El concilio gótico de The Mission y Christian Death en Chile: De la comunión del dolor a la infancia en la tierra perdidaespera un momento...
domingo 20 de octubre, 2024
Escrito por: Equipo SO
Por Claudio Miranda
Fotos por Octavio Mendoza
¿Qué tan distintos y parecidos son The Mission y Christian Death? De partida, los separa el Atlántico, geográficamente hablando. Unos son de Leeds, los otros de Los Angeles, California. Wayne Hussey le canta al amor puro en tiempos de penumbra, mientras que Valor Kand -tal como lo hizo el recordado Rozz Williams- enfoca sus conceptos en una visión bellamente retorcida y religiosamente iconoclasta de la escatología cristiana (rama de la teología que se dedica a estudiar el fin de los tiempos). Musicalmente, The Mission se inclina al formato canción, en plena sintonía con sus amigos de The Cult pero menos denso y más inclinado a la psicodelia. Mientras que Christian Death apela a cadencia que Black Sabbath registraría en 1970, con riffs lentos y siniestros, y el uso de sintetizadores proyectando un aire de horror, como el soundtrack de una película. Y como suele pasar, The Mission gozó de una popularidad notoria a finales de 1980, mientras que Christian Death, con Valor Kand a la cabeza desde la conflictiva salida de Williams en 1984, mantuvo un bajo perfil inversamente proporcional al hermetismo avant-garde de su rúbrica.
¿Qué tienen en común Christian Death y The Mission? Empezando que «Only Threatre Of Pain» (1982) y «God’s Own Medicine» (1986), ambos son discos debut con categoría de obras maestras -en el caso de los primeros- y rompiéndola como un «grandes éxitos» por derecho propio. Siguiendo que, pese a la diferencia de latitudes, tanto los estadounidenses como los ingleses respiraban la misma nube de oscuridad que los impulsó a hacer y decir cosas distintas, incluso dentro de sus respectivos circuitos. Hablamos de agrupaciones que venían de una época en que los discos sonaban con personalidad y no como un producto a la segura. Cuando el rock gótico superó la barrera musical en favor de la necesidad por expresar lo que el rock convencional veía como una rareza. Solo centrándonos en nuestros protagonistas, no se puede entender la estética y la atmósfera de la cultura gótica sin la banda sonora a cargo de The Mission y Christian Death.
En un club Blondie que empezaba a repletar su capacidad de a poco pero en gran masa, y con una intro de música orquestal fúnebre, se concretaba el retorno de Christian Death a nuestro país tras 14 largos años. El groove trepidante de «Elegant Sleeping» nos muestra a una banda en todas sus facultades, con Maitri Nicolai haciéndose del micrófono en la voz principal, mientras Valor Kand, a pesar de la timidez con que arranca la presentación debido a una dificultad técnica con su guitarra, termina soltándose como el líder que viene siendo desde hace casi 40 años. Tanto el corte inicial como la melodía ensoñadora de «New Messiah» -con Kand en la voz mientras Maitri toma el bajo-, pertenecen a Evil Becomes Rule» (2022), su más reciente producción en estudio. Un fiel reflejo de una agrupación que se mantiene inspirada y fresca en cada paso discográfico, reforzando aquello en vivo con una puesta en escena donde convergen la sensualidad y el horror mismo.
Las siguientes «We Have Become» y «Forgiven» nos regresan una década atrás, a los tiempos de «The Root of All Evilution» (2015) y lo que genera en vivo es extraordinario. Adjunto a la virtud de utilizar texturas y extraer ideas de otras latitudes sonoras, es notable lo que hace Valor Kand como sacerdote-chamán oscuro. Su voz pareciera denotar fragilidad, pero en realidad es ese componente humano el que completa el trance en el cual nos sumerge sin que podamos evitarlo. Por supuesto, si tienes a músicos competentes como el baterista Steve Kilroy y el bajista-guitarrista Krisp Notvoselic, entonces te das por firmado que Valor y Maitri te brindarán un ritual de bienvenida (o regreso) hacia los rincones más enfermos de nuestra condición humana.
Lo que nos gusta de Christian Death es su inclinación al presente, mirando adelante con un propósito mucho más grande que el del «karaoke de clásicos». Por eso es que «The Warning», «Rise and Shine» y «Abraxas We Are», las tres del mencionado «Evil Becomes Rule», triunfan desde una altura reservada solamente a los grandes. Y es cosa de tasar lo que hace Maitri en la voz, una intérprete que lleva poco más de tres décadas en Christian Death. Estampa y movimientos teatrales con actitud de druida. Sin duda, la compañera perfecta de Valor Kand, un músico dedicado 1000% a su ideal artístico. Y lo que ocurre en «Beautiful» es de otro nivel. ¿Cómo una banda legendaria, después de 40 años, te brinda un pasaje de emoción y catarsis con material «nuevo»? Lo que hace Maitri, una cantante que se mueve, gesticula y proyecta su voz dirigiéndose a nosotros, a quienes abrazamos este baño de belleza hasta en el pozo más hondo. Igual que el despliegue de Valor Kand en las seis cuerdas, quien se basta de un par de notas y un riff torrentoso para exponer sus credenciales como genio e intérprete en cualquier liga de Primera División.
