Vision Divine: entre la fuerza del power y el delirio progresivo
“Todo ángel es terrible. Y sin embargo, ay, los invoco
a ustedes, casi mortíferos pájaros del alma, sé quiénes son ustedes.”
Rainer Maria Rilke
Con una narrativa emotiva, rozando entre el pesimismo, la nostalgia y la incertidumbre, Vision Divine es una de las bandas más importantes del power metal italiano, no de la primera camada, pero sí la que recogió los mejores frutos y lo llevó a lo más alto de la escena mundial, con un disco debut inigualable. Vision Divine, musicalmente hablando, recoge por un lado la velocidad, los coros emotivos y la fuerza del power metal, y por otro lado la técnica, la ambición conceptual y la polirritmia del progresivo. Por lo demás, los italianos siempre se han caracterizado por un sonido balanceado, ni con demasiados arreglos ni orquestras, ni tampoco han abusado de la agresividad y la crudeza rítmica por sobre otras variables que siempre ha manejado muy bien, como la potencia vocal, los coros y las guitarras melódicas.
Por Pablo Rumel.
DE LO PEOR A LO MEJOR
No hay disco malo de Vision Divine. Escuchar cualquiera, incluso el primero de esta lista (que representa el más débil) es sinónimo de buena música. Probablemente se trate de una banda que al tener dos alas, una powermetalera y otra progresiva, no termine de cuajar del todo entre los seguidores de una corriente o de otra. No obstante, hemos elaborado una lista de peor a mejor basándonos en tres criterios: la valoración de los fans, la originalidad de cada propuesta, y subjetivamente el gusto de quien escribe, intentando justificar la elección para intentar una mínima objetividad que pueda ser compartida, más o menos, por quien lea. Póngase cómodo, sírvase un café o su bebida de preferencia y prepárese para este viaje.
9 Degrees West of the Moon (2009)
Un reseteo, una vuelta atrás, un revival, mirando hacia adelante. Es el regreso de Fabio Lione. Técnicamente tenía todo para ser un gran disco, incluso oímos a Lione cantando con raspados bordeando lo gutural en «The Killing Speed of Time», un temazo veloz con elementos speed, pero aún así el disco no despega. Las canciones abusan demasiado de power chords y el tono general del disco es neutro, con muchas canciones de desarrollo lento que nunca arrancan. La mezcla final es buena, hay un par de ideas interesantes, pero a modo global le falta ángel. Un disco que parte con una canción que bordea los 9 minutos no la hace necesariamente más progresivo o conceptual. A Lione le faltó mayor dirección en las vocales: hace muy bien las partes melancólicas, pero casi nunca explota y salvo la canción citada se mantiene muy contenido. Muy atrás había quedado la edad dorada del power y este disco resiente aquella falta de creatividad y de rumbo en general de las bandas. Ni power ni progresivo, es el álbum más flojo de la banda, y aún así, acá presentamos temas que pueden tener más de una escucha.
Canciones memorables:
«Letter to My Child Never Born», «The Killing Speed of Time», «The Streets of Laudomia».
The 25th Hour (2007)
Este disco se debe oír con mucha atención, al ser un disco bisagra que termina con la era de Michele Luppi, quien regresaría recién este 2025, y que también cierra un ciclo compositivo inaugurado por el Stream of Consciousness: de hecho este disco es una suerte de continuación del Stream, donde se narra la historia de un hombre que atormentado por la culpa y la locura dialoga con su ángel dentro de su cabeza. Hay más elementos pop, con coros melódicos, teclados neoprog y una base metalera menos ruda. La voz de Luppi suena mucho más pulida que en los discos anteriores, y si bien hay un par de temas veloces, el tono general del disco es melancólico, dramático, con predominancia de las secciones más lentas y retraídas. Sigue siendo un gran disco dentro de la discografía de Vision Divine, pero no es el más fértil en cuánto a ideas, y más podemos decir que sigue el impulso y el empuje de la era Luppi, un reciclaje de ideas anteriores, que un disco memorable de comienzo a fin.
Canciones memorables:
«Alpha & Omega», «Essence of Time», «A Perfect Suicide», «Ascension»
Send me an Angel (2002)
Tras el insuperable disco debut, llegó este disco, fresco, que significaría la salida de Lione. Mantiene un nivel compositivo similar al anterior, pero no es un disco que despegue con mucha personalidad, es más plano, quizá el menos progresivo de la banda, con teclados menos protagónicos y con una dirección vocal que no convence del todo. Está el famoso cover de los A-ha, «Take on Me» que a mi juicio es una tremenda versión, incluyendo un efecto Cher en las vocales, pero que no terminó de convencer del todo, ni a los fans de A-ha ni a los de Divine. De manera global podemos decir que es un disco con menos ornamentos, pero que gana bastante con la presencia de las guitarras, con buenos solos y armónicos, y una base bajo-batería que se consolidaría con los años como un sonido rítmico usual de la banda, doble bombo alternado velocidades con un medido uso de platillos
Canciones memorables:
«Pain», «Away From You», «Apocalypse Coming», «Nemesis»
The Perfect Machine (2005)
Con una formación estable, y que trajo consigo la inclusión de un segundo guitarrista, Federico Puleri, este disco sigue por la misma senda progresiva que Stream of Consciousness. Compositivamente no se aprecia la inclusión de una segunda guitarra, pues en las anteriores todas están hechas por Thörsen, y probablemente su inclusión se debió para potenciar los shows en directo. Estamos pues, ante un disco calmo, que juega más con las velocidades de medio tiempo y con temas que en promedio superan los cinco minutos. Las líneas de bajo adquieren mayor protagonismo, así como las secciones sinfónicas aportadas por los teclados. En la portada vemos un ángel robotizado, y es que Vision Divine se decanta por visiones futuristas y postapocalípticas, narrando la historia de un científico que busca revertir la muerte a través de una sofisticada máquina, un tema prometeico que pone al hombre jugando a ser Dios. Es un disco eminentemente progresivo, rompiendo el equilibrio de su antecesor, que aún jugaba con elementos power, quedando acá diluidos casi al cero (casi no oímos ráfagas de doble bombo ni largas secciones palmuteadas), y sí más quiebres y cambios en las velocidades, con un control percusivo mayor.
Temas memorables:
«1st of a never-ending day song», «The Ancestor’s Blood», «God Is Dead», «Here in 6048» , «Now That You’ve Gone»
Nota: en ediciones posteriores incluye un cover muy bien logrado, «The Needle Lies» de Queensrÿche del Operation Mindcrime, banda que sin lugar a dudas fue un referente para Vision que también mutó desde un heavy clásico a un sonido netamente progresivo. También se reinterpreta New Eden por Luppi: si se oye en contraste con la original grabada por Lione, se comprende bien por qué Luppi es un gran intérprete, pero carece de esa calidez en los tonos medios del gran Fabio.
Stream of Consciousness (2004)
Tras Send Me Angel, que sin ser un mal disco significó un estancamiento en la banda y la salida de Fabio Lione, la banda se reforma con un nuevo baterista Matteo Amoroso y Oleg Smirnoff a los teclados, ambos con pasado en la escena power, Athena y Eldricht respectivamente: a las vocales llega Michele Luppi, con un estilo operístico, aunque menos teatral que Lione, y con más fuerza en los tonos altos, aunque sin esa calidez que es un sello personal del rapsoda.
El cambio de vocalista se siente, pero no impacta, pues ambos son versátiles. Este álbum representa el salto más claro desde el heavy power al progresivo: no es un salto al vacío, pero sí un cambio de marcha, siendo el primer disco conceptual dividido en capítulos, y como una novela, nos cuenta la historia de un enfermo mental que dialoga con su ángel de la guarda mientras está bajo cuatro paredes.
La percusión está mucho más trabajada, con secciones polirrítmicas y quiebres típicos del prog, hay mayor inclusión de guitarras neoclásicas y acústicas, y al ser conceptual posee varias piezas de dos minutos que sirven como interludio o instrumental (de hecho hay tres) entre las canciones que desarrollan cada temática. Esto puedo llegar a molestar a los fans más clásicos, que buscan pasar un buen rato, porque al estructurarse como una obra conceptual, se debe oír de comienzo a fin, como fue concebida, para su mayor disfrute.
Temas memorables:
«The Secret of Life», «Colours of my World», «La Vitta Fugge», «Shades», «Out of the Maze»
Este disco debería ser el número uno para los fans de Vision que disfrutan más de su costado progresivo, pero acá ya hemos dado el veredicto y hemos reservado tan honorable puesto para…. (sigue leyendo).
Destination Set to Nowhere (2012)
Fabio Lione se despide una vez más, eso sí, estaría junto a la banda hasta el 2018, pero esta es la última ocasión en que entran al estudio. Como mención especial, debemos mencionar el regreso de Andrea «Tower» Torricini en las cuatro cuerdas, con quien había compartido militancia en los dos primeros discos de il catenaccio italiano, el cerrojo dorado que creó lo mejor de la banda, y que por lo demás dejaría a Torricini hasta la actualidad ¿quién dijo que se no se podía volver con la ex? ¿Ah?
