BURNING WITCHES: NO ERAN ÁNGELES… ¡ERAN BRUJAS!
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BURNING WITCHES: NO ERAN ÁNGELES… ¡ERAN BRUJAS!

BURNING WITCHES: NO ERAN ÁNGELES… ¡ERAN BRUJAS!

viernes 09 de mayo, 2025

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Escrito por: Equipo SO

Por Pablo Rumel
Fotos Eric Ibáñez @FotosMetal

Un lluvioso Santiago recibió a la banda suiza Burning Witches en el marco de su gira por Latinoamérica, cosechando excelentes críticas tras su último paso por Brasil, y con los nervios a flor de piel, pues se trataba de la primera presentación de las brujas en nuestro país.

La formación traía dos cambios, el reemplazo por maternidad de la guitarrista Larissa Ernest por la estadounidense de amplia trayectoria Courtney Cox; y por otro lado Romana Kalkhul, fundadora y mente maestra de la banda, quien anunció hace poco que se viene una nueva etapa en su vida pues está embarazada, dejando la responsabilidad de las seis cuerdas a la holandesa Simone van Straten.

LOS TELONEROS

A las 19:10 calentaron los motores los nacionales de RYF con un estruendoso metal de grueso calibre, destacando la performance de su vocalista y guitarra rítmica ART, quien trituró el escenario con clásicos de la banda como «Nekro», «Caerás» y «Spketra»: afinaciones bajas, percusiones brutales, voces rabiosas y líricas más agrias que yogur vencido en mochila de colegio. El bajista Rodifire, estiró las cuerdas como tendones de animales colgados en mataderos, y para subir la temperatura del show saltó a la primera línea ejecutando poderosas líneas para el deleite del respetable.

A las 20:03 se subió al escenario Terror Society con su propuesta thrashmetalera con toques death vieja escuela: ritmos machacantes, baterías aceleradas, voces punzantes como látigos y riffs afiladísimos. Repasaron parte de su discografía e incluso interpretaron «Hypocrite», adelanto de su próximo disco que ya se está fraguando en alguna caldera del infierno.

A medida que los Terror rasguñaban las cuerdas y daban enérgicos saltos en escena, con altos momentos de veloces tapping y cambios de marchas en las baterías, la sala del RBX se repletaba: la expectación por ver a las heavymetaleras era alta, e incluso varios asistentes llegaron desde regiones con tal de vivir la experiencia. Los nacionales agradecieron la oportunidad y con sus puños en alto se bajaron de las tablas. Eran las 21:00 pm y la lluvia recién había amainado.

AQUELARRE ULTRA HEAVY POWER METALERO

Con una pista grabada que evocaba a lamentos y ruidos de catacumbas, ruidos de cadenas y plegarias antiguas, el escenario se oscureció a las 21:00 en punto. Como por acto de sortilegio, el escenario fue invadido por cinco guerreras del metal, que sin dilación reventaron la sala con «Unleash the Beast». Saltando a primera línea, la atlética Laura Guldemond vocalizó un sonoro grito agudo para lanzarse con sus líricas combativas: lanzó patadas y combos al aire, dejando en claro que si algún despistado iba a verlas por su imagen se llevaría un chasco, ellas no estaban ahí para agradar, estaba ahí para arrasar.

Sin dar respiro, un ataque de guitarras gemelas arrancó los primeros compases del ya clásico «Dance with the Devil». La voz de Laura se acopló muy bien a la interpretación, con su timbre de tonos medios a altos, con ligeras notas raspadas y una potencia sónica que no falló en ninguna nota: esta bruja no solo canta usando el diafragma, canta usando la rabia acumulada de siglos de hogueras y silencios forzados: y se le nota. Sin dejar de lado la escenificación teatral, se atavió unos largos antifaces negros, para recordarnos que no todo es orgánico y real, existe la imitación, la mascarada, la ilusión espectral.

Lo que no fue ilusorio fue el sonido de Burning Witches: crudo, sin pistas de acompañamiento, sin autotune, sin metrónomos, sin teclados, heavy metal a puro pulso; si un acorde fallaba, la batería y el bajo se encargaban de redireccionar la maquinaria, si un platillo sonaba de más, el solo de guitarra llenaba el espacio, y así, en una conjunción energética, en una cuestión de pura musculatura y fuerza, el estruendo brujeril se levantó al igual que un hechizo salido de un grimorio: para atrapar con su magia a los presentes.

