Gracias, Tina Turnerespera un momento...
jueves 21 de diciembre, 2023
Escrito por: Equipo SO
Una de las últimas grandes estrellas femeninas del rock n roll se apagó en mayo pasado de este 2023. Su resistencia a toda prueba frente a la adversidad fue uno de sus mayores fortalezas.
Casi siete meses después de su fallecimiento, decido abordar este texto desde la vereda del reconocimiento, el recuerdo o el rescate más que de la simple revisión de la vida de la persona detrás del traje del artista.
De Tina Turner -quizás la última diva que quedaba en pie- se ha escrito y se seguirá haciendo, puesto que su vida fue una verdadera novela, de esas largas y plagadas de vivencias, en que hay anécdotas, personajes y capítulos con historias dulces y agraces. Por lo tanto, escribir algunas líneas sobre Tina Turner, Anna Mae Bullock para los registros oficiales, es lo mínimo que se puede hacer.
Una artista que tuvo un ascenso tan meteórico como lo fue su descenso, el que parecía sentenciarla a la intrascendencia perpetua hacia fines de la década del setenta y comienzos de los ochenta, tras vivir un calvario junto a Ike Turner, guitarrista, mentor, pareja y principal promotor de una carrera que la catapultó hasta la cima musical a fines de los 60s y mediados de los 70s. Después de huir, Tina Turner vivió momentos de ostracismo musical cayendo al circuito de los bares y locales nocturnos con el objetivo de mantener a flote lo que le quedaba de reputación. Cabe recordar que el permanecer al lado de Ike Turner tenía un costo que para Tina fue demasiado alto y el éxito que cosechó por aquel entonces no justificaba ese infierno. La verdad, dicha sea de paso, es que nada justifica el abuso de una persona a otra, independiente del contexto en que ocurra. “Durante mucho tiempo sentí que estaba atrapada, sin salida de la situación insalubre en la que me encontraba. No saber a dónde me dirigía o qué podía hacer para salir era doloroso. Pero luego tuve una serie de encuentros con diferentes personas que me animaron a empezar a cantar. Finalmente, escuché. Gracias a esta práctica, comencé a tomar conciencia de las tendencias que me frenaban y me deprimían. Y una vez que pude verme claramente, comencé a cambiar, abriendo el camino a la confianza y el coraje. Me tomó algunos años, pero finalmente pude defender mi vida y comenzar de nuevo”, refrendó ella misma a Harvard Business Review en el cercano 2021.
Dejar a Ike Turner le costó, y mucho, según sus propias afirmaciones, pero fue el paso que necesitaba para destaparse, romper cadenas de años de tortura y demostrar, por méritos y capacidad personal, que ella podía brillar con luces propias y que tenía que ser chaperona de nadie. Eso es uno de las facetas de la vida de Tina Turner que más se le destaca y a la cual suscribo, ya que muchas personas intentas romper ataduras y pocos lo logran. Viven atrapados y no persiguen sueños. Tina Turner se atrevió…y lo consiguió. He aquí una de las razones más potentes para tributarla: su enorme capacidad para seguir adelante, contra todo y contra todos.
Tina Turner rompió no solo nudos y círculos sociales tóxicos, sino que logró romper normas, “leyes sociales”, todo en pos de la persecución de su sueño. “Como alguien que cree en el karma, no quiero romper las reglas solo por romperlas. Pero hay valor en romper las normas, en desafiar el statu quo, como lo hice para romper esos “ismos” que sugerían que no podía lograr mis sueños debido al color de mi piel, mi edad y mi género. Eso fue romper las reglas en aras de un cambio positivo”, reveló a Harvard Business Review (2021). El racismo, era que no, fue una de esas “normas sociales” vencidas por Tina Turner.
