II Festival Chile Jazz: perfección en distintas formas y colores
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II Festival Chile Jazz: perfección en distintas formas y colores

II Festival Chile Jazz: perfección en distintas formas y colores

martes 11 de octubre, 2016

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Escrito por: Equipo SO

Por Martín Poblete

A lo largo de los años, la riqueza del jazz y sus generaciones completas de genios musicales siempre han chocado con un injusto desconocimiento del público masivo.

chilejazz-001Pero el jazz tiene una larga tradición en Chile, y año a año sigue cautivando a nuevos adeptos. Por eso es que instancias como la vivida el sábado pasado en el Teatro Oriente son tan valiosas, tanto para quienes comienzan a explorar el género como para aquellos que llevan años inmersos en el mundo del jazz.

A las 20:20 hrs. suenan los tres timbrazos de último llamado al público y rápidamente hacen ingreso a la sala los últimos asistentes que quedaban en la entrada.

En la sala, bellamente decorada con tres grandes telas colgantes de color blanco, ya se encuentra todo listo para el ingreso de la primera banda de la noche: Ensamble Quintessence.

Para quienes no los conocen, Quintessence es una orquesta de 14 músicos fundada por los guitarristas Roberto Dañobeitía y Federico Dannemann hace más de diez años. Con una formación de lujo que conjuga la genialidad de grandes talentos del jazz nacional, la orquesta expande los límites de la big band más allá del revivalismo del jazz tradicional y la lleva hacia un enfoque de música contemporánea, en el que la complejidad compositiva se encuentra con la libertad interpretativa del jazz. En palabras de su director, Francisco Núñez: Quintessence llega a lugares comunes tanto para la música clásica/docta como para el jazz.

chano-dominguez www.sonidosocultos.comA lo largo de sus casi 60 minutos de presentación, Quintessence logra deslumbrar y conquistar a la audiencia, sacándola de su silencio y haciéndola parte de su espectáculo. Desde la sonoridad melancólica de Wake Up Little 934th Love (compuesta Alejandro Sánchez, saxo barítono) hasta la onda bonaerense de Fugazza Porteña (compuesta por Federico Dannemann, guitarra), Quintessence se luce tanto por su poder individual como por su trabajada cohesión grupal. La potencia de los solos de Agustín Moya (saxo tenor) y Sebastián Jordán (trompeta) marcan un intenso contraste con la suavidad de ejecución de Alejandro Sánchez (saxo barítono) y Rodrigo Espinoza (contrabajo), de modo tal que en cada canción/obra ambos extremos se cruzan, siempre complementándose.

La dirección de Núñez, dicho sea de paso, es un espectáculo en sí misma: indica las entradas y los tiempos, pero con tremenda banda parece no estresarse mucho. A ratos simplemente se va hacia un lado del escenario y disfruta con los ojos cerrados los solos de sus compañeros. Su alta y delgada figura, oculta tras un par de gruesos lentes, no anticipa la personalidad entradora que muestra cuando toma el micrófono y bromea con la gente.

Siendo las 21:15 los músicos de Quintessence terminan su espectáculo y se despiden del público ante una ovación cerrada. El staff informa que habrá un pequeño break de 15 minutos para afinar el piano y acomodar los instrumentos para el próximo invitado: Chano Domínguez.

Salgo al hall de entrada y me pongo a observar al público que asiste a este evento. Veo a autoridades del jazz como Cristián Cuturrufo e Ignacio González caminar por el salón, cruzándose en su camino con otros rostros conocidos como los de Federico Sánchez y Luis Gnecco.

Puede ser que el jazz no sea un género musical masivo, pero su diversidad musical se ve plasmada también en la diversidad de su audiencia: jóvenes, adultos, autoridades, trabajadores, estudiantes, chascones, pelolais, ancianos y niños, todos compartiendo un mismo espacio. Tomo nota de esto mientras pasa una joven pareja con Jacinta, la integrante más joven del público, con apenas nueve meses de edad.

chano-dominguez www.sonidosocultos.comSuena nuevamente la campana y volvemos a entrar al salón. El escenario se encuentra mucho más despejado que hace unos instantes: un piano, un contrabajo, una batería y un cajón flamenco asoman sobre las tablas, mientras un miembro del staff presenta a la banda que viene a continuación. Sebastián “Chano” Domínguez y su trío suben al escenario. Todos, de impecable tenida negra, se instalan y Domínguez comienza a tocar un suave solo de piano, como preparando el ambiente. Una mirada sutil a sus músicos basta como instrucción para que la banda entre y comience a sonar la canción Marcel, entre aplausos del público.

Domínguez, oriundo del sur de España y radicado hace dos años en Nueva York, es una autoridad en el desarrollo del jazz flamenco. Su carrera comenzó en los ’70 tocando rock sinfónico en la banda Cai, y continuó con el lanzamiento de su primer disco solista en 1992. Su banda, formada durante su período en Barcelona, está compuesta por Horacio Fumero en el contrabajo y David Xirgú en batería.

El espectáculo que ofrece el trío sobre el escenario es simplemente un lujo. No solo por la calidad técnica de los intérpretes, sino además por lo felices que se les ve sobre el escenario. Tras una introducción y un desarrollo del tema en piano, Domínguez da el pase a Fumero y le cede el espacio para lucirse con un solo de contrabajo. A sus 67 años, Fumero es el miembro de mayor edad del trío, y es el único que toca de pie en el escenario. Su edad, evidente en su rostro y su forma de caminar, desaparece de la ecuación cuando toma el contrabajo y se pone a tocar. Sus dedos atacan las cuerdas con agilidad y elegancia, y en su rostro se imprime una sonrisa casi infantil, que no se borra con nada. La facilidad con la que toca cosas tan complejas llega a ser envidiable. Pareciera estar jugando todo el tiempo.

