Possessed en Chile: El infierno sagradoespera un momento...
miércoles 25 de junio, 2025
Escrito por: Equipo SO
Por Claudio Miranda
Fotos Octavio Mendoza
Sólo un año hubo que esperar para el retorno de Possessed a nuestro país, y al mismo recinto en la capital. Un hito impensable al menos hasta hace una década, cuando los californianos contaban apenas una visita previa -2007, teatro La Cúpula – y recién el lanzamiento del más reciente LP «Revelations of Oblivion» (2019) proporcionaba la seguridad de que dicho regreso iba mucho más allá del constante repaso a los clásicos. En esta ocasión, había motivo de celebración. O mejor dicho, conmemoración. 2025 es el año del aniversario 40 de «Seven Churches» (1985), una placa fundamental en el auge del metal en su vertiente más extrema y maldita. El eslabón entre el thrash y el death metal, si lo vemos desde la etiqueta, pero que en realidad logró algo mucho más impactante: un álbum debut compuesto y grabado por cuatro adolescentes que demostraron ser mucho más malvados y demoníacos que Venom y Slayer juntos. De aquella formación, solamente Jeff Becerra permanece como líder y voz, tirando durante sus buenos años del carro con el objetivo de preservar un legado que estuvo enterrado por bastante tiempo tras la disolución de la banda a finales de los ’80s.
Tan importante como la bestia avernal del ’85, es la constancia de Jeff Becerra como líder e ideólogo de una agrupación que sobrevivió a la muerte. Tras un asalto a mano armada que lo dejó confinado a una silla de ruedas y una difícil lucha contra las adicciones, Becerra se sobrepuso a aquello. Como si previera la importancia que tendría «Seven Churches» al momento de llegar a las cuatro décadas, la alineación conformada por los guitarristas Daniel Gonzalez y Claudeous Creamer, el bajista Robert Cardenas y el baterista Chris Aguirre recrea sin fisura alguna la energía y agresividad con que «Seven Churches» defiende y ataca con el desplante salvaje que lo mantiene igual de joven y visceral que hace cuarenta años. Es lo que habla por una banda, incluso más allá de la presencia o ausencia de integrantes fundadores. Y Possessed, de la mano de Jeff Becerra, cuenta con esos momentos memorables quizás escasos en cantidad, pero que en el directo se bastan para echar abajo un teatro repleto.
El puntapié inicial de la jornada estuvo a cargo de Kolossal Remains, una escuadra joven que produce en su calidad de invitada una dicotomía generacional dentro del mismo ecosistema death metal a la antigua. Kolossal Remains es sinónimo de novedad, y su jóvenes integrantes convergen sus maestrías respectivas en favor de una propuesta que bebe directamente del legado de Death/Chuck Schuldiner y el sentimiento de agresión implantado por Kreator desde los ’80s. Basta con que «Alineate» y «Non Deliverate», los dos primeros misiles, se dejen caer con todo su efecto devastador para reparar en las virtudes de una agrupación que hace de la solidez su mejor arma, incluso ante las dificultades en el sonido.
Tal como lo presentan al terminar el set, «The Vacuum» es el adelanto que está circulando en las redes oficiales. Próximos a estrenar su primer largaduración, es una maravilla poder apreciar lo que se manda Kolossal Remains tanto en dicho single como en las igual de notables «Unconscious», «Condemned» e «Inmaculate». A lo que vinieron, sin tanta palabra en medio y demostrando por méritos propios que el recambio en la escena es un proceso natural y, a la vez, sorprendente cuando la estatura de su repertorio se refina con la consistencia requerida en la música extrema. Es la virtud que unos pocos tienen cuando presentan su acto ante un público que de a poco ingresa al recinto de calle San Diego. Y en una banda de la talla de Kolossal Remains, es una señal de buenos augurios para lo que esperemos sea un estreno en sociedad apenas su LP debut vea la luz.
Así como la jornada empieza en la actualidad, continuamos de lleno hacia la historia local. La historia que escribió en los ’90s Execrator, nombre clave en el desarrollo del death metal durante los días de la Sala Lautaro. «Suicide» y «Tears… Blood», casi pegadas una de la otra, inauguran un espectáculo aparte. Es cosa de que nuestro Álvaro Lillo se exprese a su manera para darnos cuenta en lo poco y (casi) nada que algunos de nuestros nombres históricos se paran de igual a igual con las leyendas del Hemisferio Norte. Y Execrator tiene de eso que no puedes describir con palabras exactas, sino desde la actitud de una banda que dispone toda su experiencia en favor de un despliegue sónico e instrumental que se aferra a las viejas formas, aunque con la lucidez necesaria para impresionar a un público que probablemente se llevará una sorpresa en cuanto a sonido y puesta escénica.
