LACUNA COIL : SLEEPLESS EMPIRE (2025)espera un momento...
lunes 24 de febrero, 2025
Escrito por: Equipo SO
Por Pablo Rumel.
LACUNA COIL NO SE DUERME
Con su onceavo álbum de estudio (décimo si descontamos la regrabación de Comalies), los milaneses regresan con un disco potente, con momentos memorables, siguiendo la línea inaugurada desde Karmacode (2006), con un sonido más modernizado, con harto groove y capas industriales, y cómo no, altas dosis de lirismo gótico y atmosférico.
«The siege» es el arranque: teclados etéreos y un cántico que recuerda escenas extraídas de La Biblia abren los fuegos con el poderoso gutural de Andrea Ferro, que llega a este disco en plena forma, con su voz aceitada, más potente y rugiente que nunca. Unos riffs bien stoners, con teclados épicos, preparan la llegada de Cristina Scabbia, quien entra al disco con fraseos calmos, sosteniendo cada nota sin forzar nada, con su potencia vocal característica. La lírica es una suerte de scream contra los obstáculos, un retroceder, rendirse nunca jamás. La artillería tamboril a cargo de Richard Meiz está más que a la altura, ejecutando con maestría los cambios de ritmo que la canción demanda, con una rítmica a doble pedal alejada del “tuca-tuca”. El contrapunto del dúo Ferro-Scabbia del último tramo hay que ponerle oído, pues es uno de los momentos más altos del disco.
Y así llegamos a «Oxygen». Si el tema anterior tenía una marcada línea épica, con este corte entramos a una zona más metalcoresca, con unos riffs que ponen a las guitarras adelantes, en primerísimo primer plano. Los gritos iniciales de Cristina, como imitando el ahogamiento desesperante, seguido de los guturales largos y sostenidos de Andrea, nos recuerdan la estampa operística del dúo, trabajo que se agradece pues no repiten la fórmula ultraexplotada de “la bella y la bestia”; se nota que están en la misma sintonía, sin ese acartonamiento de otras bandas, ellos están cantando de cuerpo presente, en un diálogo que no se interrumpe ni que suena impostado: “My breath is getting lighter/float on crimson Waters”, no lo traducimos para no romper la musicalidad de los versos, brillantemente escritos y que el dúo les saca el máximo provecho.
Tercera pista: «Scarecrow», parado como un espantapájaros, nos espeta Andrea Ferro en la primera línea; Scabbia ingresa en un tono bien rapeado, con harto beat nu-metalero, acompañada por unas guitarras rítmicas y bajo en baja afinación obra de Marco Coti, y no
olvidemos que además de productor de la banda, es el que encarna en estudio el uso de teclados, guitarras y bajos: debemos reconocer que los Lacuna Coil ya no son los de sus primeros discos, pero han avanzado hacia otras zonas musicales sin perder su esencia, y les queda bien: acordes abiertos y teclados atmosféricos, que en esta canción se estructuran cual puente, son la tónica para que los cantantes brillen en su máxima potencia.
«Gravity» corona el cierre de la primera mitad, con uso del latín en algunos versos, extendida lengua entre cultores del gótico y afines como los gloriosos Therion y los no menos virtuosos Haggard, en una canción ya clásica de la agrupación: medios tiempos, con guitarras bien saturadas de atmosfera, una batería que marca los compases sin acelerarse ni volverse machacona, y en este caso con hartos ribetes industriales.
«I wish you were dead» llega justo a tiempo, pues a pesar de la excelente propuesta del álbum, la escucha se ha tornado la escucha algo repetitiva. Esta canción viene a oxigenar a la banda, con un estilo sonoro más cercano al gothic synth pop en formato metalero que alguna vez cultivara Lacuna Coil en sus comienzos. Con la canción «Hosting the shadow» es la prueba de que los italianos pueden navegar en diversos estilos sin naufragar ni sonar como mil bandas diferentes.
El estribillo Laughing with my shadow (¿quién dijo que la oscuridad no puede ser divertida?), da paso a la última estrofa a dos voces que marcan con fiereza esos momentos de sincronía perfecta que solo generan poquísimas bandas: crear sonoridades únicas.
Con «In nomine patris» volvemos a la carga en el uso del latín, con una batería más pesada que anteriores canciones, con una temática cristológica, utilizando la crucifixión del nazareno como metáfora que se hunde en preguntas existenciales ¿habrá valido el esfuerzo? ¿Existe la redención en un mundo degradado? ¡Sorpresa! Casi al cierre aparece el primer solo de guitarra, recurso que los Lacuna dosifican al mínimo, con fraseos contenidos y medidos, y acá no es la excepción: las notas le entregan harto feel al tema, sin la necesidad de recurrir a escalas ultrarrápidas.
Y llegamos a la canción que da el título al disco, «Slepless Empire». Los guturales de Ferro suenen mucho más growl, más rabiosos y contundentes, y por contraste, Cristina opta por tonos más altos y cálidos, estilo soprano, creando un juego vocal de extremos que la composición musical refuerza con acordes abiertos y un trabajo de teclados más dramático. Las guitarras del arranque sostienen con firmeza las notas, y ahora sí, el bajo brilla mucho más, con un sonido algo sintetizado. «Sleep Paralisis», la canción más larga del disco, cinco minutos y veinte segundos, sigue la senda de los últimos temas, destacando gritos bien heavys que nos regala Cristina. La canción no es mala, pero comparada con el resto se siente algo repetitiva. «In the mean time» no aporta grandes cambios en lo que ha sido la tónica del disco: temas de velocidad media, duración no más allá de los cuatro minutos, y quizá lo más distintivo sea la inclusión de la cantante pop Ash Costello (nada que ver con Elvis Costello), otorgándole una línea más comercial, con estribillos pegadizos.
Y llegamos al final con «Never Dawn». Oímos una intro muy en plan viking folk a lo Wardruna, trance que los Lacuna se encargar de romper con una arremetida bien metalcore. ¡Run! Nos dice de manera imperativa el bueno de Andrea, en una lírica que explora los recovecos de una mente atormentada, de una lucha encarnizada contra algo que no debe renacer ¿el mal? ¿Alguna enfermedad? Queda a la interpretación de cada uno. Con unos contundentes riffs y parajes melódicos, la elección para cerrar el disco no pudo haber sido mejor, pues estamos ante uno de los temas más complejos.
Sleepless Empire exuda intensidad y la pareja cantante suena más potente y afinada que nunca; quizá los nostálgicos de sus primeros discos extrañen esa veta más gótica, que no se ha abandonado, pero que en esta ocasión comparte terreno con otros elementos industriales y alternativos que puede que no sea del agrado de todos. Aún así, es un trabajo que está a la altura de sus últimas placas, un trabajo creativo que va en ascenso y que no teme probar con diversas sonoridades sin perder su rostro.
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