Hablando en serio, este disco hace bien todo lo que se pudo haber hecho mejor en el disco anterior, 9 Degrees West of the Moon, y no solo lo hace bien, sino que lo mejora a niveles superlativos. Musicalmente es lo más cercano al disco homónimo debut. La portada, una nave voladora random, con un logotipo de Vision Divine horrible (plano y sin gracia), hacían presagiar lo peor, y qué equivocados estábamos. Volvemos a oír esos solos aerodinámicos de escalas ultrarrápidas, teclados inspiradísimos que no se limitan solo a amoldar los acordes, sino que tienen mayor protagonismo. Vision Divine llevaba mucho tiempo debajo del agua del pesimismo, y a riesgo de empantanarse entre tanta negatividad, logra con este álbum despegar sus alas y volar, una vez más, con temazos que logran dosificar a la perfección la emotividad del power con la velocidad y la técnica del prog. Fabio Lione, que parecía medio muerto en el disco anterior ya citado, ahora parece que cobra más vida y vuelve en gloria y majestad, mejor dirigido y con su potencia vocal al máximo, lo que hace sospechar que el bueno de Lione logra su mejor performance cuando es bien dirigido. Discazo, desde el arranque con los versos recitados de Cecco Angioleri, contemporáneo y enemigo de Dante, pasando por las power ballads que no se limitan a un par de acordes lentos, sino que suman quiebres inesperados, solos maravillosos; hasta las canciones más rápidas, que siempre mutan entre mini-secciones atmosféricas, con secciones a pura batería y líneas de bajo ¿qué decir de los arreglos?, perfectos, para encumbrar el disco en lo más alto: solo queda al debe la horrible portada.
Canciones memorables:
«The Dream Maker», «The Ark», «Message to Home», «The House of Angels», «The Sins is You»
Blood and Angels’ Tears (2024)
Segundo disco que tuvo como frontman a Ivan Giannini. Es un disco que sigue la senda compositiva del anterior, un trabajo musical que se reconecta con la primera etapa, más cargada al power, con un estilo definido y bien balanceado. En primer lugar, no hay canciones que superan los seis minutos ni prólogos interminables, con una producción que va directo al ataque, con temas ultra bangers, sin dejar de lado las secciones de teclado de guiño ochentero, las ráfagas poderosas a puro doble bombo, y una voz de Gianini en estado de gracia, mucho mejor acoplada a la propuesta: ya no están esos ramalazos heavy metaleros de su disco debut, reemplazados ahora por parajes cálidos muy bien vocalizados, y tonos altos y sostenidos que van más aparejados con la línea power prog que Vision Divine ha ido desarrollando: su dirección vocal recuerda mucho al Lione del primer disco, y eso ya es dejar la vara demasiado arriba.
Blood and Angels’ Tears» de Vision Divine es el primer disco de una saga conceptual de dos partes que narra la historia de tres ángeles desterrados del cielo por su indecisión durante la guerra entre Lucifer y el Arcángel Miguel. Si hay una canción en la que la técnica y el desarrollo vocal se aprecia totalmente distinto de Giannini es en «Lost», una power ballad en la que además recita nada más y nada menos que a Dante de la Divina Comedia, siendo un broche de oro pues conecta la tradición power con lo más selecto de su literatura, Il Sommo Poeta, o el Poeta Supremo de las letras universales.
Canciones memorables:
«Once Invincible», «Drink Our Blood», «Go East», «The Broken Past», «Dice And Dancers», «Lost».
When All The Heroes Are Dead (2019)
Si Luppi y Lione componen la columna vertebral, los pilares vocales de la banda, con Ivan Giannini se inaugura la última era. No debemos olvidar que en 2025 se cumple un año de su salida con el regreso al micrófono de Luppi, pero sí es importante considerarlo como el frontman que inauguró una nueva etapa en Vision Divine, con una visión de evidente retorno a sus raíces power metaleras, que ya habíamos visto en el Destination, pero en este trabajo lo progresivo queda en un segundo plano y lo que prima es un disco poderoso, quedando en lo más alto y selecto de la discografía de la banda y que prácticamente no tiene ningún punto bajo.
Destacamos la cañera y poderosa «The King of The Sky», la épica y esplendorosa «300», la movida y atmosférica «Were I God». Sí, señoras y señores, este disco es un retorno a esos interminables duelos de solos, de teclados más afilados que la cuchilla de Isaac, de guitarras pesadas en afinaciones bajas, de secciones melódicas con líneas de bajo que se abren como las alas de un ángel, todo adosado con la voz de Giannini, otro prodigio de los tonos altos, superior a Luppi y solo igualado por Lione, aunque los tres componen un tridente que gustosamente cualquier banda del mundo quisiera tenerlos entre sus filas. En definitiva, es un disco que tiene velocidad, patrones progresivos, coros maravillosos y una producción de primer nivel.
Canciones memorables:
Todas, en especial las mencionadas y la que cierra el disco «The Nihil Propaganda», que termina con tremendos versos de Dante declamados en italiano.
Vision Divine (1999)
Si se escuchan los primeros segundos de su tema de arranque «New Eden», oímos un eco de una batería lejana junto a unos synths, es muy breve, pero tiene toda la impronta de “lo nuevo”, de un sonido que se avecinaba en un lejano 1999, época dorada del power metal donde Stratovarius estaba on fire, Rhapsody había publicado acaso los mejores discos del género, Hammerfall venía en alza con su sonido más crudo, Helloween arrasaba junto con Andi Deris iniciando una fase más potente y con esteroides, y Blind Guardian había publicado su insuperable homenaje a Tolkien con Nightfall in Middle-Earth.
En ese contexto, con un Olaf Thörsen que venía pisando fuerte ya con Labÿrinth y un Fabio Lione cabalgando en la cresta de la escama del dragón con sus rapsodas, eras y tormentas se conjugaron en un pedazo de disco que aún se debe agarrar con guante de cuero y tenazas, pues aún resplandece por el calor y genialidad con el que fue concebido, y quema, cómo quema, pero no con el fuego de la destrucción, sino con el fuego de la imaginación.
«On the Wings of the Storm» es una clase de power metal, con duelos solistas y trallazos de guitarra ultrarápidos, adosados con suaves camas de teclados y sonidos de truenos que le dan más epicidad a la cuestión. «Black Mask of Fear» es otra obra maestra (todas las canciones lo son), que enseña cómo estructurar un tema a partir de un teclado espiralado que van in crescendo, sumado a pausas dramáticas y barridos de guitarra que solo potencian la gloria. «Exodus», un temazo que es pura NWOTHM mixturado con patrones entrecortados y un control de la batería alucinante. «The Whisper» nos enseña que la grandiosidad no necesita de cincuenta mil violines, trombones y contrabajos, solo un buen synth y unas afiladas notas de teclado, con un buen galope de guitarra. «Forgotten Worlds» es la vena más mística de los Divine, con órganos tipo iglesia de entrada, y luego un ritmo de velocidades medias, un instrumental de pura cepa. «Vision Divine» es otro prodigio, más calmo, jugando con las velocidades y las texturas, excelente control baterístico. «The Miracle» es la hermosura pura hecha canción, con una intro inolvidable, un equilibrio perfecto entre fuerza y técnica sin caer en la exageración y la brutalidad. «Forever Young» ¡hay qué oír esos coros! Y cómo la batería se despacha excelentes arranques entre cada sección. «Of Light and Darkness» es la balada perfecta, suave, con unos teclados que te acarician en cada nota, con un Lione que canta como si estuviera a punto de morir, ¿y la lírica? Léanla, que es para llorar.
Canciones memorables:
Por supuesto que todas, aunque me guardo bajo la manga el cover de Europe «The Final Countdown», gran interpretación, pero demasiado similar a la original, y la idea es hacer algo diferente ¿no?
Conclusión:
Entres por donde entres, al escuchar a Vision Divine encontrarás talento y riesgo. Hay eras menos esplendorosas, como la de Luppi, con mayor desarrollo del prog, y la de Lione es ambivalente, no todos los discos están en el top tres. La etapa de Giannini duró demasiado poco, y como dice el dicho “de lo bueno, poco”. Lo importante es que compositivamente Vision Divine viene en alza, y ya con la cantidad de buenos discos que tiene en su discografía, es una banda que perfectamente puede competir por ser la mejor en el mundo del power metal.
ENTRE BRUJOS Y TORMENTAS: HISTORIA DEL METAL CHILOTE (PARTE I)
Por Pablo Rumel.
¿Cómo encaja el metal en este punto del planeta? ¿Qué bandas existen -o existieron- y de dónde partieron? ¿Tocan igual que las del continente y resto del mundo? ¿Hubo bandas foráneas que se inspiraron en Chiloé? Son algunas de las preguntas que vamos a responder en esta nueva serie.
Durante 40 días y 40 noches los aprendices a brujos debían sumergir sus cabezas en torrentosas cascadas para desbautizarse y así ingresar a la Cofradía; existió un escuadrón militar indígena williche llamada «Compañía de Volteadores», quienes pelearon a favor de la corona española y a pata pelá, lucharon con garrotes de luma (una madera más dura que el acero); una expedición de navegantes, en 1843, salió en una pequeña goleta desde Ancud para reclamar soberanía en el Estrecho de Magallanes, fueron 23 marinos quienes protagonizaron esta épica gesta.