Imposible omitir el legado de Rozz Williams, lo más cercano a un Syd Barrett gótico. La historia señala que la salida de la banda que él mismo formó en 1979, con tan solo 15 años, fue por sus constantes desacuerdos creativos con Valor Kand, además de un tema legal por los derechos del nombre de la banda. Nada, pero nada de aquello empaña el reconocimiento de Valor a su ex colega, al menos en su repertorio actual. «Romeo’s Distress», «Face», «As Evening Falls» y la clásica «Cavity – First Communion», una a una remarcaron el momento más apasionante para los fans del antiguo Christian Death. La única concesión de Christian Death a los amantes de un pasado mítico, y con toda razón si se trata de rendir homenaje a quien inició ese movimiento cuando nadie más siquiera pensaba en que se podía llegar a un terreno mucho más allá que Joy Division o los Cure circa 1980-82.
En la última recta, un par de gemas pertenecientes a la época en que Valor Kand ya tenía el control creativo en una agrupación que se jugó siempre en la suya. Primero con la más ‘bailable’ «Church of No Return», del disco compilatorio «Jesus Points the Bone at You» (1991), donde Maitri debutó oficialmente. Y el broche de oro lo pone «This Is Heresy», con Valor detonándose en el escenario y dejando la vida como si cada segundo precediera a la inminente fatalidad, para después desaparecer y cederle el lugar a Maitri, Krisp y Steve, en una jam de power-trío que descarga todo el peso de la existencia hasta el último riff. Fueron 60 minutos clavados de éxtasis hipnótico, expandiendo las visiones reveladoras de una hecatombe no muy lejana.
De las seis veces que The Mission ha pisado nuestro suelo, cuatro ha sido en la Blondie, incluyendo la primera vez allá en el 2000. De la visita anterior pasaron dos años (Club Chocolate), pero fue hace 10 la última en el recinto tradicional de la cultura gótica-bohemia en Chile. Por ende, la convocatoria fue inmediata, a tablero vuelto, y con la explosión de «Wasteland» iniciando el encuentro como un remezón de almas uniendo sus voces en una misma fuerza. Y es que lo que hace el combo liderado por Wayne Hussey, Simon Hinkler y Craig Adams en vivo, se basta mediante lo que hizo grande a The Mission: las buenas canciones. Por ende, el arranque no podía ser de otra forma. Dos cucharadas y a la papa, como también ocurre en las siguientes «Beyond the Pale» y «Like a Child Again». A la segura, y The Mission se lo permite sin dobles intenciones. Y sí, donde una hora antes era para quedar pegado en una bruma de horror y pérdida, los ingleses lo voltean hacia la luz, aunque sin encandilarse. A pura euforia en el público, a pura jerarquía en un escenario donde la música es el espectáculo en sí.
Del bombardeo de éxitos, nos vamos a un presente firme, donde aún retumba el aura lisérgico del más reciente LP «Another Fall From Grace» (2016), de la cual incluyen «Within The Deepest Darkness (Fearful)». Un pasaje enorme, que nos permite apreciar tras el inicio fulgurante las virtudes de una banda completamente ajustada, con Wayne Hussey bastándose de un par de movimientos para liderar un cuadro que va a lo suyo y se mantiene firme. De ahí las miradas a lo que hace Craig Adams en las bajas frecuencias, un bajista que traduce su lealtad al líder Hussey en una solidez sin contrapeso. O lo que hace Simon Hinkler en la guitarra, un guitarrista cuyo fiato con Hussey en las seis cuerdas es brutalmente perfecta en su estilo. Y los tres conociéndose desde ese glorioso ’86 -Hinkler saldría en 1990 y volvería tras 21 años de exilio-, forman una pared inexpugnable de pop y psicodelia con espasmos de intensidad quirúrgicamente bien intercalados. Por cierto, los kilos de eclecticismo que profesaban en esos años, de la misma época en que escribieron «Naked and Savage», hoy en 2024 se imponen con la autoridad propia de un repertorio que funciona en los 80s o en los 2020’s. En la década que sea.
