Pentagram en Chile: Antiguos demonios con nueva vida
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Pentagram en Chile: Antiguos demonios con nueva vida

Pentagram en Chile: Antiguos demonios con nueva vida

domingo 23 de marzo, 2025

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Escrito por: Equipo SO

Por Claudio Miranda
Fotos por Octavio Mendoza @InCircum

La primera vez de Pentagram en nuestro país (8 de septiembre de 2022) tuvo un sabor especial. Era la primera vez de la legendaria banda estadounidense en suelo chileno, un debut postergado por la emergencia sanitaria de los dos años anteriores. Aquella helada noche de septiembre se saldó una deuda, se cumplía el sueño de una fanaticada que bebe doom metal desde la tripa. Un sabbath que, además, congregó teloneros de la talla de Poema Arcanus y El Gran Temor, así como generó la convocatoria en un público que se diluía entre músicos de la escena local y fans acérrimos del sonido pesado. Y el plato de fondo, un espectáculo redondo, con un repertorio a la segura, un Bobby Liebling haciéndole honor a lo que lo hizo grande más allá del personaje, y una banda aceitada que cumplió y gustó. Y una bengala que, más allá del riesgo correspondiente, fue una señal de fiesta y desahogo tras esos dos años de emergencia y encierro que se hicieron una eternidad.

Cuando se anunció unos meses antes el regreso de Bobby Liebling y sus compas a nuestro país, y esto adjunto a lo impensado que era hasta hace una década tener a estos señores en estos rumbos dos veces en menos de un lustro, lo que esa vez fue un sueño cumplido ahora tenía el deber de la confirmación. «Lightning in a Bottle», su primer lanzamiento en una década, fue editado empezando el año en curso y la motivación que proyecta en cada surco ya nos daba una idea tan certera como incómoda. Y es que con una formación totalmente renovada, la labor de Tony Reed como guitarrista y productor derechamente le da cara a los dos trabajos anteriores con el sempiterno Victor Griffin. Una afirmación que puede arrugar la nariz de los seguidores más puristas, pero basta con ponerle play al lanzamiento mencionado para darse cuenta de que hay una motivación que se extrañó mucho en las dos placas antecesoras, sobretodo en «Curious Volume» (2015). Por ende, la presencia de «Lightning in a Bottle» en el repertorio sería generosa, y con justa razón. Es el presente de una banda que, pese a todo -incluyendo las decisiones de su cantante y líder-, se la juega en su reciente rito discográfico por un sonido fresco, apuntando a las nuevas formas en equilibrio con los valores de la era clásica del rock pesado.

El reloj marcando las 20 horas, y con puntualidad suiza, los chilenos IIII le dan el puntapié inicial a la jornada con su propuesta arraigada en el post-metal y el hardcore más lento. De su trabajo recién salido del horno titulado «Nueva Desesperanza» -¡vaya título!-, «Judas» sale a relucir su músculo ligado al doom metal, con la voz del también bajista Christian Spencer reflejando la crudeza humana con que la música canaliza la frustración para transformarla en resiliencia. Del mismo trabajo editado en diciembre del año pasado, «Fauces» le sigue casi de inmediato, con Spencer dándole a las bajas frecuencias una fuerza capaz de acariciar los huesos, mientras las guitarras de José Mercado y Pedro Romero conforman una dupla que proyecta su oleaje sónico con la precisión requerida para que el ruido tenga razón de ser. Completando el cuadro, Mono Molina en la batería imprime en cada golpe la descarga emocional que implica el post-metal desde la necesidad de comunicar una idea, como tiene que ser. Una serie de rasgos y virtudes que le ha valido a IIII un nombre referencial en espacios ligados al género como el ciclo Feral, incluso compartiendo escenario con otros nombres locales.

Así como «Nimio» y «Elegos» exponen la forma en que IIII presenta su material de estudio en el directo, las más recientes «Nueva Desesperanza» y «Unas Cuantas Palabras» son traducidas a un show intenso en cuanto a despliegue sónico. Y es que, a pesar de que la asistencia a esas horas en la Blondie era escasa respecto a lo que se vendría después, IIII tiene eso que lo hace atractivo y, de paso, entabla lazos estilísticos dentro del mismo amor por el riff a profesar. Como nos comentaba de pasada Julián Inostroza, bajista y compañero de Spencer en Bagual, había que atreverse con la diferencia y IIII aportó con dicho factor a su manera. Todo en una ejecución de treinta minutos que dejó huella grabada a fuego tanto en los seguidores de IIII como en quienes se habrán llevado una sorpresa satisfactoria en cuanto a la diversidad dentro de un mismo territorio.

