Kexelür «Epigrama de un pasado perdido» (2025)espera un momento...
miércoles 27 de agosto, 2025
Escrito por: Equipo SO
Por Pablo Rumel.
Kexelür: black metal convertido en rito experimental
El trío chileno sorprende con su álbum Epigrama de un pasado perdido (2025) y sumerge al oyente en un abismo de disonancias, saxos espectrales y estructuras progresivas que desdibujan los límites del black metal.
El primer corte «Vestigios del enajenado por la antracita» abre con una resonancia cavernosa al borde de la saturación, nota a nota va reverberando un sonido que recrea una espacialidad sugestiva, como de abismo sin fondo. Al primer minuto ingresan unas guitarras disonantes acompañadas de una base rítmica con redobles de intención marcial. Unos coros espectrales potencian la atmosfera opresiva. ¿Qué es la antracita? ¡Esto es! Nos espeta Kexelür, con ráfagas caóticas de líneas de bajo machacadas por tremolo pickings, pero no esos de toda la vida, se alternan con cambios en las marchas, quiebres y disonancia por doquier. Las voces son espectrales, al borde de la saturación, combinando elementos clásicos del black metal crudo de baja fidelidad, con esas rítmicas golpeteadas y duras, alternando voces más afiladas que transitan entre lamentos, quejidos, vocalizaciones cavernosas y gritos agudos.
Pero «Vestigios» no se queda ahí, y progresa hacia secciones arrastradas y lentas, con saxos lejanos, como soplados desde un manicomio enterrado a miles de metros bajo tierra, acordes sucios y disonantes, sintetizadores que se funden con el metal oxidado de esta antracita cavernosa, sumando capas hipnóticas que son puro delirio: se pasa de un acid jazz furioso, a fragmentos de música concreta, secciones atonales con rítmicas sincopadas: el bajo luce en algunos fragmentos sucio, distorsionado, marcando breves inflexiones entre el maremágnum de acordes que se oyen como caballos desbocados al borde de caer al precipicio. Hemos llegado al fondo de la enajenación y recién hemos probado un fragmento de ese carbón negro llamado antracita que, como otros de su tipo, se forma a lo largo de millones de años a partir de sedimentos vegetales a altas temperaturas bajo tierra.
«Ningún resplandor evitará el final»: pieza ambiciosa, de trece minutos y 20 segundos, se abre con texturas abiertas tipo drone con un ruido de guitarras flácidas, de cuerdas destensadas, apenas pisoteadas por una percusión calma. Es un tema de largo aliento, que emulando oleadas de un maremoto de lavas de fuego, se suceden como los sedimentos de una disfonía macabra: hay ramalazos de crust punk con cajas y bombos que marcan el camino y secciones de bajo galopadas, hay cambios brucos en las marchas veloces, hay solos de guitarras que se oyen como pedazos de viento saliendo de fisuras del cielo. La voz de J. resuena vidriosa, entre gutural y etérea, como vocalizada por un esqueleto colgado de un poste sobre una fosa de pirañas: las pirañas son las guitarras chirriantes que aserruchan la melodía, alternando ráfagas disonantes con secciones casi-armoniosas, porque no logran formar figuras fijas, se disuelven entre los estertores metálicos de V. y Λ., los músicos de esta locura que son apenas letras arrojadas de alfabetos perdidos, máscaras que ejecutan esta disfonía barroca demencial.
Pero la canción tiene más que darnos: llegamos una sección que se acerca a los cinco minutos, la cual reproduce patrones de blast beats, a la vieja usanza, pero siempre alternando rítmicas sincopadas con quiebres hipnóticos que no teme en agregar ruido a la mezcla final. Un tercer movimiento cambia el viraje hacia zonas flotantes, con marcas más pausadas y quiebres que dialogan con el jazz en su versión más improv y bebop, con texturas progresivas añadidas. Hay líneas de bajo chirriantes, que van disminuyendo de intensidad hacia una zona rota, reverberante, un cierre que va dejando desflecados sus telares filosos, abiertos, para que el oyente experimente esa sensación de vacío y extravío.
Y llegamos al corte final, «Epigrama de un pasado perdido», con una propuesta atonal, con parajes dramáticos adosados con una percusión que alterna velocidad y marchas a tiempos lentos; las guitarras se oyen histéricas, en perpetuo clímax, saturando los canales auditivos con texturas que parecen provenir directamente desde el inframundo; el doble bombo complementa la polirritmia con veloces golpes de cajas y platillos. El sonido es más grueso y desbocado, casi buscando la alteración sensorial de oyente; las voces profundas, suenan aplastadas y solo el desgarro vocal permite que sobresalga del maremágnum caótico y entrópico que la obra propone, un viaje veloz y en línea recta hacia el abismo de ocho exactos minutos: entremedio hay recitaciones, letanías de hechizos cósmicos, delirios de chamanes ahogados en sus propios vómitos, y volutas mentales de humo que arrastran como un estropajo a la melodía, ya totalmente desencajadas de sus moldes y arrojadas como una bestia descascarada al medio de la nada.
Kexelür, cuyo significado parece provenir desde otro plano de la realidad, acaso de un conjuro creado un vértice onírico de brujos chamánicos, es un proyecto digno de aplaudir, debido a su calidad de archipiélago en medio de mares de propuestas iguales y mediocres. Hay cercanías con otros portentos, como los suecos Reverborum in Malacht (pelada de cables asegurada), los misteriosos Pylar (¡escúchenlos!), Orchestra of Constant Distress, Thelma Ramon o los compatriotas doom-tecno-brujos de Heráldica de Mandrake, de quienes ya hemos escrito en esta webzine, bandas que en suma, son eclécticas, y combinan la heterodoxia con la experimentación de manera impecable.
Epigrama de un pasado perdido es una obra que trasciende las etiquetas del metal extremo, construyendo un universo sonoro propio donde la disonancia, la improvisación y la heterodoxia se funden en una experiencia sensorial extrema. Kexelür se presenta como un proyecto que desafía convenciones y propone un viaje oscuro y vanguardista, cercano a lo ritual y lo psicodélico, que rompe moldes y reafirma la vitalidad de la experimentación en la escena chilena y mundial. Si llegó hasta acá, parta de inmediato a escucharlos.
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