¿El karma? Puede que a usted le haya llamado la atención esta palabra, pero para Tina Turner era cotidiano. Ella abrazó el budismo y ese giro le aclaró el panorama ya que, gracias a ese cambio, comenzó a ver las cosas con mayor claridad, todo esto después de arrancar de Ike Turner. “De todo lo que he hecho para tener éxito como artista, la espiritualidad ha tenido la mayor influencia. Las enseñanzas budistas de compasión y bondad, que tienen mucho en común con los principios de «ama a tu prójimo» y «Haz con los demás» que aprendí de las influencias bautistas en mi infancia, siempre me han guiado. Después de empezar a estudiar budismo y a cantar “Nam-myoho-renge-kyo”, sentí como si surgiera una persona diferente. Mi verdadero yo salió a la luz y me volví alegre, segura y resistente. Mi enfoque de la vida y el trabajo se hizo más tranquilo y reflexivo, y mis reacciones fueron más moderadas. Antes me enojaba y hacía preguntas después. Pero después de que adopté el budismo, dio un vuelco. Podría mantener la calma fácilmente y averiguar los detalles en lugar de sacar conclusiones precipitadas. Llegué a entender que cualquier logro proviene del cambio interno. Cuanto más estudiaba los principios budistas, más profundizaba en mí y limpiaba cualquier actitud o hábito que se interpusiera en mi camino. Y cuanto más coreaba y alineaba mis objetivos con un deseo auténtico de inspirar felicidad en los demás, más empezaba a mejorar mi vida. Le doy crédito a mi práctica espiritual con todas las transformaciones positivas, desde la más pequeña hasta la más grande, que he tenido en mi carrera y en mi vida personal”, resumió en la misma conversación con Harvard Business Review (2021).
Su declaración no puede ser más clara y confirma la principal razón expuesta con anterioridad para justificar un texto de este tenor. Como suele suceder en muchos casos, esa resistencia y trabajo tuvieron su premio: a mediados de los ochenta resurgió, cual ave Fénix. “Cuando empecé como solista, era una cantante negra de unos cuarenta años, sin dinero y pocas perspectivas de conciertos. Aun así, mantuve un espíritu de «nunca se rinda». Comprendí que, aunque mucha gente pudiera tener una visión limitada de mí, podría ayudar a abrir sus mentes. Con trabajo duro y determinación, demostré a todos los detractores que tal vez sus dudas preconcebidas estaban equivocadas. Parte de mi práctica espiritual es «convertir el veneno en medicina», tomar situaciones negativas u obstáculos y transformarlos o eliminarlos mediante la positividad. La fuerza de mi positividad empujó todos los «ismos» discriminatorios que se interponían en mi camino por la ventana” (Harvard Business Review, 2021). Si la industria fuese un tren con muchos vagones, Tina Turner hubiese pasado de estar en el vagón de cola al de la primera clase. Así de simple. Su álbum “Private Dancer” (1984) marcó ese punto de inflexión, trabajo que incluía algunas de las canciones que se convirtieron en grandes éxitos y tuvo la colaboración de ilustres como Jeff Beck.
Después vendrían las monumentales giras mundiales llenando estadios y más discos que le reputaron incontables éxitos. “Break every rule” de 1986 y “Foreign affair” de 1989 son pruebas fehacientes de que su status estaba en lo más alto. A fines de esa década y principios de los 90s, Tina Turner era sinónimo de megaventas, estadios repletos y taquilla. No está demás precisar que ese sitial no lo perdió nunca más. Ni su retiro a su castillo en Suiza, lugar en el que vivió hasta el último día, logró sacarla de la mesa de las divas más grandes de todos los tiempos, mesa que comparte junto a otras distinguidas estrellas. Aunque sea anecdótico, fue incluida en el Salón de la Fama en dos ocasiones: junto a Iker Turner y como solista.
Ya sea por medio de sus canciones, sus giras o incluso sus piernas -símbolo de elegancia-, lo relevante tras su muerte será, y ahí radica el pequeño gran desafío, mantener en alto su vasto legado artístico en toda su dimensión. Desde esta sencilla tribuna, así lo entendemos. Ella bien lo vale y lo tiene más que merecido.
En una entrevista con Vanity Fair en el año 2021, ella resumió todo con la siguiente frase: “Nada puede superar la energía de un concierto. Disfruté mucho de cada minuto”. Dicho y hecho.
Su calidad es y será irrefutable. Hasta siempre, Tina.
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