Con la Blondie hecha una caldera, y los propios músicos apareciendo en escena sin necesidad de ningún preámbulo, bastó la aparición del entrañable Bobby Liebling para que Pentagram concretara su regreso al sur del mundo, mientras el patadón con «Live Again» surtía el efecto inmediato. El corte que arranca su placa más lozana, dibujado y hecho para abrir un ritual sabbathero, como manda el cola de flecha. Por más que tratemos de ser objetivos y analíticos hasta el detalle, lo que detona Pentagram en el arranque es un mar de cuerpos saltando y cuellos castigados por el inmisericorde headbanging. Al mismo tiempo, nos permite apreciar de entrada el estado de gracia y confianza de una banda totalmente renovada después de la gira que los trajo por primera vez a Chile y en el mismo recinto. El fiato escénico entre Bobby Liebling y Tony Reed, una postal que se repetirá durante toda la presentación, con Reed aportando una cuota de stoner-doom que contrasta bastante con el heavy clásico de próceres como Victor Griffin. En la base rítmica, el baterista Henry Vasquez y el bajista Scooter Haslip ejercen su labor a base de destreza y precisión tan descomunales como vitales cuando hablamos de doom metal o rock pesado en su sentido literal,

Todas las preguntas sobre el despliegue sonoro de Pentagram circa 2025 se termina por responder en «Starlady» y «The Ghoul». Dos clásicos a los que Tony Reed le imprime en sus seis cuerdas un sonido más cargado al stoner que al heavy clásico de Victor Griffin. Y lo sabemos, las comparaciones son odiosas, pero el feeling que desborda Reed en sus solos termina por convencernos de lo evidente respecto a una motivación hoy fragante. De la misma forma que Vasquez, titular en los míticos Saint Vitus durante su ciclo más flamante, disipa cualquier intento de discusión en base a su dominio ciclópeo de precisión y fuerza. Y la solidez que el zurdo Scooter Haslip proporciona mediante su puesto en las bajas frecuencias, corona el excelente estado de salud que Pentagram aprovecha hasta el disfrute. Lo pasan bien, lo disfrutan como el viejo Bobby sabe hacerlo en el escenario.

Volvemos al fulgurante presente en el repertorio con «I Spoke to Death», una que triunfa inapelablemente por lo que emana en el estudio y lo que retumba en el directo. Ahí se nota, pero a kilómetros, que «Lightning in a Bottle» tiene un propósito, una idea que se impone en un espectáculo fragoso a nivel de sonido, maestría y mucha, pero mucha constancia. Por lejos, la gran virtud que Bobby Liebling ha pulido durante más de medio siglo en la carretera, incluso en sus momentos más bajos. Por cierto, se habrán dado cuenta de que Bobby, nacido hace 71 años en Brooklyn, tiene una voz quizás no privilegiada ni bien dotada, pero sí distintiva. Un rasgo prevaleciente en una banda que, pese a sus incontables movimientos de fichas durante más de 50 años, se aferra a su esencia primigenia mientras, al menos en su ciclo actual, acentúa la mirada en las nuevas formas sin complejo alguno.

«Cuando hables con la muerte tienes que cuidarte, porque cuando suceda, vas a morir en vano», proclama un solemne Bobby Liebling al conectar la nueva «I Spoke to Death» con la clásica y obligatoria «When the Screams Gone». Una que reconoces por su riff principal al inicio, potenciada con lo que le da Tony Reed a su rol en la guitarra. No es solamente un tema de sonido, sino de lo que logra Reed junto a Liebling en su puesta en escena. Músico profesional e ingeniero de sonido, es un tipo curtido en las lides del rock pesado, aunque Pentagram sería hoy su primera incursión en las grandes ligas, mediáticamente hablando. Y en el directo, su aporte en cuanto a destreza y presencia resuelve toda interrogante, hasta logra derribar por méritos propios ciertos dogmas respecto al nombre ‘intocable’ de turno. Qué lindo cuando esos dogmas son echados abajo a patadas, no a la fuerza ni por «demostrar algo», sino con las armas que te hacen realmente enorme y referencial. Y, obviamente, un propósito que muchos consagrados con el mismo recorrido en años quisieran tener. Lo nota la gente, lo advierten quienes dejan la vida y rompen la voz en «Sign of the Wolf (Pentagram)», donde aumentan los bpm y Pentagram dispersa su energía como si en ello se nos fuera la vida.