Todas estas hazañas han sido recogidas por la tradición oral, por el folclor con su música popular y valses, y más actualmente también por la estridencia del metal; hay algunos eventos que rayan con lo surreal, como el juicio verídico contra los brujos de La Recta Provincia, o la historia del Robin Hood chilote, Pedro María Ñancupel, un choro que saqueaba para ayudar a los más pobres, o la misma santería chilota, que por sincretismo guarda un panteón de santos que se entremezclan con las creencias isleñas.
LOS INICIOS: PIONEROS ROCKEROS Y HIPPIES COME-PERROS
El primer disco chilote con una intención lisa y llanamente rockera, vino de la mano de Luna Llena, una agrupación comandada por Manuel Loaiza, quienes el año 83 dieron a luz su disco Pulpos Voraces, que abre con un tema titulado “Metal Pesado”, y no, no se trata de una composición proto-thrash o heavy, va por una línea entre el blues progresivo, con movidas líneas de bajo, una percusión firme e hipnótica al estilo The Doors, con una guitarras solistas que se mueven entre el sonido de Grand Funk y punteos a lo The Yardbirds.
Escucharlos hoy en día es casi arqueología: el registro no es el más limpio, pero en efecto se puede encuadrar con el famoso “rock latino”, caballo de batalla que traerá a tantos próceres por estos pagos, como Los Prisioneros, Aparato Raro o UPA. No obstante, esa temática dark, similar a los Coven que precedieron a los Sabbath, fronteriza con el ocultismo y el misterio, sembrarían la llegada de un nuevo estilo que se estaba fraguando en la Bay Area de San Francisco y en las calles londinenses, un metal candente forjado a fuego llamado thrash metal.
El año clave es 1988: mochileros santiaguinos en busca de aventuras desembarcan en tierras chilotas trayendo consigo casetes, originales o piratas, de álbumes fundamentales, que luego serían canónicos, todo con el son de atestiguar la palabra metalera: Judas Priest, Iron Maiden o Whitesnake, se llamaron estas primeras deidades. Cual evangelizadores de un nuevo credo, los chilotes atesorarían estas joyas, aún hoy recordadas, con álbumes claves de la escena mundial, como el And Justice de Metallica o el Seventh Son de Maiden.
Pero el disco que lo rompió databa de 1986, el famosísimo Reign in Blood, firmado por Slayer, y que entre sus filas tenía al chileno Tom Araya. No podía ser casualidad que en la vanguardia metalera estuviera un connacional entre sus filas, y aquello desató la locura thrasher y death que empujó a las primeras bandas, principalmente concentradas en la zona central de Chile.
¿y Chiloé? Terminaban los años 80 y aún la escena no despegaba: circulaban copias piratas, o se obtenían a través del tape trading -o intercambio de casetes- gracias al correo, semillas sónicas que pronto germinarían con todo el sonido y la estética metalera: violenta, cadavérica, a veces satánica. Marcelo Oyarzún -vocalista de Volteadores-, cuenta que por esos años un amigo le pintó al torturado de Sadism, del Perdition of Soul, en un parche grande, que no dudó en ponerlo en la espaldera de su chaqueta, a lo cual los lugareños se extrañaban por esa pintura, creyendo que era nada más y nada menos que el mismísimo Cristo que llevaba a cuestas.
Pero lo peor vino cuando una agrupación de mochileros hippies, en una volada a base de pura hierba, sin tener que comer, fueron hasta un cementerio y faenaron a un perro, al cual asaron y degustaron cual plato gourmet. El escándalo se supo en la isla, y corrió la noticia que “unos chascones” adoradores del demonio, hacían sacrificios de animales. La respuesta fue enérgica: creyendo que se trataba de los nacientes bangers, el movimiento fue estigmatizado y muchos padres, con el afán de proteger a sus hijos, quemaron discos y posters, para alejarlos de tan nefasta influencia.
SE CONFIGURA LA ESCENA CHILOTA
Estaban los discos, y gracias a las revistas, fanzines y cartas entre los bangers, se creó una incipiente escena. Circulaban las novedades, en especial lo que hacía Death, con su descarga de obras maestras como el Scream Blooody Gore, el Leprosy o el Spiritual Healing: llegaban originales o a veces grabados del programa “Música a otro nivel” que transmitía Radio Tiempo.
A comienzos de los 90 las primeras tocatas se realizaban en Puerto Montt, por lo cual los bangers chilotes tenían que cruzar el canal del Chacao para experimentar los shows en vivo. Aquello contribuyó a generar una incipiente escena. Registrarlas puede ser una tarea titánica, considerando que muchas de ellas no llegaron a grabar ni siquiera un demo, y solo tocaron un par de canciones o covers de otras bandas. Las dificultades, todas: falta de sala de ensayos, falta de estudios de grabación, dificultad en conseguir buenos instrumentos y amplificación.
Las bandas chilenas de la zona central que circularon en aquellos años en la isla estaban cargadas a lo extremo: Torturer, Belial, Atomic Agressor, Tottem Korps, Bloody Cross o Bewitched, fueron algunas de las influyentes, sumándose discos clásicos como el Bajo Una Luna Cámbrica de Dorso o el demo de Pentagram. Aquello influenció en la primera oleada, compuesta por bandas cercanas al thrash y al death, como los Falsa Promesa de 1994, quienes compusieron canciones como «Destruyendo Fetos» o «Hipótesis de Muerte», o incluso versionaron «Wratchild» de Iron Maiden pero en versión extrema.
Si de covers se trata, hubo una banda que tocaba temas de Sepultura y algunos propios, llamado los «Nosépos», así tal cual, porque no sabían cómo ponerse, como no era muy serio el nombre pasaron a llamarse como los Apócrifo.
Damper fue otro ejemplo de metal pesado, formados en 1999, con un sonido más groove en sus inicios y velocidades rápidas, en una línea similar a Pantera, siguen activos, y han transitado a una propuesta death metalera con tintes melódicos.
En el ámbito del heavy, también existe una tradición metálica que se remonta a los primeros Crystal, una banda marcada por el sonido de la NWOBHM, con pasajes melódicos, vibra ochentera y una cantante mujer, Varinia Pardo; musicalmente similar a otras propuestas como los españoles de Santa, o las británicas Girlschool.
Tanto Damper como Crystal no registran trabajos independientes de estudio, pero sí se les puede oír en la Internet o en el recopilatorio del año 2000 Chilhue Rock, Ancud Nos Pertenece, invaluable material para conocer cómo era el sonido de aquellos años.
UNA APROXIMACIÓN Y LO QUE VENDRÍA DESPUÉS
En los años ochenta se plantó la semilla y en los noventa germinó: aparecieron programas radiales en la zona como Sinfonía de Hierro en Castro, o Cultura Extrema en Ancud. La primera revista que pudo llegar a la zona era la revista argentina metal, fotocopiada, pero con tapa y poster a todo color: era el Internet prehistórico de los bangers, donde podían informarse de las novedades de las bandas que escuchaban. El primer festival que se organizó se llamó Bestial of Metal, con bandas de la isla e invitadas del continente, en especial de Puerto Montt.
Bandas tocaron en vivo, desaparecieron tras años y luego volvieron. Era común que las agrupaciones grabaran demos o precarios ensayos, salieran formaciones nuevas y luego desaparecieran reconstruidas. Algunos llegaban del continente o se iban a otros puntos del país.
Metaleramente hablando, aún no se abordaban en las letras el sentir ni la historia de Chiloé. Las temáticas eran sociales, más o menos genéricas y abstractas. Pero esta primera camada de bandas sentó las bases de lo que estaba por venir: una era que comenzaría a inicios de los dos mil y que sigue viva hasta hoy, una zona austral metalera que desbordó el archipiélago para alcanzar otras latitudes, desde Punta Arenas hasta Concepción. Y lo hizo rugiendo como una bestia, con una estridencia brutal, inconfundible.
*Agradecimientos especiales a Mauricio Oyarzún, cantante de Volteadores, quien otorgó datos fundamentales para esta investigación. También a Alejandro Igor de KDC Records, por los contactos y la confianza. Si fuiste parte de una banda chilota de los años 80 o 90 y no se menciona en este capítulo, agradecerías escribir a agrafotragico @gmail.com o directamente a Sonidos Ocultos.
MÚSICA DE BANDAS MENCIONADAS
LUNA LLENA
TURVIO
FALSA PROMESA
CRYSTAL
DAMPER
Aquí tienes 8 poderosas razones para volver a ver a Marduk en vivo según SONIDOS OCULTOS:
Por Rodrigo Damiani
La banda sueca, pionera del Black Metal más cruento y blasfemo, vuelve a los escenarios. Si ya los viste, sabes lo que te espera; si te lo perdiste, esta es tu penitencia y tu oportunidad. No es solo un concierto, es una declaración de guerra sónica.