En un repertorio donde el calibre de «Born Again» y «Symptom of Darkness» le guarda un lugar merecido a la novedad plasmada en «De Sangre y de Fuego», es necesario valorar la forma en que Execrator preserva su rótulo de clásico con todos los méritos correspondientes y por haber. Porque tanto como los ladridos de Álvaro Lillo -también encargado de mantener la solidez en las bajas frecuencias-, las guitarras de Julio Espinoza y Roberto Nervi comparten roles en el ataque sónico, mientras la batería de Cristian Medina dispone su potencia y experticia como jugando de memoria. Todo lo que basta para que «Men and Their Gods», «Reprisal», «That Forgotten War» y la dupleta asesina «Death of God» y «Silent Murder» triunfen ante un público maduro que hoy las hace propias con puño en alto, como hace más de 20 años. Es lo bonito que nos deja Execrator en su ciclo actual, tanto a los jóvenes de ayer como a las nuevas fuerzas que se dan el tiempo de presenciar el oficio desplegado por nuestros próceres.
Antes de ahondar en el plato de fondo, debemos reparar en lo sobrepasada que estuvo la seguridad del recinto. Específicamente en la entrada del teatro, por causa de algunos que pusieron en aprietos la seguridad del lugar y obligaron a la producción a abrir las puertas antes de que la situación pasara a mayores, con los puestos de venta de merch (discos, poleras) expuestos ante lo que pudo terminar mal. Por supuesto, dejemos claro que son una minoría, algunos personajes tratando de ingresar sin pagar. Son los estúpidos de siempre que tienden a confundir autogestión y rebeldía con «gratuidad».
Ahora sí, a lo que venimos. A lo que se detona desde la primera bocanada con «The Eyes of Horror», la que titula el EP editado en 1987. De inicio a fin, una banda intacta en todos sus flancos y disponiendo cada integrante su experticia en favor de un legado que no para de arrasar con todo a su paso. Al frente, un Jeff Becerra entregado a sus dotes vocales como en su mejor época. desde su silla de ruedas, se basta de su propia presencia para dirigir la paliza que Possessed descarga ante un público equilibrado entre metaleros viejos -algunos asistentes acompañados de sus hijos, compartiendo la misma pasión y gusto- y adolescentes ávidos de violencia sónica. La misma simbiosis que podemos notar en un set donde «Tribulation» -del excelente «Beyond the Gates» (1986)– y «Demon» -del mencionado «Revelations of Oblivion»– conviven bajo la misma catástrofe natural con resultado extintivo.
Lo prometido y lo soñado en una sección totalmente dedicada a «Seven Churches». El sueño de todo metalero adolescente, sea en los ’80s o en pleno 2025. Al punto que desde la intro que da paso a «The Exorcist» desate la centrífuga humana que transforma la cancha del Cariola en una zona de desastre, si no el infierno mismo. Y es que Possessed, para muchos una banda encapsulada en una era determinada del metal, en vivo revitaliza la vibra maldita de la opus del ’85 para traducirlo a un espectáculo demoledor. Así es como «Pentagram», «Burning in Hell», «Evil Warriors» y la titular «Seven Churches», una a una se encargan de dar forma a la combinación de momentos y factores que hacen de Possessed un nombre obligatorio en el género, capaz de extender su efecto de catarsis y purificación hasta un público que aún no nacía cuando la banda estaba en su apogeo junto a Metallica, Slayer y otras leyendas en el estilo.
Cuando pasamos a la segunda mitad de «Seven Churches» ejecutado por completo en vivo, y pese a que el sonido juega en contra de la nitidez de las guitarras, reparamos en los detalles que hacen del LP hoy celebrado una Declaración de Principios. Como en algún momento del show nos señala el propio Becerra, es música escrita y tocada por adolescentes de 16 años. La edad que Becerra y sus compañeros históricos frisaban en 1985, la misma edad de algunos niños cuyos cuerpos flotan en un mar de cuerpos sudorosos en plena noche de invierno. Contando incluso los artefactos que volaron por los aires y algún entusiasta que se subió al escenario para ser retirado -no sin dificultades- por la seguridad, es el paisaje que «Satan’s Curse», «Holy Hell» y «Twisted Minds» proyectan como un retrato orgánico de lo peor de lo nuestro. Al mismo tiempo, la atmósfera maligna de «Fallen Angel» termina por sumergir nuestras cabezas en el corazón de un estilo que hasta hoy retumba en el gusto y disgusto de quienes se exponen a tamaña descarga de brutalidad y energía. Y culminando el repaso por el álbum más importante de Possessed, una categórica «Death Metal» recepcionada con una bengala que, digámoslo de una vez, se tomó su tiempo en aparecer con toda la vorágine propia en estos parajes donde el metal significa entrega sin mesura que valga.
Para abrochar una noche caótica. «Graven», «Seance» y «Swing of the Axe» repiten el trinomio inicial que conforman los trabajos restantes de Possessed. Todas elegidas con pinzas para coronar un repertorio literalmente soñado, aunque opacado por un sonido, a ratos, muy deficiente en cuanto a claridad. Con todos sus ripios, y hasta lidiando con situaciones en que la seguridad del recinto se vio superada, no quepa duda de que hubo una visión muy similar a la descrita en el Apocalipsis, con las Siete Iglesias a las que el Dios cristiano dirige su advertencia ante el peligro de arder en el infierno sagrado. Una imagen metafórica que deja de serlo cuando la respuesta del público, fiel al metal de la muerte desde la raíz hasta el sudor, es la catarsis misma. Y eso es lo que le da a Possessed un distintivo capaz de invocar un lienzo de ángeles caídos y guerreros de maldad, mientras las mentes retorcidas sucumben ante la maldición del ‘cola de flecha’.
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