The Exploited y «Punks Not Dead»: Manifiesto de resistencia y anarquíaespera un momento...
miércoles 23 de abril, 2025
Escrito por: Equipo SO
Por Claudio Miranda.
El escritor y periodista Alex Ogg sentencia en su libro «Dead Kennedys. The First Years»: «El punk había muerto, pero nadie les avisó a ellos». Los californianos se presentaban en sociedad con «Fresh Fruit for Rotting Vegetables» (1980), un compendio de sarcasmo y humor ácido que mezcla el rock ‘n roll de los ’50s y ’60s con la velocidad rabiosa del sonido de los tres acordes. Todo potenciado con un vocabulario de alta complejidad y una vocación por el desafío constante a la corrección política, incluso más allá de los límites establecidos en todas sus ramas. Puede que a cierta prensa le diera con que el fenómeno liderado por Ramones en el atardecer de los ’70s estaba comercialmente desahuciado entrando a la década siguiente. Pero a Jello Biafra y su pandilla, en vez de desalentarlos, les provoca el efecto contrario. En palabras del propio Biafra: «No tocas para que te contraten ni para hacerte famoso, sino porque te gusta y quieres tocar».
Al otro lado del charco, precisamente donde se produjo el estallido sónico y contracultural allá por 1977, el panorama era similar. En 1980-81, los Sex Pistols habían dejado de existir y todo lo que se respiraba era post-punk. Joy Division, en cosa de tres años, y con la trágica muerte de su voz, establecía las bases de todo lo que vendría desde los ’80 en adelante. A excepción del discurso combativo de The Clash y la psicodelia demencial de The Damned, la generación del ’77 fue impedida de sobrevivir al cambio de década. De alguna forma, y tal como al otro lado del Atlántico, hubo una prensa que aseguraba la ‘muerte’ del punk, de manera categórica. Lo que esta prensa desconocía es que hubo una oleada que no solamente ignoró tal ‘obituario’ sino que respondió con el triple de agresividad y confrontación.
A comienzos de los ’80s, surgía desde las alcantarillas una nueva oleada, cuya ferocidad triplicaba a la de los creadores de «Never Mind the Bollocks». Discharge y GBH, desde Londres, lideraban el asalto sónico que prendió fuego -nuevamente- al Reino Unido, detonando nuevamente el escándalo en la bienpensante y elegante sociedad británica. Sin embargo, desde Edimburgo, Escocia, llegaría ya a tomar su espacio a puntapiés una banda cuya imagen se convirtió en la epitome de punk por excelencia: The Exploited, cuyo líder y ‘cantante’ Wattie Buchan se presentaba con su corte de cabello ‘mohicano’, definía la imagen y actitud de un género que no solamente se resistía a morir, sino que resurgía con toda la furia imaginable y berreaba desde la tripa contra el sistema imperante. Se completaba de esta forma el cuadro del movimiento UK hardcore, también conocido como UK 82. Un término cuyo origen se le adjudica a la legendaria banda escocesa por la canción del mismo título, incluida en el sofomoro «Troops of Tomorrow» (1982).
Tal como sus compañeros de (de)generación, The Exploited tomaban lo que empezó en el ’77 -ojo, la banda de forma en 1978- y lo llevaron a un nivel de velocidad y peligro de rasgos inauditos para su época, donde la consigna era ‘matar o morir’. Es apropiado, incluso, afirmar que es imposible entender expresiones tan distintas -o, quizás, no tanto- como Slayer, Napalm Death y Sick of It All sin la huella de The Exploited. Y basta con reparar en el título del primer disco «Punks Not Dead» (1981) para hacernos una idea del maremoto de ruido y ladrido antisistémicos con que el punk le refregaba en la cara a los críticos su estado de salud y gracia. Incluso más allá de que el nombre del primer álbum tenga origen en la rivalidad sostenida con Crass, hay una serie de circunstancias que le da a The Exploited en sus años primigenios una trascendencia fuera de su estilo base.
Desde la apertura con el corte titular, The Exploited te escupe chorros de ruido y agresión sin pausa. «Punks Not Dead», en cada surco, proyecta un humor macabro, suficiente para exasperar tanto a la prensa seria como a cualquier estudiante de arte. Pero a la gente de la calle, muchos de ellos adolescentes que veían en el ruido la catarsis ante un panorama social desolador -«No Future», como proclamaba Johnny Rotten un lustro antes-, hay algo en los de Edimburgo que brinda diversión a raudales. Wattie se permite jugar con el estereotipo del ‘rockero tonto’, al mismo tiempo que le brinda a The Exploited un matiz de inteligencia que puede pillar desprevenido al más intelectual. Y es que el grito filoso y áspero de Wattie transmite una actitud que termina poniendo de cabeza a la corrección política como se le plazca.
Las letras en «Punks Not Dead», y las placas que le siguen, destacan por su nivel de oscuridad y violencia. La pesadilla nuclear, la distopía post-Guerra Fría, van de la mano con el panorama sociocultural en una Gran Bretaña sumida en la cesantía y las políticas controversiales que ejerce el gobierno de Margaret Thatcher, la «Dama de Hierro». Como podemos notar en «S.P.G.» título referido a las siglas del Grupo de Patrulla Especial, la unidad policial encargada de combatir el desorden público y el terrorismo,en el Gran Londres, y cuyas prácticas represivas derivaron en incidentes lamentables, como la muerte de un manifestante antifascista en 1979 durante una protesta en Southall.
Entre todo lo que se tiende a hablar respecto a Wattie como voz e imagen, es necesario hacernos el espacio para destacar la labor de Big John Duncan en las seis cuerdas. Un guitarrista de habilidad extraordinaria, sinónimo de tensión y distorsión hasta el sudor, y con el volumen a tope. Dru Stix en batería y Gary McCormack en el bajo completan el aluvión de ruido que The Exploited evocó durante esos años de gran turbulencia social en Reino Unido. Y es hay un sentido de protesta y transgresión en The Exploited que se traduce en una paliza de ruido cáustico, colmada de un humor que en su momento les valió ser encapsulados en el estereotipo del punk de los dibujos animados. El mismo humor con que Wattie nos narra en «Army Life» y «Exploited Barmy Army» su experiencia como soldado en las calles de Irlanda del Norte durante su adolescencia.
Si bien «Troops of Tomorrow» y el definitivo «Let’s Start a War…» (1983) optimizaron el estilo inconfundible de The Exploited, el temple desafiante de «Punks Not Dead» es insuperable. No solamente le da cara a quienes sentencian desde cualquier tribuna de poca monta el destino del punk, sino que preserva la integridad del movimiento telúrico que remeció Inglaterra y sus alrededores en el ’77. No exageramos al referirnos a The Exploited como una banda de clase trabajadora, más bien es la constatación de su naturaleza, la cual fue capaz de ganarse a pulso y sudor un lugar de importancia en un paisaje dominado por la new wave y el post-punk. Como lo declaran en «I believe in Anarchy», The Exploited es una banda para quienes no se avergüenzan de ser punkies y jamás evaden el enfrentamiento. Puede que el punk haya muerto según cierta prensa de escritorio -o de Smartphone, como pasa hoy-, pero en realidad está más vivo y rabioso que nunca. Y después de más de 40 años, discutir aquello es innecesario.
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