Left To Die: El camino primitivo hacia un pasado sangrientoespera un momento...
domingo 19 de enero, 2025
Escrito por: Equipo SO
Por Claudio Miranda
Fotos Rodrigo Damiani @SonidosOcultos
Si bien no vamos a descubrir el fuego hablando del legado de Death -y su líder, el eterno Chuck Schuldiner– en el metal y la música extrema, tampoco deja de abrumarnos la enormidad de su obra, incluso fuera de los terrenos de dicho estilo. Adjunto a aquello, y como ocurre en el caso de King Crimson y sus bandas spin-off -David Cross, BEAT-, nos da un gusto tremendo el que ex integrantes y compañeros de Chuck se reúnan de vez en cuando a rememorar los mejores momentos de un catálogo legendario e irrepetible. Lo hacen cada cierto tiempo Steve DiGiorgio y Gene Hoglan como núcleo y motores de Death To All, autorizados por la propia familia de Chuck y desplegando un espectáculo de primer nivel, abarcando todas la etapas de Death, aunque priorizando el período que comprende obras capitales como «Human» (1991), «Individual Thought Patterns» (1993) y el definitivo «Symbolic» (1995).
Ante el arrastre que genera el catálogo de Death en los ’90s, también había que hacerle justicia a su etapa inicial. Mucho más primitiva y visceral, pero no por ello sin la distinción que ya daba que hablar en esos años. Es apropiado referirnos a «Scream Bloody Gore» (1987) y «Leprosy» (1988) como discos reveladores para una generación que aún se sorprende con la diferencia de colores entre los años más primitivos y la faceta ‘progresiva’ a explorar desde el seminal «Human». A la vez, una etapa predilecta tanto para los metaleros más viejos, quienes vivieron aquella etapa del metal subterráneo en sus años fundacionales, como para aquellos fans más jóvenes pero que respiran la vieja escuela como una forma de hacer las cosas. Por ende, la asociación del guitarrista Rick Rozz y el bajista Terry Butler -ambos parte de la alineación durante el ciclo de «Leprosy» con el guitarrista-cantante Matt Harvey y el baterista Gus Ríos -ambos componentes de Gruesome, y también partícipes en las giras de Death To All-, se explica por lo que respiran más allá de la distancia de épocas que los separa, en apariencia. Así es como Left To Die se ha ganado un lugar de honor rememorando lo mejor de una época en que el metal provenía de un lugar bien abajo y primaba el impulso desde la tripa, mucho antes de que se volviera una convención.
Antes de esta primera visita de Left To Die a nuestro país, es menester resaltar la participación de la escuadra nacional. Empezando por Coffinbirth, una agrupación que cumple una década de carrera este 2015. El arranque con un death metal puro, con relatos de horror y enfermedad, era lo indicado en una tarde de altas temperaturas. «Letanías del Libro Negro de Alsophocus», «El Eterno Naufragio», «Sacrificio» y «Ataúd» fueron los pasajes más destacados en una presentación que fue al grano. Una sobriedad escénica que se compensa a pura solidez, aunque eso implique batallar con la acústica de un recinto que, a esas horas, registraba una bajísima asistencia.
Lo que hace Darkspell -o la diferencia que marcó ayer respecto a la banda anterior-, es un subidón de nivel en cuanto a espectáculo. «Unholy Sun», la que arranca su reciente EP «Victorious Reminiscent of Darkness» (2024), nos sumerge de inmediato en una paliza sónica con momentos de fulgor y complejidad extraordinarios. A nivel de espectáculo, entre las capuchas y la forma en que sus músicos aprovechan el escenario, las siguientes «Dawn of Golgotha» y «Punished By Your Own Hand» bastan para echarse el público al bolsillo. El desplante de Gonzalo Vera en la voz, las guitarras de Julio Poblete y Rodrigo Cabrera detonando armonías de nivel superlativo. El bajo de Julio Soto manteniendo la cohesión en pleno fragor y formando junto al baterista Jonathan Marín una dupla inexpugnable en el trepidante ritmo que demanda combinar death y thrash metal. Todo parte de un show fragoso y que hacia el final con «Gates of Hell» impone su autoridad ganada a pulso, con sus integrantes haciendo simbiosis en favor de una matriz de oscuridad sofocante. Eso que en el directo adquiere un poder semejante al de un volcán en erupción, Darkspell lo logra incluso dejando hasta la última gota de sudor. Como tiene que ser.
Imposible entender el metal chileno en los ’90s sin Execrator. Una banda que empezó en el death metal más puro, y le añadió al estilo en su placa homónima (1998) un matiz más cercano al nü-metal de aquellos años. «Born Again» y «Suicide», ambas de dicho álbum, inician el set proyectando una autoridad ganada por el legado forjado en una era irrepetible, la de la mítica Sala Lautaro. Y con un Álvaro Lillo que acumula kilómetros de años y sus buena décadas en la carretera -incluso afuera tanto con Undercroft o girando con Watain-, no se puede esperar menos ante una banda en plena forma. Parece obvio, pero la tienen clara respecto a su público, con mucha presencia de juventud a la par de otro porcentaje compuesto por fans que eran veinteañeros en los ’90s.
