OBÚS en trance, Acero Letal asaltado y la RBX en llamas: así se vivió la noche más heavy del añoespera un momento...
jueves 03 de julio, 2025
Escrito por: Equipo SO
Por Pablo Rumel
Fotos Rodrigo Damiani @SonidosOcultos
2 de julio, agradable noche invernal e infernal: Obús tocaría por primera vez en Chile y las expectativas eran altas. No todos los años pisa el suelo una banda legendaria, con 45 años de rock y metal en sus esqueletos, y redobladas expectativas, por ser la Sala RBX el escenario de combate de los aguerridos hispanos, recinto íntimo con una sonoridad a tope.
ACERO LETAL: ¡HAY QUE LEVANTARSE!
A las 20:00 sonaron los primeros acordes de Acero Letal, banda nacional con cimentos heavy y artillería speed metalera de largo recorrido. El trío se lanzó al escenario con su coreada «Rayo Mortal», puro acelerante con un JAG on fire, atacando a toda velocidad su guitarra y el fraseo lírico, veloz y al hueso, al borde de lo punketa. En el ala derecha, las líneas del bajista Ferro retumbaron al son del doble bombo de Pablo Pizarro, creando una sinfonía atronadora de power chords, figuras cromáticas y ráfagas de solos.
La crudeza del directo le asentó como anillo al dedo a los Acero; sin la comodidad de doblar o triplicar las guitarras en estudio, la banda sonó como las viejas glorias del heavy, con cero parafernalia y pura actitud enérgica arriba de las tablas, dejando la responsabilidad a las cuatro cuerdas de aportar la rítmica en los solos.
Un hecho lamentable estuvo a punto de empañar la jornada: la banda (contó el propio vocalista arriba del escenario) fue víctima de la delincuencia poco antes de llegar al show. Unos malnacidos les quitaron sus instrumentos, dejándolos con lo puesto, y de no ser por la generosidad providencial del amigo Guillermo, los nacionales se habrían quedado sin pan ni pedazo.
Y sabiendo que la vida muchas veces es una perra miserable, el bajista Ferro se acercó al micrófono y expresó en corto la filosofía del Acero: “porque no tenemos nada, lo queremos todo. ¡Si la vida te patea y te bota, hay que levantarse!” Y eso es el heavy señoras y señores, agarrarse a coscachos con la vida, y cual quijotes, levantarse y dar la pelea hasta el último.
La banda porteña nos deleitó con un avance de su nuevo disco, tocando en exclusiva «Guerrero de Fuego», que debería estar ya en septiembre, y repasaron temazos como «Veloz Invisible», «Legiones» y «Opositor», cerrando el show con una ovación, y dando un fuerte apretón de manos al público presente.
OBÚS: METRALLA Y TRADICIÓN
Y sin mayor parafernalia que un buen juego de luces y un ritmo machacante, entraron pasadas las 21:00, la guitarra del histórico Paco Laguna, las baquetas de Carlos Mirat y el hacha de batalla de Luisma Hernández, tres calvos de peladas relucientes, que de no ser por la llegada del cabello ensortijado del mítico Fortú Sánchez, habríamos enfrentado a un verdadero calvario. ¡Qué manera de manejar los tiempos este batallón de calvos! Cabeceando al son de «Necesito Más», y con esos patrones rock and rolleros que tanto se extrañan en estos tiempos de metal moderno, Fortú dejó muy en claro que estaba acá, de cuerpo presente, para dejarlo todo en el escenario.
¿Cumplieron las expectativas? Fortú, tras tocarse la nariz con un gesto técnico del demonio, llevó el show una escala más arriba cuando sonaron los primeros acordes de «La Raya», canción que invoca a la caspa del diablo, esa nieve cegadora que los noctámbulos buscan con desesperación. «El Que Más» terminó por incendiar la sala RBX: la interpretación, triplemente más pesada que en los discos, puso al público en llamas, con vitoreo, chorros de cerveza, empujones y gritos que fueron subiendo de intensidad en cada canción.
«Corre Mamón», un tema de 2010 que se pierde entre los primeros riffs del Obús de los 80 y la intensidad metalera del 2025, perfiló de manera categórica que esta música, este heavy con ala hard-rockera y otra rock and rollera, es atemporal; sigue sonando juvenil, a tope, violenta, rítmica y peligrosa, como bailar con un esqueleto vestido con un chaleco de dinamita y cien mil cuchillos en sus huesos.
¿Qué puede decir este reportero cuando arrancaron las primeras notas de «Te Visitará La Muerte»? Que estaba presenciando un momento histórico: como oleadas de arsénico y napalm, el público se agolpó en el escenario, y hasta los mudos gritaron a viva voz cada verso, entre ese vaivén de riffs y solos que pusieron cada clavo al ataúd metálico, la canción que llevó al estrellato a la banda y que hasta los por nacer se la saben de memoria. El momento quedará petrificado en las retinas y oídos de todos, y lo mejor era que apenas oíamos la quinta canción y ya parecía que Obús lo había dado todo.
¡Qué equivocados estábamos! Imagínelos sentados, con pandereta y atril. Eso no es Obús. Con velocidad supersónica, tocaron hasta irse de aquí: «Que Te Jodan». Fortú agarró con furia el micrófono, y haciendo los gestos más obscenos del mundo, tanto, que de haber estado mi abuelita habría tenido que taparle sus ojos, el hispánico frontman lideró con furia esta nueva descarga sónica: el público respondió con furia, Carlos Mirat golpeó con maestría los tarros jugando y girando las baquetas con habilidad de juglar, Luisma aportó las líneas de bajo, profundas y espiraladas, y Paco atacó con maestría y solvencia sus cuerdas, rasgándola en cada ataque y también haciendo a los coros.
Fortú, enloquecido, se arrojó sobre el escenario, y en andas, como un ídolo salido de una cripta milenaria, el respetable lo paseó en andas y lo devolvió, íntegro, para que el histórico melenudo continuara su labor: atronar con sus agudos el resto de la parrilla metalera, que hervía y se cocinaba a fuego lento, entre gritos y emoción. Durante «Juego Sucio», para aportar más mística a la velada, las luces se apagaron y entre la marea humana se creó una antorcha de luces de celulares, preludiando lo que todos queremos «Dinero, Dinero», otro más de la etapa ochentera de la banda que el respetable gritó a rabiar.
Con «El Obús Va Estallar», Fortú nos recordó que el mundo una vez más está cerca de la medianoche, la pesadilla nuclear no se ha movido ni un ápice en estos últimos 45 años, y a puro rock and roll, con momentos de jam session, fueron presentados uno a uno de los integrantes; incluso ahí hubo un breve homenaje de Luisma al finado Lemmy con un arranque de «Ace of Spades». El desorden se ordenó con un Fortú formidable tocando la batería, y el baterista de pie delante del público agarrando a baquetazos una estructura de hierro, y cual maestro del Kung Fu, nos regaló una sección de fierrazo duro a lo Mayumana.
Y cuando creíamos que ya no quedaba más pólvora, Obús coronó su noche histórica en Chile con dos bombas finales: la entrañable «Vamos muy bien», coreada con puños en alto como un mantra de resistencia, y la desatada «Solo lo hago en mi moto», una declaración de principios que Fortú escupió con furia, dejando claro que, con 45 años de ruta encima, la banda sigue cabalgando a toda velocidad sin pedir permiso ni perdón. Así se cerró esta noche infernal de invierno: con rock, con sangre, con historia. Y con el Obús estallando en el corazón de Santiago.
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