Luego de una previa que partió a las 4 de la tarde en la casa de un amigo en el C° Cárcel, llegué justo cuando Nébula se subía al escenario. Ebrio me contacté con mi fotógrafo Rodolfo Muñoz y empecé a garabatear ideas en mi cabeza mientras los colores de las proyecciones de Entelequia me indicaban que la noche se venía lisérgica. Aturdido por las cervezas y por la amplificación del local (tal vez uno de los lugares con mejor sonido de la región) me preocupé de los detalles de la banda y de escuchar detenidamente las nuevas composiciones, de las cuales habíamos conversado días antes con los músicos en su sala de ensayo.
Se trata de una mezcolanza de estilos, todos cercanos al rock, con una puesta en escena poderosa, donde todos los detalles suman creando una atmósfera lúgubre, como una meditación sicodélica, con matices de colores y texturas espaciales.
Luego de un intermedio fumeta en los camerinos junto a los muchachos de Entelequia Proyecciones, se venían los consagrados de la noche: Tryo. La banda viñamarina, clásica de los 90, me recordó mis primeras andanzas por la música, cuando en Valparaíso el rock progresivo era una tendencia y la cantidad de bandas que se movían en este estilo abundaban y refrescaban la escena con virtuosismo y sorpresa.
Aunque el show se me hizo algo corto, eran casi las 1 de la mañana y apenas tenía 500 pesos para devolverme a la casa. Toda una noche excelente, con música interesante, llena de propuestas e ideas. Cuando tomaba la micro cansado, me sentía contento, recordando otra época del puerto donde había cabida para música distinta, donde soplaban vientos sicodélicos intensos y la marihuana era muchísimo más barata que hoy en día.
Fotos: Rodolfo Muñoz
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