TIMECODE: LA RUPTURA DEL EQUILIBRIO (2025)espera un momento...
lunes 17 de marzo, 2025
Escrito por: Equipo SO
Por Pablo Rumel
INNOVANDO DESDE LA VIEJA ESCUELA
Con su Quinta larga duración, los veteranos chilenos de Timecode, quienes vienen cultivando sonoridades violentas desde 1999, nos sorprenden con un denso viaje de treinta y nueve minutos y catorce segundos, con líricas completamente en español, distribuidas a través de ocho cortes entrelazados que, como las partes de un ser tentacular, buscan destruir nuestro equilibrio interno.
Empezamos este viaje demencial con «Paroniria», una condición médica que afecta a pacientes con sueños mórbidos y pesadillas, causada por uso de antihistamínicos, miedo, estrés, depresión o traumas. Unos primeros acordes tenues y limpios, como simulando la entrada al mundo onírico, son destruidos en mil pedazos por una sección de guitarras pesadas, con riffs rápidos que con la misma velocidad y saña disminuyen las marchas con patrones progresivos: la batería, obra y gracia de José Pulido, machaca el fraseo lírico, sumándole rapidez a la canción, creando así un contraste que va desde pequeñas secciones atmosféricas y lentas, a tempos más rápidos. A través de los muros sónicos de Timecode, la voz gutural de Abraham Lazo emerge rasposa y afilada, cargada de una gravedad y reverberación que adquieren tonalidades acuosas, como la de un ser anfibio que, chapoteando en un charco infecto, vocaliza con el agua pantanosa impregnando sus pulmones.
«Inquina», segunda canción, se funde con las notas finales de la anterior —será una constante en el disco—, dándonos a entender que estamos escuchando una sola gran pieza dividida en secciones. Con una introducción calma, ingresamos a este nuevo microcosmos acompañados por una voz susurrante pero gutural que nos espeta “todos parecen muertos”, cuya moldura es sacada de la viejos estandartes —o debería decir ataúdes—, del funeral doom, con un sonido espeso y mortuorio que remite a los primeros Katatonia o a los fugaces Thergothon: se trata de riffs lentos y arrastrados, con una batería bien manejada que alterna momentos jazzeros con blast beats, creando un contrapeso que celebramos, pues la artillería pesada no está ahí solo para llenar vacíos a puro machaque, platillazo y doble bombo, sino que aporta quiebres e intervalos; en esencia, se trata de una base rítmica alejada de esa linealidad vertiginosa que alguna vez caracterizó al baterista promedio de estilos como el black y el power. Mauricio Cornejo, al mando de las cuatro cuerdas, hasta el momento había desempeñado la función de darle mayor densidad al sonido, tiene su momento protagónico al cierre de la canción, con líneas de bajo distorsionadas y lentas con profundos reverbs, lo que le otorga un aire más funerario a la música.
Ya en «Sevicia» apreciamos mayor velocidad; acá se despliega una estructura death metalera más clásica de los Timecode, bien blackened, principalmente por el uso amplio de tremolo picking, algunos tramos con aceleraciones thrasheras (póngale atención a esos riffs bien arrastrados por el diapasón al primer minuto aproximado); en otro orden están las múltiples capas atmosféricas creadas a pura púa, trabajo muy bien ejecutado por los guitarras Celso Garcés y Emilio Parra, dúo que apuesta por potenciar las secciones rítmicas de la banda, evitando el vendaval de solos ultratécnicos: hay una contención bien dosificada que converge en composiciones grupales, y no en mero exhibicionismo, y por eso sostenemos que el sonido de este álbum está más cercanos a sus compatriotas de King Heavy o Capilla Ardiente, que de los Criminal o los Torturer.
«Desvarío» marca la nota alta en el disco. Con unos power chords de apertura con una batería que innegablemente entra en “desvarío”, crea unos rabiosos compases contrapuntísticos y sincopados que sitúan a la banda de lleno en las tierras del progresivo; las melodías desplegadas son pura vorágine al borde de la disonancia, y es que el tema demanda caos. La lírica resuena en nuestras cabezas recordándonos que todo esto va de patologías mentales: “Un cuerpo velado por sombras a merced de demonios internos/ Transforma su cordura al ver su imagen deformada atrapada en un espejo”, pura poesía negra de psiquiátrico que bien habrían firmado
un Baudelaire o una Sylvia Plath.
Y si tras el desvarío viene la calma, «Figuración» funge de fin de primera mitad, que como en los álbumes clásicos estaban ahí para marcar el fin del lado A. Se trata de un instrumental de menos de dos minutos, que con acordes hipnóticos, nos percatamos que en realidad no venía la calma, apenas una pequeña pausa, pues acto seguido llegamos a los territorios de «Entelequia»: el bajo le entrega todo el espesor a esta canción acelerada con secciones más ralentizadas. El solo del último tramo crea una disonancia muy bien lograda, pues mientras las notaciones van largas y sostenidas, la base rítmica se acelera, y esta es una clase de riesgos que los oídos agradecen, están ahí no solo para llamar nuestra atención, sino también para demostrarnos que se puede innovar en la música de siempre sin caer en los lugares comunes del género.
«Saliencia aberrante», otra terminología del argot psiquiátrico, trata sobre la aparición de trastornos psicóticos en esquizofrénicos. El séptimo corte es una suerte de compendio de lo que hemos venido escuchando, riffs lentos seguidos de rápidos, con breves parajes atmosféricos, destaca el cierre con unos coros que se entrelazan con las vocalizaciones, creando un momento de alto clímax, con cierre final de teclados con un sonido entre Hammond y dungeon synthero: una ambientación fúnebre que sirve como antesala para la última fase de este universo de locura y desgarro.
Y con esas notas largas mortuorias de ultratumba del tema anterior, llegamos al final con «Autoscopia». Una batería que viene de lejos va ganando presencia a ritmo acelerado y con harto fill, manejo de platillos y juego de toms y cajas, junto a líneas de bajos espiraladas, marcando el paso final del vórtice metalero en que hemos estado sumergidos, o mejor dicho, enterrados. Se trata de la pieza más larga, seis minutos y cuarenta y un segundos, no deja de tener una fuerte vocación deathmetalera, pero dejándonos de etiquetas, el sonido que producen estos muchachos es más acuoso y atmosférico, que el seco y arenoso de los grandes gigantones del género, como Asphyx, Nile u Obituary.
Al menos tres cosas hacen que este disco sea memorable: en primer lugar, es de agradecer que no exceda los cuarenta minutos. Es común que las bandas agreguen mucho material de relleno, y no hablo de bonus tracks ni de versiones alternas, hablo de álbumes inflados que rebasan los cincuenta minutos; acá ocurre lo contrario, gracias a su brevedad se ha favorecido la unidad compositiva del disco. En segundo lugar, se trata de un disco menos de cabecear que otros de su cosecha: es mucho más introspectivo, sin perder un ápice de brutalidad, ni traicionar su propia matriz compositiva. Y por último, su audición es compleja, el disco demanda una escucha activa, no es música para ir silbando por el cementerio, tiene muchas capas y recovecos, y como en las mejores obras, sus secretos se van descubriendo a medida que le damos más y más atención. En conclusión, Timecode se abre paso por la jungla metalera explorando nuevas sonoridades, y que sin temor a equivocarse, apuesta por algo nuevo con tal de no repetirse.
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