Los años de sangre y lepra de Death (2025)
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Los años de sangre y lepra de Death (2025)

Los años de sangre y lepra de Death (2025)

lunes 13 de enero, 2025

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Escrito por: Equipo SO

Por Claudio Miranda.

«Pre-Human years» es el término que la prensa especializada le da al catálogo de Death en sus tres primeros episodios. Lo sabemos, el impacto que provocó la bestia del ’91 fue capital, al punto de definir la identidad de Chuck Schuldiner como artista y explorador, incluso más allá de un género específico. Pero así como se elevó a una categoría que los tiene hasta hoy como referentes del metal más inclinado al progresivo, los inicios de Death nos muestran una cara muy distinta… y mucho más sangrienta.

Como el propio periodista y escritor español Salva Rubio lo define en su libro «Metal Extremo: 30 años de Oscuridad (1981-2011)», la trayectoria -y discografía- de Death se divide en dos ciclos. Nos centraremos en su primera etapa, aunque abarcando los dos primeros discos -en algún momento hablaremos de «Spiritual Healing» (1990). Precisamente los LPs que conforman el repertorio que interpreta Left to Die, la alineación capitaneada por dos nombres de vital importancia: el guitarrista Rick Rozz y el bajista Terry Butler, completando la formación el guitarrista y cantante Matt Harvey y el baterista Gus Ríos, ambos integrantes y fundadores de Gruesome. No es una elección casual, mucho menos si hablamos de Gruesome y su distintivo sónico, el cual bebe sin dramas de los primeros Death, porque es lo que respiran al momento de hacer death metal variando matices y, a la vez, aferrándose a los principios de toda una revolución en la música extrema.

Fundado en 1983 bajo el nombre Mantas, Death adquiere su nombre definitivo al año siguiente. Entre 1984 y 1985, Chuck Schuldiner, Rick Rozz y el baterista Kam Lee -posteriormente, la voz de Massacre y compañero de Rozz hasta el supremo «From Beyond» (1991)-, componen su propio material, el cua la ya daba una idea hacia dónde iba el asunto respecto al thrash de esos años. Música de naturaleza compleja, con pasajes musicales que iban mucho más allá de un asunto de velocidad. Para entonces, Chuck contaba con poco más de 15 años, pero su talento como guitarrista y creador ya daban una idea de para dónde iba la cosa en un contexto marcado por la paliza sónica que Metallica, Slayer y otros le propinaban al mundo.

Por supuesto, llama la atención que entre 1984 y 1987 hubiese pasado casi 4 años. Entre la edición del primer demo y el álbum debut. Parece bastante tiempo -en comparación a lo que pasa hoy en 2025-, pero tiene sentido para lo que proponía Death en su tiempo. Nadie estaba preparado para tamaño calibre de metal crudo, denso, con una voz literalmente expelida desde la tripa. Y si a aquello le sumamos el talento descomunal de un Chuck que aún no llegaba a los 20 años, el culto que se le rinde hacia esa época de demos y fanzines se explica con tan solo respirar aquel hedor de horror y sangre que destilaba la imaginación de Chuck. Muchos, pero muchos años antes de la parada introspectiva a proyectar en el corazón de los ’90s.

«Scream Bloody Gore»: bautismo en sangre

Técnicamente, el primer largaduración de Death es un álbum ‘solista’ de Chuck, con ayuda del baterista Chris Reifert -la mente maestra y motor de Autopsy-. No solamente es el escritor del álbum y la voz, sino que graba las guitarras y el bajo. Detalles a remarcar en pasajes como «Zombie Ritual», «Evil Dead» o «Baptized in Blood», donde tanto como los relatos de horror clase B, lo que impresiona es el nivel de complejidad y jerarquía desplegado para su época. Guitarras con un trabajo armónico muy al estilo de Iron Maiden, potenciado por la crudeza del metal subterráneo y llevando el estilo hacia terrenos que pocas agrupaciones eran capaces de poner un pie y vivir para contarlo.

Se entiende el eterno debate en el mundo del death metal, y con toda razón: ¿Possessed o Death? Los de San Francisco editaron «Seven Churches» un par de años antes. (1985). Una placa seminal en el estilo y con un sello mucho más satánico, maldito y oscuro que lo que profesaban Venom, Slayer y Celtic Frost. Pero «Scream Bloody Gore» (1987) lleva la violencia hacia el siguiente nivel, mucho más enfermo y retorcido. Comparable solo a la bestialidad primigenia de Kreator, Sodom y toda la oleada thrash de Alemania, Death en su primer capítulo nos dicta una clase de riffs, cambios de ritmo, una voz desgarradora y agónica hasta la médula. Y el talento que Chuck Schuldiner pulía como escritor e intérprete para toda una generación que abraza la muerte como lo único real.