«Symptom of Darkness» nos lleva de una al fundamental «Silent Murder» (1996), una placa que en vivo es una golpiza de death metal desde las entrañas. Desde donde mismo Álvaro Lillo profiere su discurso contra la religión y sus íconos, dando paso a «Tears… Blood». Más que un espectáculo en sí, lo que construye Execrator es un cataclismo de blasfemia y odio hasta la médula, como lo puedes apreciar en «Hate Inside the Flesh». El odio hacia el poder religioso que «Your God is a Lie» y la más nueva «Men and Their Gods» vomitan mediante la convicción propia de quienes se atreven a dar cara a lo intocable. Por supuesto, y adjunto al liderazgo de Lillo en escena, las guitarras de Julio Espinoza y Roberto Nervi juegan un rol de vital importancia en la efectividad musical de una agrupación que va más allá de un legado histórico. «De Sangre y de Fuego», otra salida del horno hace unos meses, se hermana con «Silent Murder» y «Death of God» bajo el mismo propósito de destrucción total. No quepa duda de lo que es Execrator más allá de una época, y tiene que ver con las motivaciones que hicieron posible el regreso de su formación histórica a los escenarios después de mucho tiempo.
La intro «E5150» -sí, la del supremo «Mob Rules» de Black Sabbath-, es la que termina por hacer explotar el Cariola -a esas horas, repleto toda la cancha y los palcos-, con «Leprosy», el bombazo titular de la bestia del ’88. El preámbulo necesario para un asalto sónico que los fans del metal más primigenio esperaban como parte de un hedor a respirar con gusto. Seguida de «Born Dead» y «Forgotten Past», conformando la tripleta inicial del LP más importante de Death durante su período más áspero. Comienzo soñado el de Left To Die en nuestro país, y eso da cuenta lo importante que es la construcción del repertorio en base a importancia y la catarsis generada en un recinto colmado hasta el sudor.
«Infernal Death» es la pieza que arranca esa Opera Prima del death metal llamada «Scream Bloody Gore». El momento perfecto para la centrífuga humana con bengala incluida. Una locura en todo aspecto, una celebración para los metaleros más viejos, y otros no tanto pero que respiran la misma podredumbre. Nada de aquello impide apreciar la maestría de Rick Rozz en las seis cuerdas, quien se entiende con Matt Harvey como si llevaran años juntos. De la misma forma en que Terry Butler -faltó más definición al sonido, sería el único ‘pero’ en una presentación arrolladora-, se complementa con Gus Ríos en una dupla rítmica que explora y domina un terreno en que la resistencia y los momentos a proponer pesan más que cualquier análisis de clínica. Lo que se nota a kilómetros en «Sacrificial», otra del «Scream Bloody Gore» y que en el directo se corona como un pasaje que permite apreciar el estado de gracia de un grupo de colegas y amigos que se juntan a conmemorar la obra de Death y la herencia de Chuck Schuldiner. O, en este caso, esos primeros dos discos que marcaron el viraje del thrash hacia un estilo mucho más complejo y sanguinario.
Volvemos de nuevo al «Leprosy», el disco que cuenta con las guitarras de Rick Rozz. Terry Butler llegó cuando el álbum ya estaba terminado, pero nada de aquello impide ser testigos de lo que emana de dicha pareja cuando «Open Casket», «Primitive Ways» -compuesta en su totalidad por Rozz» y «Choke On It» terminan por echar abajo el recinto ubicado en calle San Diego de nuestra capital. Entre la precisión técnica y el talento probado en cada instrumento, hasta podemos ratificar que no hay nada, pero nada que envidiar a Death To All. Y es que, siendo objetivos, las primeras dos placas de Death aún generan cierto resquemor entre quienes ven esa etapa como «inferior» a todo lo que vino a partir de «Human». Craso error, porque Death fue, justamente, una novedad entre sus colegas de generación por lo distinto que sonaba. Y, a la vez, el nivel de intensidad y complejidad que definió la ruta a seguir para la década siguiente. Pensamientos y conclusiones que podemos sacar en plena refriega, entre una legión de poleras mojadas por el sudor y el retumbe constante de una era que, contra todo pronóstico, se mantiene igual o más lacerante que nunca.
Otra vuelta al «Scream Bloody Gore», con «Torn to Pieces» y «Regurgitated Guts» surgiendo desde abajo para sembrar la mortandad hacia arriba. A la vez, y haciéndole honor al nombre con que estos señores se juntan a recordar viejos tiempos, «Left To Die» hace acto de presencia como un momento obligatorio para todo fan acérrimo del primer Death. Nos estremece el entendimiento entre sus componentes, con los Gruesome Harvey-Ríos dejando en claro que respiran el mismo ecosistema old school que sus héroes Butler-Rozz, suficiente como para compartir escenario y tocar la música que los une más allá de la diferencia de épocas. Por eso es que la intro de armonías que le da el pase a la infaltable «Zombie Ritual» llega incluso a sonar igual que en el disco. Ni hablar de la voz gutural de Harvey, la forma en que emula al Chuck de 19-20 años en los ’80. No es el cómo, sino lo que respira junto a sus admirados colegas más veteranos. O la tarea que se manda el propio Gus Ríos en los tarros, la mezcla de resistencia y habilidad que le permite entenderse con sus otros colegas.
«Scream Bloody Gore», la que titula el LP debut, llega para iniciar el bis y dejar en éxtasis a los fans, como ha sido toda la noche. Seguida de una cantada con puño en alto «Pull The Plug». De acuerdo, Death To All te da una versión magistral, pero acá, y como lo vimos durante 1 hora y 20 minutos, Left To Die sale ganando en la interpretación del catálogo antiguo de death, y con toda razón. Tanto así que el remate con «Evil Dead» se recepciona como un triunfo categórico del metal antiguo. Un cierre a enmarcar en la misma galería que el público coreando «Chuck!, Chuck!, Chuck!» al unísono. De esos momentos clave en una jornada gloriosa, con dos veteranos y dos referentes actuales uniendo fuerzas para abrir el camino primitivo hacia la más sangrienta de todas las muertes.
P.D.: «Last Train To London» de Electric Light Orchestra sonando como retirada. Ojalá todos los rituales zombie terminaran así.
Galería completa acá
Este artículo ha sido visitado 207 veces, de las cuales 1 han sido hoy