Yajaira en Teatro Roma: Treinta cruces ardiendo al borde del gran abismoespera un momento...
martes 14 de octubre, 2025
Escrito por: Equipo SO
Por Claudio Miranda
Fotos Rodrigo Damiani @SonidosOcultos
Desde los primeros ensayos en las salas subterráneas de la antigua Estación Mapocho allá por 1995, hasta la jornada del pasado sábado en el renovado Teatro Roma de la capital, Yajaira ha portado el estandarte del rock pesado con derecho propio. Seis producciones de larga duración en estudio, tres EPs, un compilado de rarezas y versiones en vivo –Sonidos Ocultos 95-03 (2004) y un split con los buenos de Hielo Negro. Todos exponentes de una propuesta que, en palabras de sus creadores, obtiene un sabor exquisito cuando se cocina a fuego lento. Y cuando dicho catálogo discográfico se traduce a un espectáculo con atmósfera propia, siempre a la contra del vicio y el mercadeo impuestos por la industria musical, sus efectos alucinógenos pueden alterar cualquier conducta o estado emocional.
Los feligreses que se congregaron la tarde-noche del sábado, en el recompuesto recinto ubicado en la calle San Diego, lo saben de sobra. La voluntad del sol es la que abre el camino para una banda que, en sus inicios, se atrevió con una propuesta inusual para su tiempo. Lo que parece una metáfora, la recurrente exageración a la que apela cierto periodismo musical, en el caso de Yajaira es una constatación con la mayor objetividad posible. Son treinta vueltas al sol escuchando el viento, avanzando a contracorriente -incluso dentro del género stoner al cual se les asocia- y con una visión del rock en blanco y negro. Te gusta o no te gusta. Y eso es lo que hace de Yajaira una banda tan querida por los amantes del riff lento y real, como resistida, digámoslo, por quienes tienden a nublarse con la velocidad de clínica y las producciones monstruosas.
Como estaba anunciado un par de días antes, el cumpleaños empezó puntual. Arranca con la instrumental «Horizonte» y la más arrebatada «Alcohol», las que abren el debut homónimo (1998). Con todo, remontándose a los inicios en el promedio de los ’90s, desplegando una solidez que va de la mano con la potencia escupida por los amplificadores. De la misma placa, «Bajo Presión» no suena, sino que invoca y purifica con la contundencia propia de los clásicos. El cuadro conformado por Comegato, Sam y Flecha, formación original en el tope de sus capacidades, se muestra de inmediato en estado de gracia y el repaso de esos primeros años triunfa como la primera estación de una celebración que dejará a los asistentes más que satisfechos.
«Por fin llegó el día. No nos damos cuenta de cómo pasan los años, pero estamos acá». Las palabras de Comegato tienen razón de ser. En un despliegue maratónico, con la primera época adueñándose del protagonismo en su primer tramo, «Escucha el Viento» nos lleva precisamente a esos primeros días de ensayo. La forma en que dominan la variedad en el ritmo, siempre dentro de una misma bruma de riffs espesos, puede ser un recuerdo emocionante para los viejos seguidores como un descubrimiento para los ‘novatos’. La guitarra de Sam se mueve entre la psicodelia y la explosión con la soltura de quien viene décadas respirando la aridez del desierto. Pegada, casi sin pausa, «Indecisión» incluye al primer invitado, un amigo de la casa. Marcelo Palma de Hielo Negro, Chelo para los amigos, quien aprovecha el disfrute en el escenario como lo que esto debe ser; una junta de amigos compartiendo el mismo amor por el rock pesado hasta el sudor.
La máquina del tiempo nos devuelve al fulgurante ciclo actual. Epopeya (2024), uno de los puntos altos en lanzamientos recientes a nivel local y sudamericano, es el capítulo estelar del segundo tramo, y con toda razón. expone la mayor gracia del ‘sabbath’ brindado por Yajaira. Tanto como la entrega en vivo y la destreza instrumental en pleno fragor, resulta notable el orden del set, la sintaxis lisérgica que se construye a medida que transcurre la jornada. La grandeza del corte titular, incluyendo el bajo de Comegato con efecto wah-wah al más puro estilo del eterno Cliff Burton, nos muestra de cuerpo completo las virtudes que Yajaira desarrolló después de tres décadas, quizás con más recursos a nivel de producción y creatividad, pero siempre aferrándose a la integridad que les ha valido un lugar de culto. Es la energía de hace 30 años potenciada en la actualidad con la maestría adquirida en base a la experiencia y la enormidad de un propósito inexpugnable. De ahí, el puñete de «Las Pestes», dos cucharadas y a la papa, seguida del blues embriagante de «Algo se está Quemando» y la dedicatoria de «Vuelta al Sol» hacia los amigos hoy ausentes en el mundo material. Qué notable lo de Sam y su dominio en las seis cuerdas, sobretodo en los solos. Un guitarrista que no busca las notas de manera calculada, sino que las tiene a su total disposición para armar una secuencia melódica. «Víctimas del vaciamiento, caminan sin poder volver», pregona Comegato en pleno viaje espacial. Eso es lo que evoca Yajaira en dicho pasaje, extendiendo el ritmo y el sonido hacia un lugar ignoto ayer y familiar hoy.