Como rayo llegó «Maiden of Steel», un clásico salido de la NWOBHM, con riffs arrastrados y galopantes, compases machacantes y atmósfera épica: la bajista Jeanine Grob lució concentrada, un poco más atrás para solventar el peso que la canción pedía, ejecutando las líneas de bajo a pura uñeta; Courtney en el ala izquierda del escenario y Simone a la derecha aportaron la rítmica y los juegos de solos.

«Nine Worlds», en una tónica más pesada, más cercana al acero atronador de Blind Guardian, terminó por cerrar el aquelarre en un círculo de fuego: las Burning habían demostrado con creces que eran mucho más que artistas de estudio de grabación, sonando igual de verosímiles y más eléctricas que en sus placas.

Laura Guldemond fue un portento. Saludó al respetable con algunas palabras en español, recordó a la fundadora Romana que está en momentáneo retiro, agradeció la presencia y la fidelidad del público, posó con la bandera tricolor y arengó al público a entonar un “olé-olé”: la escena fue su aquelarre, y cada aullido, grito y canto un hechizo incendiario, una pócima de amor arrojada al público. Su energía fue desbordante, la elección para ocupar tan importante puesto en esta banda, una sabia decisión.

«The Dark Tower» fue el último tema interpretado de su última placa: intensa, emotiva y destructora. Le siguieron «The Spell of the Skull», «Wings of Steel» y «Black Widow», tripleta que recordó las antiguas glorias del llamado US Power Metal: coros épicos, solos veloces, ritmos relentizados y power chords retumbantes. Temazos bien ejecutados, sin las ansias de sonar a vanguardia o crear un sonido diferente: Burning Witches son retaguardia poderosa y envolvente en tiempos de IA y modas vacuas, arcón de tesoros perdidos, cultoras de la Wicca y protectoras del Metálico Santo Grial.

BRUJAS BATIENDO EL CALDERO DEL METAL

Se suponía que la banda dejaría el escenario para entregar nuevas canciones ¡nada de eso! La brujería no se detuvo, y tras unas palabras al público, se lanzaron de cabeza con «Hexenhammer»: la artillería rítmica a cargo de Lala Frischknecht sonó precisa, sin fallo en sus golpes, y el único pero que debemos recalcar, es que quedó demasiado empotrada atrás en el escenario y con baja iluminación, lo que debería mejorar en futuras performances, pues visualizar al baterista agrega un nivel más de especularidad al show.

«Flight of the Valkiries» fue una power ballad correcta, al igual que «The Witch of the North»: sabíamos que nos acercábamos al cierre, y ya lo sabe quien nos lea, que cuando se produce la magia en el escenario el tiempo se comprime: una hora parecen diez minutos y diez minutos apenas unos segundos.

«Lucid Nightmare» fue anunciada por Laura, quien sin perder un ápice de su energía se movió por el escenario arengando y ejecutando nuevos movimientos marciales para espantar a las malas vibras. Lo que nadie sabía, lo que nadie sospechaba, fue el momento épico que quedará tatuado a fuego en los presentes. Como por arte de magia, Laura desapareció del escenario, pero ¡seguía cantando! ¿Dónde estaba? ¿Corrigiendo algún problema técnico o de vestuario? ¿Saldría arriba de una escoba planeando sobre nuestras cabezas? No, pero casi. Se materializó al centro del público: nadie lo podía creer, y los presentes no sabían sin abrazarla, sacarse una selfie o invocar a la Virgen María. El público no destiñó y coreó con ella las últimas estrofas, y de manera respetuosa (o quizá temiendo un sortilegio mortal), la ayudaron a volver al escenario.

Estaba todo listo para el cierre. La gente pedía a gritos Holy Diver, el cover de Dio tremendamente bien ejecutado por las brujas, pero aquella petición quedará para una próxima. A cambio cerraron con «Burning Witches», canción-himno que resume toda su filosofía metalera: la verdadera amenaza no son las brujas, sino el miedo que las crea; el horror no es la religión, sino los fanáticos que se travisten de fe para ocultar su oscuridad.

Burning Witches ofreció mucho más que un concierto: conjuraron un aquelarre sónico que desafió los estereotipos, rompió hechizos de incredulidad y selló con fuego su primera visita a Chile. En un mundo musical cada vez más domesticado por algoritmos, las suizas defendieron con uñas, riffs y actitud una visión artesanal, física y feroz del heavy metal. No vinieron a complacer: vinieron a arrasar. Y lo lograron. No eran ángeles. Eran brujas. Y en Santiago encendieron la hoguera correcta.

Setlist

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