Un chasing da al baterista David Xirgú espacio para lucirse y para conducir al término del primer tema, entre aplausos del público.

Chano Domínguez toma el micrófono y saluda al público con gran energía. Con su acento andaluz, medio agitanado y lleno de pachorra, expresa sin tapujos la enorme alegría que le provoca estar por primera vez en Chile. Da las gracias a todos por estar ahí presentes e introduce el siguiente tema.

Ya llegando a la mitad de su show, Chano se toma una pausa para presentar a un invitado sorpresa, que no estaba en el programa. Se trata de Pablo Domínguez, su hijo, que los acompaña como ingeniero en sonido y músico invitado. Fumero y Xirgú abandonan el escenario y Domínguez Jr. se sienta al cajón flamenco para interpretar la próxima canción a dúo.

boceto-afiche-metro-chile- jazz www.sonidosocultos.comLa afinidad entre padre e hijo es enorme, y se hace evidente en miradas y sonrisas cómplices a lo largo de todo el tema. El sonido del cajón, dicho sea de paso, refuerza aun más el sonido flamenco. Los truquitos que usa Chano para cambiar el sonido del piano, como atrapar las cuerdas con una mano, amplían el abanico de sonidos de modo tal que en ningún momento se echa de menos la guitarra.

Vuelven Horacio Fumero y David Xirgú al escenario y se lanzan con un homenaje a Miles Davis en ritmo de tanguillo, ahora con cuatro músicos en escena. La presentación comienza a adquirir toques de despedida, pero Domínguez no quiere irse sin homenajear a Paco de Lucía, “uno de mis máximos ídolos y referentes”, dice entre respetosos aplausos del público. Así, presenta a todo el público el clásico Canción de Amor, de su álbum Zyryab (1990).

Un guiño de Domínguez a Gracias A La Vida de Violeta Parra sorprende a la audiencia, y la hace partícipe de la emotividad del tema.

Termina su show y la ovación es tal que los aplausos no dejan hablar a Domínguez. Su presentación termina ante un teatro lleno aplaudiendo de pie. Faltan cinco minutos para las once de la noche.

El espectáculo ha durado ya tres horas, y todavía falta el número de Ernesto Holman Trío. Me pregunto: ¿por qué lo pusieron después del invitado estelar?

Llaman a la gente una vez más, y entonces mis cuestionamientos al orden de los artistas desaparecen por completo: cuando entro al salón, Ernesto Holman ya está tocando sobre el escenario, acompañado por Gustavo Cerqueiras en el piano, Josué Villalobos en batería y Francisco Campos en percusiones. Ernesto Holman, conocido por su vasta trayectoria en la fusión latinoamericana como bajista de Congreso, presenta aquí su trabajo en solitario, autodefinido como Etnojazz. Se trata de un jazz mucho más agresivo y tribal, en el que la dureza de nuestra tierra y nuestra historia se reflejan en el sonido de la banda.

El uso que Holman da al bajo eléctrico explora en sus múltiples usos con tal buen gusto que jamás se siente forzado o pretencioso. Desde técnicas como el walking bass y el chord melody hasta otras más cercanas a la guitarra como el finger picking y el rasgueo de cueca, Holman literalmente hace sonar como quiere a su bajo.

Dicho sea de paso: la combinación de su bajo AYS de cinco cuerdas y su amplificador Ampeg (grande como un refrigerador) suenan increíble.

holman www.sonidosocultos.comEntre canciones Holman se da tiempo de hablar del rescate que él hace, y cómo la figura de Violeta Parra le ha servido de inspiración para continuar con el trabajo que ella hizo. Cuenta que en la Universidad de Concepción se abrió una asignatura titulada “Violeta Parra”, y celebra el hecho de que, por fin, la Violeta es academia en Chile.

Con esto dicho, presenta Atardecer, un tema que perfectamente podría estar en el repertorio de bandas de rock stoner como Hielo Negro o Truckfighters. Su comienzo es lento, pesado, con líneas de bajo profundas y repetitivas, y contrasta con el quiebre que crea Gustavo Cerqueira con un bello solo de piano. Pareciera ser que Holman busca estimular el lado más primitivo de todos nosotros, y vaya que lo logra.

Mientras en la banda de Chano Domínguez predominaba el fiato y la espontánea comunicación sobre el escenario, en el show de Ernesto Holman se percibe el riguroso cuidado por los detalles. Los cortes y finales, impredecibles y perfectamente coordinados, muestran el minucioso ensayo que hay detrás de este espectáculo.

El sonido del festival ha sido increíble durante toda la noche. Ante la diversidad de sonoridades y estilos, el desafío de hacer que todos suenen bien parecía bastante difícil. Pero no hay crítica que hacer en este ámbito: desde cualquier punto del teatro se escucha todo perfecto.

La crítica que sí debe hacerse es con respecto a la duración del espectáculo. Es difícil pensar en una noche redonda como esta dejando fuera a alguno de los increíbles grupos que han desfilado por el escenario. Pero que un espectáculo en un teatro dure más de cuatro horas es un exceso. Al impecable montaje del espectáculo, tanto en lo artístico como en lo logístico, solo le faltó mejorar el diseño y el cumplimiento de la programación.

Veinte minutos después de media noche el bajista Ernesto Holman termina su show y se despide del Teatro Oriente con una ovación cerrada. Hace una reverencia junto a sus músicos y salen por la cortina de atrás. Finaliza una jornada de diversidad musical y puro virtuosismo. Gracias a una impecable gestión y al trabajo colaborativo entre empresa privada, particulares y organismos estatales, hemos presenciado un espectáculo de lujo como pocos antes vistos. La gente se va contenta a casa.

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