1. La Máquina de Guerra Sónica: Velocidad y Precisión Absoluta
Marduk no toca Black Metal, lo ejecuta con la precisión de una ofensiva militar. Sus shows en vivo son famosos por la velocidad inhumana de la batería y los riffs cortantes como sierra. Es una experiencia de inmersión total donde la brutalidad no sacrifica la técnica. Es el Black Metal llevado a su máxima expresión de intensidad.
2. Un Legado de 30+ Años: Maestros del Género
Con más de tres décadas de trayectoria, Marduk es una de las bandas más influyentes y consistentes del metal extremo. Verlos es ser testigo de una pieza de la historia del Black Metal sueco en acción. Han sobrevivido y permanecido fieles a su sonido, algo que se respeta y celebra en cada show.
3. El Icono ‘Panzer Division Marduk’ y Su Brutalidad Innegable
Aunque su discografía es extensa, su obra bélica Panzer Division Marduk es un hito. Ver la interpretación de clásicos ultra-veloces como «Baptism by Fire» o el tema homónimo en la atmósfera opresiva del recinto es una experiencia que trasciende la simple escucha. Es la manifestación sonora de la guerra total.
4. La Presencia Arrolladora de Mortuus (Daniel Rostén)
El frontman Mortuus (Daniel Rostén) es una fuerza de la naturaleza. Su voz, que oscila entre el screaming más desgarrador y los gruñidos cavernosos, sumada a su imponente y oscura presencia escénica, convierte el concierto en un ritual hipnótico de blasfemia y maldad. Su performance es legendaria.
5. Fieles a la Oscuridad: Sin Pirotecnia, Pura Actitud
A diferencia de otras bandas que recurren a grandes efectos, Marduk prefiere la oscuridad, la niebla y la pura entrega musical. Como dijo su guitarrista Morgan Steinmeyer: «Marduk es una banda que lo hace muy bien sin tener que contar con láseres, fuego o lo que sea». Es metal crudo, sin adornos, directo a la yugular.
6. Setlist Refrescado y su Último Material
Aunque la banda regrese pronto, cada gira es una oportunidad de escuchar un setlist distinto. Si han venido a presentar un álbum, el enfoque cambia. Es tu oportunidad de escuchar en vivo himnos de su último trabajo, como Memento Mori, que demuestran que, tras años, la banda sigue siendo brutal, oscura y relevante.
7. La Conexión de la Horda Metalera Local
Un concierto de Marduk es un punto de reunión para los más leales y apasionados seguidores del Black Metal. La energía de la audiencia, gritando cada lírica y empujando en el pogo, crea una comunidad caótica y poderosa que solo se vive en estos eventos. Es volver a sentir esa hermandad oscura.
8. Un Ritual que Cierra Bóvedas y Abre Abismos
El Black Metal de Marduk es anti-religioso, bélico y caótico. Su concierto no es solo música; es un ritual de liberación y desafío. Es el espacio perfecto para desatar la agresión, el desprecio por lo establecido y la furia contenida. No se trata de verlos de nuevo, se trata de participar una vez más en la misa negra que solo ellos ofician.
¡No te quedes fuera de esta nueva ofensiva! La bestia sueca no espera. ¡Compra tu entrada antes de que el fuego purificador de Marduk consuma el recinto!
Venta de entradas acá https://ticketplus.cl/events/marduk
Mejores discos del 2025 según el Staff de SONIDOS OCULTOS
Como se viene realizando hace algunos años, el equipo de SONIDOS OCULTOS ha seleccionado los mejores discos de este año 2025. Obviamente son los gustos de cada colaborador y que nosotros simplemente nos encargamos de mostrar a toda la COMUNIDAD OCULTA. A continuación el ranking hasta la fecha:
FAVORITOS RODRIGO DAMIANI
Dream Theather «Parasomnia» : Sin dudas todos, obviamente me incluyo, esperábamos con ansias el retorno de Mike Portnoy al grupo, sin duda uno de los pilares del proyecto en el pasado y por fin está de vuelta en su casa musical. Todo lo anterior por supuesto se vio graficado en el nuevo álbum del grupo norteamericano, disco titulado «Parasomnia» que con una hora y 11 minutos hizo explotar la cabeza de todos, entregándonos un disco mas pesado que nunca con mucha influencia del djent, y mostrando por que Dream Theather es una de las bandas mas importantes del progresivo de los últimos 20 años. No es solo un disco virtuoso mas, es una señal de que el grupo vuelve a su esencia mas pesada pero también incluyendo mucha emotividad. Canciones épicas que sin dudas no te dejaran inerte.
DJO «The Crux»: Por que no solo del metal y rock pesado vive el hombre es que llega este gran trabajo del actor y musico Joe Kerry conocido por su papel como «Steve» en Stranger Things quien se hizo famoso el año pasado por la canción viral «End to the Beginning» single que ha sobrepasado las mil millones de reproducciones. En cuanto al sonido este trabajo reúne el pop y el indie como sus principales componentes para también incorporar elementos sutiles del rock alternativo, logrando una gran mezcla y performance a lo largo de todo el trabajo. Se nota un disco maduro con un sonido bastante trabajado. Todo esto resumido en 12 canciones que bordean los 45 minutos, muy ad hoc al indie.
Lord Of The Lost «Opvs Noir Vol 1»: Nos encontramos con un trabajo recién salido del horno, un disco que sin dudas logra conquistar desde el primer segundo entregando un metal que mezcla diversos elementos y texturas resumidas en tan solo 11 canciones. Desde lo progresivo hasta lo gotico teniendo pasajes industriales logrando un sonido bastante propio y único. Demostrando de una forma bastante clara que la oscuridad igual puede sonar bastante bien y original. Tambien hay que señalar que el pop hace su ingreso de forma muy sutil con coros que quedan en la mente y riffs bastante contagiosos.
Dinastia Moon «Dimensional» : Un viaje asegurado es el que podemos encontrar en este trabajo de los nacionales Dinastia Moon, agrupación que lleva años entregando lo mejor de la psicodelia y la experimentación. Con este disco de tan solo 7 canciones que solo poseen 33 minutos, es que el grupo de San Antonio logra cautivar de principio a fin, gracias a sus riff notables y la capacidad de hacer que el auditor pueda volar. También destaco el sonido propio que el proyecto logra desarrollar, algo no tan fácil cuando en la psicodelia esta casi todo realizado. Una apuesta realmente notable.
Deftones «Private Music» : Los norteamericanos sin duda lo hicieron nuevamente. Con solo 42 minutos y 11 canciones es que el quinteto ha lanzado uno de los mejores discos de la temporada, entregando un metal alternativo con diversos matices y transiciones con un Chino Moreno cada vez mas solido en la interpretación y ejecución . Deftones a pesar de haber inventado su sonido propio siguen explorando en nuevas fórmulas mas experimentales pero nunca dejado de lado lo mas importante. Las buenas canciones. Lo otro este disco fue compuesto por Chino Moreno en un estado de total sobriedad (3 años limpio) hecho que sin duda puede servir como gran ejemplo para los jovenes actuales.
Helloween «Giants & Monsters»: El ya sexteto alemán, Helloween, sin dudas lo hizo denuevo. Fueron muchos los años de espera para este nuevo trabajo de quienes inventaron no solo de un estilo ,el powermetal si no tambien de una forma de vivir y sentir la musica. En este disco se mezcla lo antiguo con lo moderno, mostrando la maestria de la agrupacion en todos sus espacios y tambien dando pie para que muchos de sus integrantes pudieran crear sus propios temas, pero el grupo esta tan afianzado y alineado que cada cancion se transforma en una pieza maestra. La banda busca disfrutar de su legado en vida, y este disco es un reflejo de aquello.
FAVORITOS CLAUDIO MIRANDA
IQ – «Dominion» : Si bien es la producción número 13 en el catálogo de los británicos, y la primera en seis años desde «Resistance» (2019), desde «Dark Matter» (2004) que IQ no sacaba un trabajo de tamaña jerarquía. Y es que a pesar de la extraordinaria calidad en sus trabajos recientes, se extrañaba algo que pareció extraviarse con la partida del histórico tecladista y fundador Martin Offord. En «Dominion», IQ no solamente recupera su estatura, sino que apela a la emoción y atmósfera englobadas en un trabajo que se defiende y gusta por sí solo. Donde en otros esfuerzos parece que el camino se pone cuesta arriba, acá lo dejan fluir con inteligencia y un sentido de expresividad que incentivan a abrir la puerta desconocida, otra más que en que Peter Nicholls y sus compañeros de ruta dejan fluir la enormidad y fondo que le permite a IQ extender su discografía de rango imperial. Un trabajo orgánico y sólido que, además, confirma la importancia que los ingleses le dan a las nuevas formas sin descuidar su base en las viejas formas.