No quepa duda de que Lento y Real (2000) es el trabajo bisagra de Yajaira. Desde el título hasta la jerarquía de su contenido sonoro, todo lo que determina una identidad. Cuando se suma el histórico y querido Piri a la segunda guitarra y bromeando: «Dónde están mis roadies», queda claro lo significativo que será este tercer tramo, sobretodo en el aspecto emocional. Los casi 10 minutos de «Cae«, el corte que da el puntapié inicial en el redondo mencionado, en vivo te sumerge en un trance de caída perpetua. Un cuarto de siglo después de su lanzamiento, somos testigos de cómo Yajaira se da el tiempo necesario al momento de desarrollar su música y traspasar aquello en un show de alto impacto sensorial. Se aplica lo mismo para «A Dónde Vas Tan Rápido» -reiteramos la importancia del orden del setlist, hasta el más mínimo detalle-, y su mezcla de psicodelia e intensidad con poder atómico. «Para qué tan apurado», bromea también Comegato, de alguna forma definiendo el letargo hipnótico que Yajaira proyecta desde su propio sentido de expresión. Y cerrando tanto el repaso por Lento y Real como la primera parte del show, «El Ritual» cae de perilla como una declaración de principios. Es la imaginería traspasada a la psicodelia pesada que Yajaira esboza de manera consistente, con un ojo puesto en las viejas formas y el otro en la preservación de un distintivo se renueva en favor de una matriz personal.
Apenas termina la primera parte, un alborozado Flecha se dirige al público y, cual ritual de sucesión, le da oficialmente el relevo a Rocky en los tarros. Un gesto emotivo que habla mucho de lo que es Yajaira más allá del aspecto musical, y tiene que ver con moverse en la misma biósfera de rock y psicodelia. Recordemos que Rocky es un reputado baterista de sesión, con proyectos titulares de larga data como Icarus Gasoline y Dead Christine, sólo por nombrar una selección de un CV con recorrido de sobra. En Yajaira, su dominio instrumental va a la par del fiato con Comegato y Sam en el escenario. Y eso es lo que define a un buen músico; una idea en común sobre cualquier individualidad, adjunto al orden que Rocky, desde la batería, imparte con la fluidez propia de un experimentado.
Una pausa de cinco minutos tras cerca de 1 hora y cuarto de rock. En el intermedio, se exponen imágenes de archivo que van desde los primeros días, pasando por las postales históricas con músicos amigos y fans, hasta la aún fresca captura de la banda en el backstage con Metallica -2022, Yajaira abriendo el show de los californianos en el Club Hípico, un hito equivalente al de similar experiencia como apertura para la despedida de Black Sabbath en el Estadio Nacional (2016)-. De vuelta a la acción, y tras un solo de bajo con distorsión por Comegato -inclúyase su guiño a ‘un tal’ Geezer Butler-, «Abre el Camino» nos lleva a la siguiente parada, la del EP Desolazion (2005). Rocky no solamente justifica su presencia en el ensamblaje sonoro de Yajaira, sino que su pegada es una voz aparte dentro del mismo diálogo. Le sigue «Ciegos y Sordos», otro pasaje memorable que nos permite apreciar la química de un grupo humano en pleno control de sus facultades. De ahí, la vastedad que «Estados Alterados» adquiere en vivo como un imperdible. Hecha para romper la voz y dejar la vida. Y así como Desolazion confirma después de 20 años que los EPs son la captura precisa de un momento creativo que no se volverá a repetir, «Fuego Negro» asoma la cabeza a la superficie para recordarnos el mismo principio en Turbias Visiones (2020), la fotografía de un momento distinto y, en ese tiempo, viendo la luz en pleno desastre pandémico.
Si alguien se pregunta dónde gravita el peso lodoso de Yajaira, «Atormentándonos» -de esa bomba atómica que es Post Tenebras Lux (2017)- nos fija las miradas en Comegato y su consistencia en las bajas frecuencias. Ojo, no se malentienda como una señal de protagonismo individual, sino que así es como funciona el ensamblaje en una agrupación donde cada uno sabe qué hacer. Es de esos pasajes en que podemos apreciar la diferencia entre el orden de Comegato y la volatilidad de Sam, ambos complementándose en una misma idea, mientras Rocky desde la batería, tal como jugando al arco en el fútbol, proporciona seguridad y una visión completa del esquema de ejecución y despliegue escénico. Todo lo que deriva en un aluvión de rock lodoso con espasmos de blues psicodélico. Es el amor al sonido sabbáthico en toda su forma. Yajaira no es solamente una forma de sonar y escuchar, sino de invocar y expresar.