Una curiosidad, y a lo mejor en estos días costará creerlo, es que Scream Bloody Gore obtiene una muy mala crítica por parte de la prensa especializada. La misma prensa que, una década más tarde, aplaudiría el temple pomposo de «The Sound of Perseverance» (1998). Gran parte del vapuleo se dirige hacia el mal gusto de una banda llamada ‘muerte’ y cuyas letras gore parecían ‘absurdas’, como todo el cine clase B de esos años. Un problema con el cual Chuck ya lidiaba desde el proceso de grabación del álbum; En palabras del propio Reifert, «los ingenieros (del estudio American Recordings, Florida) nos miraban con cara de no saber nada de metal». Scream Bloody Gore fue grabado dos veces, la segunda en los estudios The Music Grinder, en Los Angeles, la que quedaría en el registro que conocemos desde entonces.

Leprosy: caminos primitivos

Lo que en «Scream Bloody Gore» es un grito de muerte y locura hasta lo jamás imaginado, en «Leprosy» sube la estatura hasta transformar lo peor de lo nuestro en un nuevo paisaje. Se repite, de partida, el arte gráfico a cargo del destacado ilustrador Ed Repka -Megadeth, Nuclear Assault, Evildead, Municipal Waste, Gruesome… un etcétera interminable-. Y si la portada anterior era una orgía de horror y decadencia, «Leprosy» presenta una atmósfera de enfermedad en un paisaje desolado. Tiene sentido, además, el concepto de la lepra como una enfermedad infecciosa que ataca directamente a la piel y se expande hasta los órganos internos. Y su significado cultural se remonta a los tiempos en que contraer dicho mal derivaba automáticamente en la exclusión de todo sector social. Es cosa de leer aquellos pasajes de la Biblia, donde Jesús era el único en acercarse a los leprosos para sanarlos. Una actitud transgresora en esos tiempos en que la ley, supuestamente ‘divina’, establecía condena social argumentando que la lepra era el ‘castigo de Dios’.

La diferencia con el LP debut es notoria. El material compuesto adquiere otro nivel, menos demencial pero mucho más espeso y sofocante. No tan voraz como Scream Bloody Gore, pero sus progresiones y la forma en que se intercala la complejidad musical con la sensación de podredumbre, todos esos elementos hacen de Leprosy una experiencia a través de lo peor de nuestra condición humana. Lo interesante, por cierto, es que de a nivel de conceptos Leprosy deja en claro que hay cosas mucho más horrorosas que una partusa de sangre e ignominia. Y tiene que ver con lo que significa perder todo, no una muerte repentina, sino lo que nos sumerge de a poco e inevitablemente hacia nuestra muerte diaria. Y, por supuesto, lo que significa ser distinto como una enfermedad social.

Lo profundo del álbum -hasta cierto grado-, se refuerza con las habilidades que Chuck despliega en favor de un trabajo enorme desde su concepción. Se integran el retornado guitarrista Rick Rozz y el baterista Bill Andrews, con el bajista Terry Butler en los créditos. Este último recién entrando al estudio para el siguiente «Spiritual Healing». No se explica de otra forma la atmósfera que se respira en «Leprosy«, la diferencia respecto a su antecesor en lo que respecta la suma de matices y texturas, la cantidad de momentos que proyecta como un todo. El corte titular, «Born Dead», «Pull the Plug» -«end it now, it is the only way!!!»-, «Open Casket», «Left To Die»... todas dan cuenta de un trabajo melódico, con Rozz entablando con Schuldiner una conexión creativa e instrumental que chisporrotea fulgor armónico a raudales. Incluso el propio Rozz se da el lujo de aportar con una de su propia autoría, «Primitive Ways», probablemente la más conectada con el material anterior pero encajando con la autoridad ganada a pulso en esta segunda estación discográfica.

Este sábado 18 de enero, tendremos a Left To Die en el teatro Cariola ejecutando una selección de aquella época en que el death metal era un impulso desde las vísceras, literalmente. Quizás se extrañe algo de «Spiritual Healing», no lo sabemos. Pero lo que sí es seguro es que tras el retorno de Death To All el año pasado a nuestro país, Left To Die completará el ciclo para los fans acérrimos de aquella mítica etapa. La era fundacional del metal de la muerte.

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