Swans – «Birthing» : En poco más de cuatro décadas de carrera, Swans se ha mantenido en la brecha como sinónimo de vanguardia y desafío hasta rayar el terreno de la repetición obsesiva y una intensidad que todavía te sumerge sin discusión en su personalidad incorruptible. «Birthing», su producción en estudio número 17, parece reconstruir el paraíso celestial, con explosiones de ira y paisajes de soledad perturbadora. Todo bien distribuido de acuerdo al guión que su líder y fundador Michael Gira ha escrito y desglosado en favor de una experiencia sonora que no busca agradar ni al fan más avezado, sino desafiar cualquier estándar impuesto hasta remover el sarro por completo de nuestros sentidos. Apropiado señalar que cualquier metáfora que se nos ocurra al respecto, deja de serlo cuando reparas en el propósito que Swans traspasa de la escritura al estudio. Imposible recurrir a la etiqueta de turno en una música que puede vapulear al oyente, sea a constantes golpes o con indiferencia gélida.
Ocultum – «Buena Muerte» : Cuando la mayoría le teme a la muerte, hay una excepción que la abraza con generosidad. Es el fondo de la tercera placa en estudio de Ocultum, nombre estandarte del sonido pesado a nivel local y sudamericano. Su edición por el prestigioso sello italiano Heavy Psych Sounds se debe a dos factores: sus dos lanzamientos previos en poco más de 15 años, y una propuesta que lleva su amor por el rock pesado y el caos de los ’70s hacia el siguiente nivel. Un trabajo de creatividad rebosante en todos sus surcos, donde el peligro y la oscuridad convergen en la ribera canábica que sus creadores han fraguado a base de desconsuelo y (mucha) droga. Es la cosecha del sembrado divino que sus creadores esparcen con la convicción requerida en las vertientes ligadas al sonido ‘sabbáthico’ y sus vertientes más tenebrosas, ahí donde la humanidad expone su carne ante la rapiña social.
Jusolis – «Jusolis» : En una situación similar a la de nuestros Pentagram hace poco más de una década, el LP debut de Jusolis se demoró poco más de 30 años en ver la luz. Si bien fue la agrupación semillera de nombres pesados como Yajaira y Pánico, hubo el espacio y tiempo suficiente para materializar dicho anhelo. En la línea de Skin Yard, el primer Corrosion of Conformity y Green Arm, el estreno homónimo no solo ruge, sino que aplasta e impone una jerarquía que habla de un momento de creatividad encapsulado en algún demo de aquellos años, hoy revitalizado por una idea bien trabajada y, a la vez, incorruptible en su esencia. Y ojo!, la masterización a cargo de Jack Endino potencia, en buena parte, el aluvión descomunal que exhala una colección de canciones que perfectamente podrían definir las raíces del stoner-doom en Chile, ahí en un lugar bien abajo y a cientos de metros abajo de las grandes luminarias de su tiempo.
Pentagram – «Lightning in a Bottle» : Cuando Bobby Liebling renovó la última alineación de Pentagram, lo hizo con una idea sólida en mente. Un propósito que se materializó en «Lightning in a Bottle», un trabajo derechamente soberbio y refrescante en todo aspecto. Eso que no pasa por «reinventar la rueda» en un estilo que no lo requiere, sino por dejarlo todo en un trabajo repleto de canciones memorables. Hay una energía que incluso podría descolocar hasta al más escéptico, y con toda razón. No dudamos en afirmar que podría ser, y sin ‘pero’ que valga, el trabajo más aplastante que los de Washington D.C se han despachado en años, si no en décadas. Y si bien lo último será dictaminado por el tiempo -y las decisiones del propio Bobby-, al menos podemos asegurar que quienes claman todavía el retorno del histórico riffmaster Victor Franklin se llevarán una sorpresa. Y es que, aludiendo al título del álbum, una institución del calibre de Pentagram necesita mucho más que sus componentes históricos para liberar el rayo de inspiración que estuvo un buen rato atrapado en una botella.
Kadavar – «I Just Want To Be A Sound» : ¿Cómo asimilar a los Kadavar circa 2025 respecto al puñete de rock pesado y psicodelia vintage que los hizo referentes durante la década anterior? Una pregunta con muchas respuestas a la mano, y adjunta a la capacidad de los alemanes para sorprendernos con un trabajo fulgurante hasta la médula. Caleidoscópico, valiente y, sobretodo, enorme. Y en una banda que engloba sus abundantes ideas con la experiencia adquirida durante sus anteriores incursiones en el estudio, «I Just Want To Be A Sound» surge como un mundo desconocido y fascinante. La textura bien distribuida en cada espacio, la suma de estilos y sonidos supuestamente ajenos en el pasado, la construcción de atmósferas que te vuelven grande y pequeño a la vez… Qué más se le puede pedir a una agrupación con matriz en el rock pesado a la antigua y hoy abraza la música sin etiquetas hasta levantar su propio ecosistema de luz y emoción.
Witchcraft – «Idag» : Nos costó un mundo digerir lo que venía haciendo Witchcraft. «Nucleus» (2016) y, sobretodo, «Black Metal» (2020) mostraban un aspecto extraño, por no decir errático, en una banda que empezó la primera década del actual milenio como un nombre-revelación de la entonces nueva oleada del doom metal y la psicodelia con sonido análogo. Y es probable que Magnus Pelander haya acusado el golpe en su momento, porque además de renovar la alineación, enfocó sus energías e incombustible talento en brindarnos un trabajo categórico y sublime, lo que no venía pasando desde los días de «Legend» (2012). Puede parecer ‘simplista’ afirmar que Witchcraft está de vuelta, pero es la realidad en una agrupación que encontró el rumbo extraviado y, lo mejor de todo, regresa a la lucidez que en los 2000 tuvo a los suecos como estandarte del riff con olor a madera. Roguemos porque «Idag» sea el amanecer de un nuevo ciclo dorado. Lo que Witchcraft merece por el camino allanado hace dos décadas, cuando era el momento.
Dead Meadow – «Voyager to Voyager» : Con un cuarto de siglo en plena ruta sideral, en Dead Meadow aflora la inspiración a la manera en que sus componentes la dejan fluir como hábiles artesanos. Al mismo tiempo, la repentina muerte del bajista Steve Kille el año pasado -tenía sólo 27 años- significó un golpe doloroso. Las partes del malogrado bajista están presentes en un trabajo que se demoró lo necesario en cuajar para exponerse al mundo. Al mismo tiempo, y contra quienes en su momento le achacaban a los de Washington DC una supuesta ‘falta de atrevimiento’ para dar el paso adelante, «Voyager to Voyager» reafirma el ideal artístico y humano de sus creadores en cada uno de sus 8 cortes. No se limita a cumplir con la cuota de psicodelia humeante como en sus producciones anteriores, sino que extiende su firma hasta darle el toque de lozanía necesario. Lo apropiado y coherente en una agrupación viajera que propaga su halo sónico hacia otros viajeros, incluso en las horas más oscuras.
Melvins – «Thunderball» : En Melvins no hay respiro para el conformismo ni la digestión a la segura. Un año después de «Tarantula Heart», la visceralidad del punk y las texturas electrónicas entablan una nueva incursión en «Thunderball», un trabajo que destila ruido y tensión hasta canalizar ambos elementos en un mismo núcleo de transgresión sónica hasta la última capa. Y es que en los pensamientos de Buzz Osborne -King Buzzo, para los amigos-,la evolución constante es un impulso natural al momento de escribir música y plasmarla en el estudio, como lo vienen haciendo durante más de 40 años. Y su trabajo en estudio número ¡28! es la prueba irrefutable de todo lo que te has encontrado y te encontrarás en un estilo que desafía permanentemente hasta al oído más entrenado en estas lides. Y si alguien se preguntara hasta cuándo Melvins seguirá instigando las fronteras existentes y por haber, «Thunderball» es una respuesta absoluta en cuanto a la presteza inagotable de sus creadores.
FAVORITOS DE MERYTH
INTRASCENDENCE – INTRASCENDENCE (CHILE)
Vaya manera de comenzar a brillar en el enrevesado mundo de la complejidad del progresivo con un disco que se encarga de hacer de la escucha una experiencia inmersiva única. Altamente técnico, la agrupación nacional se encargó de cada uno de los detalles creando una pieza que enmarca la complejidad de la mente, traspasando cada sentimiento a una nota diferente y alucinante. Un álbum lleno de sorpresas que merece ser escuchado en innumerables ocasiones.
MESSA – THE SPIN (ITALIA)
La sensualidad deslumbra con la maravillosa voz de Sara que se acompaña de las teclas profundas y sombrías del piano de Alberto, quienes son parte fundamental de esta agrupación italiana que explota en talento e innovación. The Spin es una mezcla perfecta entre la armonía y la sonoridad extrema de un Doom Metal bien realizado con un rock sofisticado y garboso. Este álbum es perfecto para escucharlo con una copa de vino en la mano y en un lugar que produzca la misma calma que sus notas, dejándote sumergir en el encanto de sus partituras que hablan de desolación y lamento. Con una canción que integra la atractiva vibración del saxo de Michele Tedesco, Messa crea un disco que lo dice todo susurrándote al oído mientras lo escuchas.
