Paul Masvidal: Liturgia de integridad
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Paul Masvidal: Liturgia de integridad

Paul Masvidal: Liturgia de integridad

jueves 11 de abril, 2024

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Escrito por: Equipo SO

Por Claudio Miranda

Fotos por Francisco Aguilar @FranciscoAguilar.PH

En pocos días se cumplirá un año del histórico debut de Cynic en Chile. Un aterrizaje con el Club Chocolate a tablero vuelto, nada para menos si hablamos de una espera que en su momento parecía algo impensado hace al menos una década. Su líder y único fundador, Paul Masvidal, dejó en claro tanto en entrevistas previas como durante aquella presentación que el concepto de Cynic, tanto en estudio como en vivo, equivale al de una experiencia para los sentidos y la mente. Un temple espiritual que se traspasa a la obra y la proyección en vivo, no solo al frente de uno de los nombres referenciales en el death metal técnico de los ’90s-2000, sino en todos los proyectos emprendidos donde el nombre de Masvidal figura como creador y partícipe.

La carrera artística de Paul Masvidal, por supuesto, va más allá de su aporte al metal progresivo con su proyecto titular y su participación en los Death del mítico Chuck Schuldiner -Human (1991), piedra angular en el catálogo de la banda más grande del death metal. Durante el receso de Cynic durante cerca de una década, el músico nacido en San Juan de Puerto Rico hace casi 53 años conformó un proyecto de rock alternativo llamado Æon Spoke, cuya propuesta crea un aire de nostalgia y pérdida con gran impacto emocional. Le bastó dos placas en estudio, ambas de naturaleza extraordinaria, para dejar una huella entre los fans que siguieron sus pasos fuera del metal. De ahí, y adjunto al retorno consolidado de Cynic, le siguió una carrera solista traducida en tres álbumes de alta factura, ya tomando un viraje acústico rico en matices sonoros y un propósito de integridad imposible de encasillar. Y pese al cambio del Nescafé de las Artes al club RBX, la concurrencia de sus fans más devotos se tomó como un deber de comunión.

El acto de apertura estuvo a cargo de Hidalgo, el proyecto liderado por el destacado instrumentista nacional Gabriel Hidalgo. En modo dúo con Angelina Bernini, los treinta minutos de espacio fueron aprovechados para desplegar un repertorio que se basta de dos guitarras de seis cuerdas y una voz bien dotada para desplegar su potencia creativa en el directo. Lo que uno podría aseverar desde el prejuicio que se pierde en electricidad, en realidad suma puntos en la garra con que «Wara» y «Garuda» exhiben su anatomía. En especial la segunda, con la voz de Angelina Bernini dándole al lienzo sonoro unas cuantas pinceladas de matiz dimensional, al mismo tiempo que la cantante y guitarrista intercambia turnos con Gabriel Hidalgo en los solos. Hay una atmósfera de música chilena desde la raíz, una muestra de ambición que adquiere sustancia y peso. Todo en la dosis suficiente para un público que incluso participa aplaudiendo al ritmo de la música, no desde el recurso fácil sino desde lo que transmite una agrupación cuya firma abarca un abanico de estilos fusionados en favor de una matriz personal. Cómo permanecer impertérritos ante el peso irrefrenable de «Lancuyen», la cual emula la bravura de un pueblo que lleva cinco siglos de lucha contra la codicia ajena. La época, la consecuencia, y la honestidad, tres virtudes reforzadas con la maestría requerida, calan hondo en quienes apreciamos la identidad y el compromiso con la raíz local ante todo. Guitarras que atacan y defienden en favor de la expresión ancestral, lo que significa Hidalgo más allá del virtuosismo musical.

Puntual, sin tanto preámbulo, ataviado de una máscara, rodeado de un juego de luces sobrio pero efectivo, y asumiendo el rol de ‘arte-terapeuta’ mediante la música como remedio. Invocando a nuestro Pancho Sazo, «sabemos que una canción no cambia nada, pero a veces ayuda», porque basta con la arrancada de «Emmanuel» para surtir el efecto curativo en cuestión. No hay otra forma de definir lo que hace y evoca Paul Masvidal como cantautor e intérprete. un artista que vive la música como respira y se mueve en la vida cotidiana. Igual que en las siguientes «Evolutionary» y «Silence», donde las diferencias de ropaje entre Cynic y Æon Spoke se disuelven cuando su principal jerarca las hermana en un mismo ecosistema espiritual. Llega el turno de «Parasite», la primera de su trilogía solista y extraída del álbum «Mythical», el álbum que inaugura la saga continuada por «Human» (2019) y «Vessel» (2020). No es solamente un dato para la estadística, sino un valor extra con que la propuesta de Masvidal ostenta su riqueza en sentido y razón. Es como si Víctor Jara y los Buckley padre e hijo (Tim y Jeff, inmortalizados en las Pléyades), a pesar de las latitudes que separan ambos legados, se encontraran en el vórtice que el propio Masvidal abre en plena bóveda celeste.

La brisa de emoción fresca en «Face the Wind» nos tiene sumidos en un estado de diálogo y sanación, todo mutuo y desde la importancia de COMUNICAR. De la misma forma en que «Ghost Letter», «Into the War» y «No Other Words», todas del mencionado «Mythical», le dan forma y movimiento al duelo interno del que Masvidal se explaya en algunas pausas. Entre medio, «Space» aporta con su cuota de luz en medio de la introspección. Adjunta a las texturas electrónicas de su versión original. La presencia de material de Cynic en el repertorio del maestro, se explica por la naturaleza de su concepción. Y los creadores como Paul Masvidal la tienen clara al momento de profesar su entereza como artistas hacia un público que se rinde encantado en pleno trance hipnótico.

«No Other Words» y «Hand of Mouth» llegan para completar el repaso por el material solista de Masvidal. La segunda, del disco «Human», puede jactarse de una transparencia que gana emotividad con su recepción inmediata en directo. A lo que apela Paul Masvidal en su prédica y la forma en que lleva sus ideas a cabo mediante lo que importa. Y vamos de vuelta a los tiempos de Æon Spoke, con «Grace» y «The Fisher Tale» asomando su halo de procesión y proyectándose hasta el umbral del desgarro. Lo que parece un desafío para quienes están poco familiarizados con esta propuesta, Masvidal lo transforma en una invitación hacia los secretos de un sello artístico que pocos están dispuestos a abrazar desde el corazón.

Llegamos a la recta final, primero con «Integral», cantada por el público como un salmo religioso que se transforma en mantra de sanación. Y así como Masvidal nos habla de la conexión interna en un mundo cada vez más loco e implacable, «Sand and Foam» cierra el encuentro con el maestro mediante un oleaje que purifica hasta al más escéptico. Así nos sentimos al final, tras 1 hora y 15 minutos de música pura sin aditivos ni saborizantes. Sólo la voluntad que nos permite alcanzar el conocimiento de nuestra condición como individuos y la orientación hacia la vida en comunidad mediante el equilibrio interno. Sin duda, recordaremos esta velada con Paul Masvidal como una liturgia de integridad artística y humana hasta la médula.

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