ha colaborado con titanes del mundo del folk-rock como Jackson Browne, David Crosby, Conor Oberst y Bonnie «Prince» Billy, contribuyendo musicalmente y produciendo discos en conjunto con ellos. Quizás en el último tiempo ha ganado más notoriedad por haber producido el mágico disco ‘Pure Comedy’ (2017) del cantautor Father John Misty. Aquí se aprecia la inclinación de Wilson por los sonidos armónicos, el cruce entre la sonoridad clásica de la psicodelia y, por qué no, algunos toques de modernidad progresiva. Pero ciertamente lo que le dio más tribuna es su aparición en ‘Is This The Life We Really Want?’ (2017), el quinto disco de estudio de Roger Waters, lo que además le valió un lugar en la banda del británico para acompañarlo en el tour Us + Them. Un crack por donde se le mire, Jonathan Wilson conserva ese aura del músico dedicado, incansable, con un encanto y paz interior que contrasta con lo frenético y ansioso-por-hacerse-un-espacio que se ha vuelto el mundo del rock en estos tiempos.

¿Tienes algún mensaje para los músicos y bandas que están luchando por volver a posicionar el rock como fenómeno cultural actualmente?

Jonathan: No lo sé, no creo que haya una «receta perfecta» para lograr eso que tú dices… Me parece muy bien, pero creo que lo que a mí por lo menos me ha servido es nunca dejar de buscar la realidad de lo que uno puede hacer. Sí, puede sonar muy cliché y patético e inocente (risas), pero en mi caso me ha ayudado bastante. Sé que no voy a tener el nivel de influencia que tienen artistas como Lady Gaga o Kendrick Lamar (a quienes respeto bastante, son muy buenos músicos), pero creo que mi mensaje va por el lado de que, hoy más que nunca, los músicos necesitan ser reales y atreverse a hacer cosas de verdad. No es necesario experimentar demasiado. Puta, mira a Neil Young: el viejo nunca ha dejado de hacer lo que lleva haciendo desde hace ya más de cincuenta años y sigue manteniéndose vigente. Pienso que me gustaría mucho mantenerme así, haciendo el estilo que más me acomoda, pero sin embargo, estar abierto a nuevas posibilidades.

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