RIVERS OF NIHIL – RIVERS OF NIHIL (USA)
Una reafirmación al poder sonoro de estos norteamericanos, trae su quinto trabajo de estudio homónimo lanzado el 30 de mayo de este año. Con un vaivén de riffs acelerados, técnica descriptiva y voces macabras que desembocan en un Death metal progresivo moderno, el disco recorre en 10 canciones la sutileza macabra de un género que ha ganado una audiencia importante durante los últimos años. Esta es una agrupación que no teme a innovar e ir creciendo profesionalmente, aquí se nota un mayor nivel de expertiz en el manejo de las composiciones y la integración de cada uno de los instrumentos que le dan vida lo que hace de este disco una pieza importante para quienes se deleitan con nuevas resonancias histriónicas.
NEEDLES – PREMONITION (HUNGRÍA)
Una de las sorpresas más intensas de este año, fue la trajo este quinteto bueno para las guitarras rápidas y las percusiones imparables. Premonition es una exquisitez dentro de esta mezcla de colores que abarcan el Thrash, el Black y el Death Metal pero añadiendo una gota de matemática progresiva la que eleva el álbum a la estratósfera. Premonition es implacable, poderoso y perturbador en el mejor de los sentidos. Cuando esperas que una canción siga por su camino natural, los quiebres armónicos te golpean en pleno haciéndote alucinar. La fantástica travesía de Needles en lo que viene siendo su tercer larga duración, es una muestra perfecta de brutalidad compositiva fusionada con una ejecución magistral. Uno de mis discos favoritos en lo que va del año.
KATATONIA – NIGHTMARES AS EXTENSIONS OF THE WAKING STATE (SUECIA)
Lo que viene haciendo la agrupación liderada por Jonas Renkse en su último trabajo de estudio es notable, casi como un reencuentro con la oscuridad característica que por algún instante la banda fue perdiendo. Esa nostalgia motivada por la oscuridad del dolor atrapante que contienen sus líricas de acordes menores, la cual solía atraparte en un sopor de sufrimiento y al mismo tiempo de profundo placer, vuelve a reencarnarse en Nightmares As Extensions Of The Waking State. Si hasta el nombre del disco acompaña perfectamente lo que cada canción reza. Este es un viaje sonoro hacia lo profundo de la mente perturbada, cuyo conductor es el tintineo que revive cada sueño como una entonación de suspiros entrecortados. Katatonia es Doom, es Death, es progresivo o como quieran calificarlo, pues sus tintes sonoros lo incluyen todo y este álbum renueva sus votos con la música oscura que tanto nos gusta como soundtrack de nuestras vidas.
FAVORITOS PABLO RUMEL
Samsara Trip (homónimo): Debut con el pie derecho de estos san antoninos, quienes realizan un disco instrumental de poderosa factura sónica. Hay stoner, hay psicodelia, hay metal, un trabajo que dialoga con el vacío y la iluminación con la sabiduría de quienes han visto y oído a la Totalidad. Obra maestra que abrirá nuevos caminos, eso lo damos firmado.
Blackslash: Heroes, Saints & Fools : Heavy metal tradicional de la nueva ola, en la línea de Haunt, Ambush o Enforcer, estos alemanes nos regalan ritmos acelerados, solos apasionados y afilados gritos agudos. Contiene fuerza, velocidad y buenas líricas, un manjar para el paladar de los que gustan oír a clásicos en formato nuevo.
Prehistoria: Cryptic Halo :Banda estadounidense de heavy power metal con cantante chileno, Alonso Zo Donoso (ex Powertrhone, ex Dark Mirror), muestra el lado más blackened del heavy, con baterías como metrallas, secciones cargadas al black y un trabajo vocal que recuerda a los mejores Blind Guardian. Un obligatorio para todo fan del heavy.
Heráldica de Mandrake. Nunca Bastó con Rezar : Disco póstumo y homenaje al fallecido bajista Vicente Zamorano; estos tecnobrujos son una isla entre la espada y el abismo del doom metal chileno, con sonoridades hipnóticas, secciones que se empantanan con el progresivo y atmósferas de pesadilla. Cuatro cortes largos, que como los cuatro jinetes del Apocalipsis, traen consigo la peste, la muerte y la gloria.
Cabrío. Blueprint of God : Los cabros de cabrío se mandan un discazo que es un cuetazo armado con dinamita y nitroglicerina. Riffs devastadores y postapocalípticos, composiciones más oscuras que el corazón de Lovecraft, secciones callejeras que invitan a la destrucción, y una actitud combativa pocas veces vista (y oída), estos viejos cracks hicieron un disco que pasará a la historia. Imperdible.
Owlbear, “Feather & Claws” : Heavy Metal Ñoño, o mejor, heavy power estadounidense de la nueva camada basado en el universo de Dungeons & Dragons. La portada es horrible, sí, pero su música memorable: en la línea clásica de Riot, Savatage o los más modernos Haunt. Un golpe de dados y riffs acelerados.
Palantyr, “The Ascent & The Hunger” : Estos franceses saben de épica heavy. Originalmente se hacían llamar Destrukt, pero se reformaron, tomando un par de temas y lanzando una nueva carrera. Hacen un cover chacal del cantautor inglés Paul Roland, «Nosferatu», un tema de hechura gótica que no dejará a nadie indiferente.
Fallen Fortress, «At the heart of Emptiness» : Abriendo nuevos caminos, esta banda chilena la rompe con un disco que mixtura lo mejor del death y el black evitando todos los lugares comunes. El resultado: una obra maestra de la ingeniería destructiva, con un vocalista superlativo que rompe todos los moldes de lo extremo.
Blaxem, Ethereal : Desde el arte del disco, hasta las líricas y la música, los Blaxem se la juegan por una sonoridad pesada con muchos matices, una suerte de groove death thrash con toques prog. Es un EP de 5 temas, pero ¡qué mejor! Se augura un futuro esplendoroso, pues vienen con muchas ideas y en alza creativa.
FAVORITOS FABIAN ESCUDERO
Life – my heart the dreaming memory
Finalmente, luego de años de EPs publicados compulsivamente, Damian Anton Ojeda (sadness, Trhä, Barbelith) se dignó a editar el primer LP de life, el proyecto en el que vomita todas sus influencias vinculadas al mundo del screamo. my heart the dreaming memory se caracteriza —como gran parte de las publicaciones de Ojeda— por una atmósfera densa, profundamente depresiva y nostálgica, pero sin perder la crudeza y la agresividad del género. Es recomendable escuchar este trabajo junto con el EP …and still it flutters, que funciona como complemento a cierta narrativa sonora impulsada por el artista y que viene construyendo hace años en el underground.
Emma Goldman – All You Are Is We
El debut de Emma Goldman, una agrupación originaria de Vancouver, Canadá, que toma su nombre de la destacada escritora y filósofa anarquista rusa, es una muestra de que géneros adyacentes al emo están lejos de quedarse sin recursos. En All You Are Is We no solo encontramos la potencia y la energía que caracterizó a los actos más destacados que cimentaron las bases del screamo y el emoviolence (Saetia, Ampere), sino también letras directas y políticas, chorreantes de discursos e ideas que, a través de gritos desgarradores, abordan problemáticas como la drogadicción, la invisibilización o la crisis del capitalismo, tal como lo hicieran —por ejemplo— Orchid en sus mejores momentos.
Pyre – This Is How We Lose Fullness
Pyre no inventa la rueda, pero sin duda exhibe sus mejores cualidades. Mezclando elementos de post-hardcore, screamo e incluso algo de midwest emo (voces crudas, descuidadas, pero melódicas), en casi 28 minutos divididos a través de 12 pistas entrega un álbum que goza de variaciones rítmicas e intrincados riffs de guitarra que chocan con una batería eufórica pero muy técnica; la distorsión no falta, así como los momentos en los que la dulzura tradicional del género permite conectar con el sentimentalismo y dramatismo propio que tanto caracteriza a esta escena.
Hesse Kassel – La Brea
Mucho se ha dicho —bueno y malo— de Hesse Kassel y La Brea, su álbum debut. Lo cierto es que es, con creces, una de las agrupaciones más interesantes que ha salido de Chile en el último tiempo, y eso que al país no le falta buena música. En este LP de una hora y 20 minutos de duración, los jóvenes músicos no escatiman recursos para moverse por variados géneros, entre los que predominan el post-rock, elementos de jazz, no wave y noise rock, construyendo una cama sonora sobre la que un vocalista despliega poesía en formato spoken word, muchas veces desvariando sobre sexo y otras tantas sobre la metarealidad. Es un lujo para fans de Black Country, New Road; o también Swans, Sonic Youth, Tortoise quizás, Slint y… ¿Yo La Tengo? (¡mira, justo como el nombre del tema que cierra el álbum!).
Weatherday – Hornet Disaster
Weatherday es uno de los tantos aliases de Sputnik, músico/a no binario/a sueco/a involucrado/a en un sinfín de proyectos solistas asociados al noise pop y al lo-fi, y que este año publicó el segundo LP de su proyecto principal. Y es que aunque algunos podrían considerar que su debut Come In (2019) es algo insuperable, no es descabellado decir que Hornet Disaster mejora todo lo que su predecesor hizo bien. Más enfocado, ambicioso e incluso “mejor” producido —en el sentido en que logra sacarle un mejor provecho a esa saturación digital que caracteriza a esta corriente popularizada por otros artistas de habitación, como Parannoul o Summer 2000—, logra encapsular el caos y la rabia juvenil en canciones que transitan entre el rock, el pop y hasta el folk: momentos íntimos y otros grandilocuentes que no escatiman el uso de guitarras y sintetizadores por igual.