El groove épico de «Evangeline» nos transporta a los días de «Aura» (2001), el disco con que The Mission empezó el actual milenio. Igual de fresca, igual de pegadiza. Igual de certera en lo que respecta a una banda especializada en escribir éxitos con efectividad atómica. De la misma forma en que «Only You and You Alone» esparce su lozanía, con la voz de Wayne Hussey exigiéndose sin flaquear. Y en un repertorio tan sólido como sus intérpretes, «Kingdom Come» hace acto de presencia con esa atmósfera tan personal y distintiva. La postal de un público entregado, cantando cada verso como si en ello se nos fuera la vida, te dice más que cualquier análisis «psicológico» respecto a porqué nos gusta tanto estos sonidos de luz y (mucha) sombra.
Entre el troleo de Hussey hacia algún «jugoso» del público y su estampa de rockstar con recorrido y guitarra de 12 cuerdas a mano, se cunde el ambiente distendido para pasar a la emoción a flor de piel. No puedes evitar romper la voz con «Stay With Me», una oda al amor. No al «amor de teleserie», sino al amor puro, el que empieza por uno mismo antes que al otro. esa luz de esperanza que se volvió el himno de una generación que le hizo frente a la soledad con la mejor arma: la música, las canciones que nos dejan una huella. Y Hussey lo sabe perfectamente, incluso cediéndole el coro a quienes lo sienten suyo, de sus propias vidas. Maravilloso, hasta las lágrimas.
De vuelta al presente, «Met-Amor-Phosis» también es adoptada con amor por los fans. En su calidad de single promocional de «Another Fall…», y cuya versión original cuenta con la participación de Ville Valo, es de esos pasajes frescos que se contagia hasta al fan más ortodoxo. Y es que la gracia de The Mission a estas alturas de su carrera, es que jamás dejó de hacer buena música ni recurrió al piloto automático. Es más, el hecho de que le siga «Deliverance», pese a sus casi 25 años de diferencia, le da al espectáculo un cariz de potencia astral.
Quedémonos un poco en lo que pasa en «Deliverance», un himno por derecho propio. Había que tener las pelotas para sacar en 1990 esa bestia llamada «Carved In Stone». Hay que tener la actitud necesaria para que suene igual de grande y energizante en 2024. Lo que se mandan Hussey y Hinkler en las guitarras, de antología en cualquier estilo. Craig Adams y el baterista Alex Baum, ambos en la base rítmica, no dejan una sola fisura y mantienen la maquinaria a pulso milimétrico. Y como pasa con las buenas y mejores canciones, el público cantando el coro con puño en alto, y hasta el último golpe de bombo… No se necesita nada más, salvo pasión. La verdadera pasión, la que proviene de la tripa ante todo.
De vuelta al bis, una versión hermosamente desnuda de «Love Me To Death», con Hussey valiéndose solo de su caudal de voz y su Schecter customizada de 12 cuerdas. El poder de las buenas canciones y el ideal artístico de sus creadores. Le sigue «Butterfly on a Wheel», de esas canciones que evoca ternura y sensibilidad, con lo justo y necesario. La antesala perfecta para volver a echar fuego a raudales con «Severina». ¡Qué momento!, infaltable en todo repertorio de The Mission y fundamental en toda playlist de rock gótico y fiesta gótica cada noche de viernes o sábado. Incluso la puedes disfrutar en plena soledad, y su efecto es igual de mágico y terapéutico. Y cerrando el encore, «Swan Song» aportando a la goleada con una mezcla de vigencia y honestidad que escapa a cualquier etiqueta.
Nos vamos con otro bis, un regalo que se abre primero con «Wake (RSV)», una joya de esos primeros días de The Mission. Remarcamos nuevamente lo que generan los de Leeds con lo justo y necesario, solo con el propósito de expresar una idea y traducirla en una buena canción. No hay otra explicación ante lo que significa The Mission, pues su orientación psicodélica, la generación de texturas y la cadencia rítmica forjan un sello de naturaleza única. Y todo eso en el directo adquiere dimensiones imposibles de medir bajo cualquier estándar ajeno a lo que realmente importa.
Lo que en el dato duro es un cover, «Never Let Me Down» es una muestra de admiración y originalidad. The Mission quizás no llenarán un estadio como Depeche Mode, pero les basta para recordarnos que ambos provienen del mismo hábitat musical. Y cerrando la noche, con casi 2 horas de música, la maravilla avant-garde de «Tower Of Strength», un pasaje tribal de procedencia interestelar que elevó a The Mission hacia un lugar donde las etiquetas no son suficientes para definir la ambición artística. Terminar en lo alto, en donde los ingleses miran alrededor para ver hasta dónde se puede llegar con un objetivo de naturaleza cósmica.
Con Christian Death comulgamos con el dolor expuesto y conocimos el mal transformado en mandamiento. Gracias a The Mission, volvimos a ser niños en una tierra perdida, con el amor puro rigiendo desde su fortaleza en medio del desierto. Gracias a ambos por regalarnos un recuerdo a enmarcar, el del velo de la muerte cubriendo la luz de un sentimiento tallado en piedra. Como tiene que ser en todo concilio gótico.
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