Hellhammer: El gran asalto del apocalipsis (I)espera un momento...
martes 25 de noviembre, 2025
Escrito por: Equipo SO
Por Claudio Miranda.
En 2018, el prestigioso sitio Revolver publicó un listado con 25 producciones esenciales en el black metal. Entre ellos figuraba Apocalyptic Raids (1984), el único lanzamiento comercial de los suizos Hellhammer. La sentencia es categórica y directa: «Aunque la banda existió durante menos de dos años, la cruda cacofonía de la demo Apocalyptic Raids expresó a la perfección el furor cáustico del black metal». Si bien está en lo cierto respecto a lo que dicha placa significó para el nacimiento y auge de todo un género durante las siguientes décadas, llama la atención que el trabajo mencionado sea referido como demo y no el EP referido en sitios especializados. A la vez, tiene sentido si consideramos un par de factores: primero,la banda se separa casi tres meses después de su grabación -marzo de 1984-. El otro factor es que antes de Apocalyptic Raids, el catálogo discográfico de los de Zürich consistía en tres casettes demo, todos hoy de un valor enorme para los fans más acérrimos del metal extremo en su origen y esencia.
Digamos las cosas como son: Hellhammer no siempre fue un nombre venerado. No al menos en su época. La mala prensa de su país de origen fue implacable al momento de medir la identidad primitiva de su propuesta, remarcando la carencia de habilidad instrumental y el parecido burdo con los ingleses de Venom, otra banda igual de vilipendiada pero con más arrastre en el circuito subterráneo en Europa y, en muy menor medida, U.S.A. Lo resume el propio Thomas Gabriel Fischer en un dato revelador: «Intentamos dar algunos conciertos entre 1982 y 1984, pero nadie en Suiza quería nada con nosotros. Así que invitábamos a nuestros amigos a nuestro local de ensayo, y era un ambiente punk. Pero nunca llegamos a dar un concierto propiamente dicho».
Lo que la mala crítica pasaba por alto al medir la destreza instrumental, es que las influencias musicales de Fischer, un desadaptado en su entorno cotidiano, se movían incluso fuera del heavy metal reinante en la época. Si bien la inspiración musical provenía en gran parte de Black Sabbath, Motörhead y los propios Venom, hubo una banda que le marcó profundamente: Discharge. Tanto el EP Why (1981) como el fundamental largaduración Hear Nothing, See Nothing, Say Nothing (1982), ambos trabajos pioneros y exponentes de la música extrema desde la necesidad de protesta contra todo lo establecido, conforman una nueva forma de ver y hacer las cosas. Una forma demasiado nueva, considerando que, mientras el trinomio Motörhead-Venom-Raven conformaba un relevo natural del primer heavy metal empezando la década del ’80 -aunque depende del prisma con que se le mire-, el punk de GBH, Anti-Nowhere League y los propios Discharge extiende nuevas posibilidades de expresión, aunque con más exceso y bestalidad, y nada de sutilezas, llevando más allá de los límites conocidos la consigna de lo que empezó Venom: la música dejó de ser una salida para escapar del mundo, y se volvió una herramienta para destruirlo.
A miles de kilómetros de la pirotecnia, las torres de amplificadores y la imagen de cuero y tachas -todo lo que era el heavy metal ’80s como espectáculo, Hellhammer se tomaba mucho más en serio lo que Venom traspasaba al acto en vivo. Tanto las sesiones fotográficas en paisajes rurales como su orientación musical hacia las raíces confluyeron en la imagen que dejaron para las siguientes generaciones. Una identidad primitiva, oscura y muy, pero muy metálica. Una fusión de estética y música que derivará en una potente inspiración visual para el black y el death metal en Europa. Es el metal extremo en su forma más auténtica y pura. Hellhammer proyectaba una actitud que compensaba la modesta producción de sus grabaciones. Lo que Venom llevó hacia el éxito, Hellhammer lo heredó hasta perfeccionarlo, para bien y (muy) para mal. Menos punk que los de Newcastle y una originalidad adjunta a la ruptura de cualquier frontera establecida.
Mientras el thrash metal explotaba en EE.UU. para extenderse hacia el otro lado del Atlántico y otras latitudes, Hellhammer se mantenía al margen de cualquier intento por encajar en dicha etiqueta. La propuesta de los suizos apuntaba a la exploración y búsqueda de infinitas posibilidades. Los tempos arrastrados y lentos que derivarán, años más tarde, en el desarrollo del doom metal. Contundentes virajes de ritmo que acercarán su propuesta hacia terrenos progresivos, sin necesidad de acomodarse al canon de virtuosismo y rapidez impuesto por el mercado estadounidense. Todo complementado con una producción cochambrosa y llena de ripios en el tratamiento, pero con un sentido de honestidad y pureza que lograrán su punto cúlmine en el demo Satanic Rites, editado en diciembre de 1983.
Y así como 1983 fue el año en que bastó con tres demos para esparcir la semilla de todo lo que conocemos ahora como metal extremo, el año siguiente será determinante en todo sentido. Lo dejaremos para un siguiente episodio.
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