BRUIT ≤ – The Age Of Ephemerality
Hay quien podría decir que el post-rock no tiene nada nuevo que ofrecer; bueno, esas personas claramente no han escuchado a BRUIT ≤. La banda originaria de la ciudad de Toulouse, Francia, se ha vuelto, desde su debut en 2021 con el disco The Machine is burning and now everyone knows it could happen again, uno de los actos más novedosos y aclamados del género en la actualidad, y con razón. A través de cinco piezas instrumentales, el cuarteto expone un verdadero manifiesto político y filosófico que se nutre de polirritmos, glitches, mucha distorsión y reverb. BRUIT ≤ —traducido del francés literalmente como “ruido”— establece un verdadero paradigma para el rock desde composiciones intensas, tomando, por supuesto, elementos de predecesores como Godspeed You! Black Emperor o MONO, pero ofreciendo una propia reinterpretación y deconstrucción de este género musical extremadamente cinematográfico y desolador.
Stereolab – Instant Holograms On Metal Film
Son muy pocos los casos en los que las bandas que alcanzaron su peak en una época tan fructífera para la música alternativa como los 90 pueden mantenerse en la cresta de la ola contemporánea, sobre todo cuando gran parte de su atractivo fue la innovación. Stereolab no es de esos casos. Quince años después de Not Music (2010), un LP modesto pero cumplidor, el conjunto europeo regresó con Instant Holograms On Metal Film, un álbum superior en todas sus formas, que logra sentirse actual y retro al mismo tiempo. En esta nueva placa, el conjunto francobritánico rescata las cualidades que lo hicieron tan sonoramente rico y denso. Se trata de un disco lleno de pasajes hipnóticos, ritmos sencillos y texturas cálidas que se tejen a través de riffs de sintetizadores, guitarras y bajos que beben de la música pop, la electrónica y el krautrock. Sencillamente una clase magistral de cómo mantener la vigencia sin nunca perder la esencia.
Ethel Cain – Perverts EP
Es un poco difícil describir a Ethel Cain a estas alturas. Tras su debut con Preacher’s Daughter en 2022, la cantante, compositora y productora estadounidense Hayden Anhedönia (su nombre real) ganó gran renombre entre ciertas comunidades virtuales por un disco que se movía entre el folk alternativo y el art pop, sin dejar de coquetar con sonidos más experimentales. Y esa experimentación tuvo su culminación en Perverts, un “EP” muy, muy entre comillas, que extiende su duración a una hora y media en tan solo nueve pistas que bordean los límites del drone, el ambient y hasta el noise rock… sin despegarse por completo de la ternura folkpopera que la catapultó a la fama. A través de un relato vestido de una estética gótico-sureña, Ethel Cain se sumerge en el drama del abuso sexual, sus propias inquietudes como mujer trans y los traumas de su pasado creciendo en el seno de una familia extremadamente conservadora en la cúpula interna de una iglesia bautista. No hay puntos bajos en este descenso a la angustia que podría llegar a espantar a quienes esperaban una secuela directa de Preacher’s Daughter… El único reclamo válido es su etiqueta como EP, cuando podría ser perfectamente un álbum doble.
Mala Postura – MP
Hace un tiempo ya que Mala Postura se viene abriendo camino en los escenarios chilenos. Su propuesta de emo pop y punk rock calza perfectamente entre otras bandas locales como Estoy Bien o Destruyendo Autos, así como con influencias anglo como Title Fight, Taking Back Sunday o Jimmy Eat World. En su primer EP, el cuarteto presenta cinco canciones que rescatan lo mejor del género: guitarras filosas y riffs sencillos, pero llamativos, así como un bajo extremadamente presente y una batería acelerada y precisa. Todo esto es un campo perfecto para que la voz principal, que se pasea entre lo melodioso y lo gritón, recite versos de desamor, desencanto y hastío. Y claro, no se presentan ideas demasiado originales, pero tampoco se cae en los melodramas y clichés que tienden a apoderarse de este sonido. Habrá que ver cómo Mala Postura se desenvuelve en el formato de larga duración.
EXODUS Y SU BONDED BY BLOOD A 40 AÑOS: UNA LECCIÓN DE VIOLENCIA THRASH
Por Pablo Rumel.
En el contexto de la venida de Exodus de mano de Chargola a Chile este 11 de octubre en el Teatro Cariola, donde se interpretará in extenso el Bonded by Blood, diseccionamos el disco para analizar su anatomía y la influencia que tuvo en la escena mundial.
El séptimo círculo del infierno está reservado para los violentos, y también para los que glorifican la violencia. Si no hubieran existido en esta línea de tiempo Megadeth, Slayer, Metallica o Anthrax, Exodus habría sido miembro seguro del Big Four. Fundados en 1979 por Kirk Hammett, desarrollaron muy tempranamente una veta sónica heredada de la NWOBHM, pero que también recogió otras manifestaciones como el punk rock.
Si escuchamos con atención su «Demo» de 1982, hay un cruce de influencias notorio entre los primeros Maiden, por ejecutar cambios veloces sobre la marcha sin abandonar líneas melódicas, y la ferocidad de Venom o Motörhead, con rítmicas que también bebían del punk de fines de los 70, con prevalencia de la sexta cuerda en la construcción de riffs y uso del tremolo picking para simular ráfagas de metralla.
Es un demo grabado con deficiencias técnicas notorias, y más parece la toma de un ensayo que un trabajo de ingeniería, pero ahí estarían los cimentos de lo que sería el trabajo más importante de los Exodus antes de su debut: hay cruces de guitarras gemelas, tenemos el fraseo rápido, y cambios de velocidad, pero faltaba algo: una batería que bombeara con más fuerza el corazón del monstruo.
LA DEFINICIÓN DEL SONIDO
Hammet ya no estaba, y solo habían quedado algunas estructuras y conceptos suyos en la banda. Gary Holt y compañía, dispuestos a seguir adelante, ya en el año 84 tenían finalizado el trabajo, un año en que ya estaban sobre la mesa el Kill ‘Em All de Metallica, el Show no Mercy de Slayer y el Fistful de Antrhax, lo que se traducía en:
Matarlos a todos en un show sin misericordia a puñetazo limpio…
El mensaje era directo, como una patada en el cráneo.
El nombre original del Bonded era «A Lesson in Violence», porque el mensaje estaba claro: se trataba de una época salvaje donde la vanguardia musical había desestimado la revolución de las flores y el preciosismo del progresivo; lo que tocaba era reinterpretar aquella década, de delincuencia desatada, de intervenciones militares y del peligro que revestía una escalada que terminaría con una Tercera Guerra Mundial y el apocalipsis nuclear.
El nombre de A Lesson fue desechado finalmente debido a que no fue posible desarrollar un concepto que graficara lo que quería transmitir la banda (metal, muerte y hermandad), por lo que se optó por «Bonded by Blood», la sangre, que remitía al dolor y al sufrimiento, pero también a la hermandad, algo que fuera como una hermandad metalera: de hecho cuenta la leyenda, que para sellar el futuro y destino de la banda, Holt, con Hammett y compañía -estando muy borrachos- se habrían tajeado las manos, y cual fraternidad india, se restregaron la hemoglobina como firma indeleble para el porvenir.
LO QUE NOS DEJÓ EXODUS
Es clara la influencia del punk rock en la percusión, en esa línea bruta de bandas como los Dead Kennedy, The Exploited y Discharge, pero también encima, como influencia directa, reconocido por el propio batero Tom Hunting, estaban los redobles rápidos y la alternancia bombo-caja de Dave Lombardo junto a la depuración técnica de Clive Burr de Maiden.
Las letras reflejan toda esa tensión de las tocatas y el frenesí que se desata entre el público: la canción «Bonded by Blood» con la que abre el disco, es una declaración violenta y exaltada del poder unificador del metal. A través de imágenes rituales, como cuchillas, sangre, magia negra y sacrificio, el tema convierte el concierto en una ceremonia donde los fanáticos se funden en una sola fuerza.
La “matanza en la primera fila” de la letra no es literal, sino una metáfora del frenesí colectivo, del éxtasis físico y espiritual que produce la música. La sangre compartida simboliza la hermandad que surge entre músicos y público: una comunión salvaje, sin codicia, nacida del metal mismo.
De esta música nace todo un repertorio de modalidades autodestructivas ejecutadas por el respetable, como el clásico mosh, el stagediving o lanzarse desde el escenario, o el wall of death, que es cuando el público se divide en dos multitudes para chocar violentamente entre sí, pero no hay que confundirse: esto es como la lucha libre, llueven patadas y combos pero no con la intención de derribar al otro, sino con la intención explícita de disfrutar de una violencia controlada que no mande a nadie al hospital de urgencia.
La técnica vocal de Paul Baloff (debut y despedida, pues luego se marcharía a Heathen y el 2002 de este mundo), es desgarrada, de tonos medios a altos, alargando la frase para acentuar la maldad de la letra, acercándose al puro grito pelado en temas como Exodus, y otras veces a vocalizaciones más teatrales y chillonas, con uso de falsete al estilo de King Diamond.