Tanto como la energía desbordada y las toneladas de jerarquía que Pentagram destila en el directo, gran parte del espectáculo radica en la elaboración del repertorio. La sintaxis mefistofélica que se va levantando a medida que transcurre la noche, con puntos altos en los clásicos y el material nuevo. Y Pentagram, en determinada altura de su presentación, se la juega por ubicar un bombazo como «Review Your Choices» en una sección poblada del material correspondiente a «Lightning in a Bottle». El empuje rítmico de «Might Just Wanna Be Your Fool», el boogie electrizante de «Solve the Puzzle» y la intrepidez de «Thundercrest», las piezas en cuestión, denotan el momento rozagante que vive Pentagram en estos días, jugándose la vida donde otras leyendas con más renombre prefieren cuidarse. A todo esto, en «Thundercrest» a Henry Vasquez se le cae un platillo, y mientras un roadie -en cosa de segundos- le repone el artefacto, sostiene con los dientes una baqueta en pleno fragor rítmico. Vasquez lo disfruta con todo, y es cosa de notar su particular sonrisa, a la par de la fuerza pantagruélica con que castiga los tarros sin perder el hilo musical en lo absoluto.

Démonos un espacio para hablar más de Henry Vasquez, y qué mejor momento para hacerlo que en «Walk the Sociopath». Si hablamos de doom metal químicamente puro, el broche de «Lightning in a Bottle» es un pasaje gráficamente ejemplar. Porque una cosa es la importancia del riff, otra muy distinta es la respuesta o apañe por parte de la percusión. Y lo que se manda Vasquez, un caballo loco, un baterista que se transforma en un salvaje con paroxismos fuera de tiempo, es un show tan aparte como coherente con lo que defiende Pentagram desde el corazón de los ’70s. El doom metal es la convicción por tocar lento. Pero, ante todo, la lentitud implica también transmitir una idea real, un sentimiento. Hay una forma de hacer las cosas que no se viste con la velocidad, sino con ideas tan consistentes como el espesor sónico que Pentagram propaga ante un público que abraza dichas ideas a morir.

Tras el set regular, el ritual nos lleva al último tramo empezando con «Forever My Queen». Tanto como la voz singular de Bobby, resulta escalofriante escuchar las cerca de mil voces gritando «I’m running away with myself..«, con puño en alto adjunto al headbanging tenaz. No es solamente un género, sino un sentimiento de comunión con el sonido pesado desde la tripa, del cual Pentagram es tan pionero como las huestes de Birmingham. Y el broche de oro llegaría con «20 Buck Spin», una que quizás pasa colada entre otros himnos con más linaje, pero que le hace honor a su rótulo de clásico por todo lo que brinda como estación final en una presentación más que rutilante.

Si la primera vez se respaldó en un repertorio cargado a los ‘grandes éxitos’, el regreso de Pentagram a Chile nos muestra a Bobby y su pandilla como una fuerza imperial que expone sus credenciales más allá de un pasado tan oscuro como valioso. El lobo tatúa su marca con nuevos bríos, se atreve a hablarle a la muerte desde el primer al último grito que viene. No es fácil explicar lo que significa Pentagram sin escudarse en la metáfora o el ‘doom metal’ como etiqueta, pero hay algo en su espectáculo que conlleva tamaño espesor en su sonido, lo que deriva en un efecto de catarsis y purificación, en instantes clave con algunos cuerpos flotando sobre un mar de gente, donde puedes distinguir entre el público a Doom Peterete y Oriana Portus (Arteaga), Sergio Álvarez (Mar de Grises, Mortajas), Felipe Vuletich (BlackFlow), Pedro Ogrodnik (Vorágine), el propio Julián Inostroza, entre otros ilustres del circuito local. Es el fruto de la nueva vida que los antiguos demonios obtienen tras pasar el corredor de la muerte por enésima vez. Y no quepa duda de que el ritual en vivo de Pentagram en suelo chileno, si fuera el último en estos parajes, habrá sido el estruendo definitivo.

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