«Una historia de la vida real», así presenta Comegato «Turbias Visiones», la que titula el mencionado cassette y vinilo que le permitió a los muchachos fluir la escritura mientras la peste pandémica nublaba el sol durante aquellos días. No podemos dejar de resaltar lo que aporta Rocky con su destreza y pegada. es la fuerza y solidez que impulsa a Yajaira a darle nuevos bríos a su firma. En la misma sintonía, tienes a Gastón Cantillana saliendo de su base detrás del escenario para colgarse la guitarra en «Escombros». Yajaira, ante todo, es una familia cuyos componentes conviven en la misma biósfera desértica. Y funciona de manera ajustada, como podemos observar una vez más en «El Fin de los Tiempos Modernos», la descarga de octanaje de «Antiguos Demonios» y la sinergia alborotada de «Descontrol». Como dijimos más arriba, la identidad de Yajaira ofrece una visión en blanco y negro. O, como dice el propio Comegato, canciones en blanco y negro. Así podemos definir lo que ocurre en «Actos Impuros», un relato concentrado que nos libera hacia el final toda su bruma. El disfrute de Gastón al interactuar con Sam como ‘hermanos’ en las seis cuerdas, imborrable y épico. No es la primera vez que ambos comparten escenario, pero en contexto de cumpleaños es otra cosa.
Sale Gastón y vuelve Piri, ahora para iniciar la estación dedicada a La Ira de Dios (2002). «Hormigas» y «Dámelo», en un orden inverso al del álbum, sorprende por el momento que procrea en un Roma totalmente entregado. Y cómo podían dejar fuera «La Ira de Dios», la pieza titular de un trabajo fundamental en el desarrollo de la música pesada en Chile y Sudamérica. Y pensar que La Ira de Dios, el álbum, fue lanzado durante la misma época en que Sleep hacía lectura de su propio testamento entonces con Dopesmoker (2003). Respiraban desde distintas latitudes el mismo humo cannábico, salvo que Yajaira, en vez de seguir un concepto o una línea similar, apelaron al álbum como un compilado de relatos psicodélicos de horror cósmico.
El ejercicio de cardio con «Muerte Astral»y el peso arrastrado de «Nada Fue Igual» -extraída del split editado junto a Hielo Negro (2002)– sacan a relucir las diferencias que las unen en torno al contraste entre melodía y cadencia. «Las Cruces», en tanto, transforma el Roma en un mar de cabezas sacudiéndose como si se les fuera la vida en ello. Una de las que mejor representa la hermandad entre la psicodelia y los arranques de furia brillantemente distribuidos desde su escritura. Bien lo sabe Comegato, quien en la sección más intensa del corte exige su garganta al máximo, mientras Sam castiga las cuerdas de su guitarra y le da a cada riff bien golpeado una extensión hacia rumbos que, guardando las distancias, bien podrían entablar una hermandad razonable con otros géneros más extremos. Y abrochando la noche, «Camino de Piedra», la que inaugura Vuelve a Arde (2012) en una versión con inicio accidentado. Comegato, de pronto, pierde el equilibrio y sufre una caída que, no obstante, le da un sabor especial a la última parada del show. Y por muy cliché que suene, Comegato es una leyenda por mérito propio. Un tipo al que le sobran vidas, y bien lo saben tanto Sam y Rocky como Piri y Gastón, los dos últimos sumándose al comando de guitarras liderado por Sam. Y, bueno, todos quienes hemos seguido su carrera en bandas de culto con la magnitud subterránea de Supersordo y Electrozombies, y bandas próceres del metal chileno como Fallout, Necrosis y los míticos brasileños de Explicit Hate. Justo y necesario mencionar en tamaña selección ese supergrupo llamado Bicéfalo, la unión de fuerzas entre Comegato y los hermanos Frías Salazar de Sangría. ¿Algo más que agregar?
Tres horas y media de música pesada e incorruptible, un Test de Cooper en toda su regla. 30 canciones que conforman todo un catálogo igual de extraordinario y honesto. Todo conforma una ecuación equivalente a 30 cruces ardiendo al borde de un gran abismo. Ahí donde el siguiente paso siempre será necesario para el colapso y todo vuelve a arder sin que nada ni nadie los pueda detener. En otra vuelta al sol, por los nuevos y viejos amigos, por quienes se integran ahora al ritual y otros que dejaron su huella antes de ascender por la voluntad del astro rey, Yajaira reafirma su juramento de altísimo valor hacia el verdadero sonido pesado.
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