Yajaira «Epopeya» (2024)espera un momento...
jueves 08 de agosto, 2024
Escrito por: Equipo SO
Por Claudio Miranda
A nada de llegar a los 30 años de carrera, Yajaira vive un momento que se traduce en la acertada elección del título. Tras finalizar el ciclo del sólido «Post Tenebras Lux»(2017), y con la emergencia sanitaria que mantuvo en vilo a todo un planeta, Comegato y Sam se las ingeniaron para mantenerse en forma y cocinar un largaduración que tuvo mil peripecias en el camino. Algo nos avisaron con el lanzamiento del EP «Turbias Visiones», pero el «gran proyecto» pedía a gritos salir hacia la oscuridad exterior, la que hoy envuelve a un planeta que sobrevivió al fin de los tiempos modernos. Resulta extraordinario que el título del álbum sea coherente con las hazañas de un conjunto que tuvo que superar mil y un obstáculos en un período de cuatro largos años. En palabras del propio Comegato a un destacado medio local: «… lo más cercano a un relato heróico sobre hechos y acontecimientos, largamente desarrollados, que tiene que ver con lo que nos pasó y en cómo fue hecho el disco«. Y con toda razón, si «Epopeya», tanto en la identidad de las canciones como en su trasfondo es una proeza, donde primó el valor y la voluntad en medio de la incertidumbre. Es la historia reciente de una agrupación pionera en el género stoner-doom en Chile y Sudamérica, marcada durante la última década por la convicción de la autogestión y la fidelidad a los valores del rock pesado en una época de altas turbulencias.
Si el anterior «Post Tenebras Lux» (2017) destacaba por su personalidad más directa y muy en plan «dos cucharadas y a la papa», ahora toman un camino distinto. Quizás elaborado y con un trabajo de arquitectura mucho más variado y grandilocuente. «Epopeya» es un edificio babilónico, un laberinto de atmósferas y momentos anímicos que nos sumergen en un mundo aparte. Y es cosa de tasar el corte titular, el más largo de la placa, para darnos cuenta de que en Yajaira hay un sentido del desafío que sus integrantes abrazan como una causa por la cual dar la vida en cada ciclo. Un sonido voluminoso y cristalino a la vez, un nivel de composición que nos remonta a los primeros tres discos, en especial «La Ira de Dios» (2002), pero siempre con la mirada hacia adelante y los pies en el entorno que los rodea hoy. Hay un toque progresivo que se manifiesta a lo largo en determinados pasajes, donde en 10 minutos ocurren mil cosas y donde cada instrumento y componente intercala protagonismo sin opacar al resto. El desempeño de Comegato, tanto en la voz como en el bajo, es una clase magistral de expresión que transforma lo abstracto en una idea concreta. En las bajas frecuencias, su entendimiento con Sebastián Flecha Arce, el baterista de los primeros dos discos y retornado para grabar el disco y algunas fechas en vivo, es inapelable cuando se trata de subir y bajar la velocidad en favor del objetivo en cada parada. La guitarra de Sam, en tanto, se mueve entre la consistencia y lo etéreo, invocando desde los fundamentales Soundgarden y Kyuss hasta la nube onírica de Cocteau Twins. Y como veremos en toda la placa, y así ha sido en sus LPs anteriores, no hay lugar para la obviedad del género, sino que lo que ya conocemos hace 30 años se canaliza con maestría en cada episodio.
En «Las Pestes» vuelve el Yajaira más directo, pero no nos confundamos. Si en ocasiones anteriores solían culminar el patadón de furia con una bajada hacia el letargo del valle, acá se la juegan por sostener su calor de metal crudo de inicio a fin. Sabemos que Sam, además de ser un guitarrista extraordinario, tiene una voz que rememora la entrega de Mark Arm. Y nada de eso nos previene de cómo exige sus cuerdas vocales hasta el último aliento, mientras Comegato acompaña en la voz como si fueran cómplices en pleno acto contra la ley o escapando ambos ante la amenaza pandémica que cobra vidas por doquier. La gran diferencia entre una buena canción y un puñetazo en la cara, se explica en esta pieza de manera clara.
El bajo acechante de Comegato es el centro gravitacional en «Cuerpos Extraños». Rock pesado en estado químicamente puro, sin etiqueta que valga cuando hay un propósito desde el estómago. El hálito a Saint Vitus en su fase primigenia con algunas cucharadas de Fleetwood Mac (Peter Green) el Pink Floyd post-Barrett, le da a este pasaje del disco un temple que se eleva hasta el firmamento. Dicen que el gran abismo no está abajo, sino hacia arriba, donde «Vuelta al Sol» levanta sus brazos para recibir la luz del astro-rey cada vez que su órbita lo acerca. Con qué elegancia y swing Yajaira te brinda esta pieza de antología, para después retomar los decibeles en «Algo se está Quemando». Uno de los adelantos de «Epopeya», donde Sam le exprime a la guitarra todos sus recursos ‘vocales’ en favor del viaje como objetivo manteniendo en trance al oyente para que la voz de Comegato lo despierte hasta mantenerlo en su mismo estado alterado. Sólido y consistente en cada surco, convergiendo melodía y eclecticismo en una rúbrica grabada a fuego en la piel. Y hablando de estados hipnóticos, «Rayo Psíquico» destila su encanto de manera sigilosa hacia quienes creen estar preparados para tamaña muestra de poder mental. Por cierto, cómo lo hace Flecha para conllevar la potencia de su pegada con la fineza propia de la experiencia dentro y fuera del rock pesado. Pieza fundamental en un trabajo que marca diferencias y, al mismo tiempo, reluce la integridad de una agrupación que se aferra a la suya.
El cierre con «Siglos de Opresión» define, precisamente, la rectitud de Yajaira como nombre estandarte del rock subterráneo. Su efecto es de un alucinógeno que de la paz inicial progresa hacia la desesperación, hasta dejarte en un estado psicótico de consecuencias irreversibles. En caída libre hacia la oscuridad de los tiempos, para terminar flotando en un limbo mental. Hay cosas que no pasan solamente por tocar de una forma u otra, sino que dicha forma de tocar y sonar derive en la proyección de imágenes y metáforas sin necesidad de caer en la explicación obvia. Por eso es que «Epopeya» marca un nuevo y apasionante capítulo en una discografía intachable; porque a sus creadores les gusta el peligro. No el de la caricatura rockstar, sino el que se debe a los mismos principios que los hijos de la noche profesan de manera silenciosa y ruidosa a la vez.
Los bonus tracks de «Epopeya» no solamente mantienen el nivel de la placa, sino que conforman un deleite para los fans del Yajaira antiguo. Tanto «Monolítico» como «Odisea» -son un acierto al incluirlas en un álbum que de por sí nos deja sin aliento. En especial la segunda, cuyo título y esqueleto sirve de enlace entre el inicio de nuestra leyenda subterránea y el presente marcado por ideas genuinas que se mantienen a contracorriente de toda señal de modernidad. «Epopeya» se debe a su variedad de ritmos a la par de su atmósfera de clima cambiante. Hay madurez y contundencia que en vez de restar vitalidad, le suman gracias a su propósito genuino. Mucho más de lo que esperábamos en estos tiempos, Yajaira nos ofrece una nueva gesta, tan inclasificable como suprema.
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