«And Then There Were None» es toda una lección de thrash de medio tiempo, con rítmicas entrecortadas y rápida sucesión de acordes seguido de líneas palmuteadas: sí, ya no estriba una novedad, pero en aquella época ayudó a definir el estilo, sobre todo cuando se trataba de tocar canciones de medios tiempos. «A Lesson in Violence» es todo lo contrario; enseña cómo abrir una canción a tope, a una sola guitarra para luego ir sumando batería y bajo entre cada giro y golpe, con pausas dramáticas antes de los solos, con rápida alternancia de ligados destructores y figuras fronterizas entre la melodía y la disonancia pura.
«Deliver Us to Evil» aboga por rítmicas más bailables, con uso de semigalopas y cambios dramáticos, algo así como ir subiendo a un cerro sobre un carro, para luego ser aventado hacia abajo a un agujero lleno de llamas y terminar flotando en una cama de clavos. Pero sin abusar de metáforas rimbombantes, hay elementos que se adelantan al crossover, y también hay algunos elementos prog que usarían bandas americanas de heavy metal, como Jag Panzer (fronteriza al speed), los incombustibles Riot (ojo y oreja con el Thundersteel) o los primitivos Fates Warning.
«Strikes of the Beast» es otra lección de cómo se debe terminar un disco thrashero: nada de baladas afeminadas ni de rock and roll descafeinado: si empezamos hablando de rituales y golpizas, hay que terminar mandándole un combo en el hocico a la bestia, con riffs espiralados y prolongado uso de power chords en medio de una batería y un bajo que no dan tregua, sumado a una vocalización aguda y mortífera, con unos coros gritados a todo pulmón para darle más malicia a la cosa.
El legado de Bonded by Blood es el de una bomba atómica de seis cuerdas detonada en la cara de la complacencia musical. Su sonido, todavía radiactivo cuarenta años después, marcó el inicio de una estética de la devastación: un paisaje posnuclear donde los riffs son metralla, los coros una turba enloquecida y la batería un tanque que avanza sin detenerse ante nada.
Exodus enseñó que el thrash era más que velocidad, era además una forma de canalizar la violencia latente de un mundo que se desmoronaba a golpes de Ronalds Reagans, guerras frías y ciudades que olían a pólvora y desesperanza. Su lección de violencia fue también una lección de disciplina: afinar las guitarras como si fueran armas, dejar que la rabia tuviera ritmo, y que la sangre corriera al compás.
Para entender el género, o atreverse a componer dentro de él, hay que sentir esa tensión entre el caos y el control, entre la furia y la precisión quirúrgica. Y eso no lo digo yo, lo dice Bonded by Blood, ese perro rabioso y malcriado que sigue ladrando y blasfemando, en un mundo que cada vez se acerca más a su final.
Vltimas: «Epic»
Por Claudio Miranda.
Casi una década ha pasado desde que David Vincent y Rune Eriksen decidieran unir fuerzas para construir y dar vida a uno de los proyectos más formidables del metal extremo. El estreno de Something Wicked Marches In (2019) cumplió en su momento con las expectativas, y con todas las razones del mundo. Así es como Vltimas se presentó en sociedad, dejando en claro que el death metal y el black a la vieja usanza son impulsos que permanecen incólumes a cualquier tendencia o actualización de turno. Bastó con tamaño álbum ‘debut’ para que el resultado de la unión entre esos nombres pesados liberara su efecto demoledor.
Como suele pasar en un proyecto integrado por nombres de recorrido probado, las expectativas para el siguiente capítulo debían estar a la altura. Algo que en Epic, su segundo largaduración, debía ser una confirmación después de la captura fotográfica que implicó Something Wicked... como producto de una idea consistente y una lucidez creativa que reivindica la esencia del género en sus formas más extremas y oscuras. En este sofomoro, sin embargo, queda la sensación de estar un pelo abajo que su predecesor, aunque con ciertos matices de diferencia.
Tras la intro «Volens Discordant», el corte titular aparece con un aire tan elegante como siniestro. Es la idea que la portada nos sugería de entrada, desde la vista llegando al contenido sonoro. Una descarga bien controlada, con señales de gran altura, guitarras que distribuyen peso y sutileza en su justa medida. Y, por supuesto, la voz de David Vincent en plena forma, aquí expuesta como la radiografía de un veterano que se mantiene en el ruedo. De ahí pasamos a «Miserere», una arremetida de death metal old school con buen gusto melódico en las guitarras y la potencia con que el nivel creativo se traspasa al estudio con resultados altamente efectivos.
La gran virtud de Epic en su totalidad es la contundencia. No es un trabajo que busque ‘redefinir el género’, sino que responde a la integridad de sus creadores. Vincent y Eriksen no solamente son leyendas de todo un estilo, sino que más de una vez, y dejando de lado los virajes de estilo o la controversia de turno, han declarado su amor por el metal como vía de expresión hacia lo crudo y lo blasfemo hasta lo más puro. Al mismo tiempo, es un disco que gana bastante en atmósferas por sobre la destreza, lo que se traduce en la presentación audiovisual con que el video de «Mephisto Manifesto» denota cuán áspera y tenebrosa es la rúbrica de Vltimas.
Así como «Invictus» rememora a su manera el peso implacable del primer Morbid Angel, «Natural Fangs» expande las credenciales de Rune Eriksen como referente en todos los proyectos que ha integrado durante más de 30 años de carrera, en especial como parte de Aura Noir. De ahí la voracidad con que «Scorcher» aniquila todo a su paso, literalmente. Rapidez, intensidad, riffs asesinos por naturaleza propia, y todo reforzado con la claridad requerida para escribir música extrema desde la expresión y la generación de brumas lúgubres. Adjunto a lo anterior, la brutalidad súbita se desborda en su justa medida, sin caer en los excesos propios de un estilo que hoy, nos guste o no, comete el error de priorizar la superficie en la producción sobre el núcleo del objetivo.
Si hubiese que indicar una diferencia notoria respecto a su predecesor, sería su baja jerarquía en la escritura. Y ahí es donde falla Epic en gran parte, pues en muchos pasajes la impresión de que se limita a cumplir expectativas en vez de proponer algo mucho más sólido en su esencia. Puede que su gran mérito sea dejar a un lado la reiteración presente en el LP anterior en favor de la variedad dentro de la biósfera donde se mueven sus componentes. Y aún así, da la impresión de que dicha variedad se traspapela con una falta de conexión sintáctica que en Something Wicked rebosa a granel. Es el riesgo de dar el siguiente paso, lo que requiere mucho más que la destreza instrumental o un CV envidiable, y tiene que ver con la lozanía artística que el trabajo en el estudio captura sin alterarla en lo absoluto.
Epic trata de hacerle honor a su nombre. Lo intenta y está la intención. Y a pesar de su bajo rango respecto a su hermano mayor, saca la tarea adelante, aunque en algunos pasajes da la impresión de extravío por falta de brújula. Perdonable si consideramos que Vincent y Eriksen son tipos que ya lo han hecho todo, pero de quienes nos hubiese gustado que llevaran a Vltimas al siguiente nivel. Esperemos que sea así para un tercer lanzamiento, porque si hay algo seguro en torno al presente de Vltimas, es que tienen las condiciones para ser mucho más que la unión de fuerzas entre profesores del metal extremo a la antigua.
Massacre y «From Beyond»: fidelidad a lo que viene desde más allá
Por Claudio Miranda.
El calendario registra Marzo de 1991 como el período en que Kam Lee (voz), Rick Rozz (guitarra), Terry Butler (bajo) y Bill Andrews (batería) ingresaron los estudios Morrisound de Tampa (Florida), mentalizados en grabar lo que será su primer largaduración. Pese a su formación en 1984, Massacre registraba en los ’80 un catálogo compuesto por cintas demo que determinaron la identidad de todo un género un lustro antes de su explosión mediática. Registros de la talla de Aggressive Tyrant y Chamber of Ages (ambos editados en 1986) circulaban de mano a mano, de boca a oreja en el entonces incipiente circuito underground. Todo aquello en 1986, el año en que el thrash metal, con Metallica y Slayer al frente, se tomaba por asalto la escena. Y las cintas mencionadas serían la base para un álbum debut cuya jerarquía nunca mpás pudo ser replicada en trabajos posteriores por sus creadores.
Editado por el mítico sello Earache, From Beyond figuraba como algo más potente que un álbum debut. Lee, Rozz, Butler y Andrews compartieron espacio y música con Chuck Schuldiner, ya fuera en los muy juveniles -y muy adelantados- Mantas o en Death durante su etapa inicial. Y cuando el lanzamiento de Human (1991) expuso la trascendencia que Chuck buscaba más allá de los clichés del género, Massacre se conformó como una declaración de principios en favor del otro extremo. Es así como From Beyond apareció en el momento indicado, moviéndose y arrasando con todo en una biósfera sónica que arrancaba la década del ’90 en plena consolidación.
Si alguien se pregunta qué hace especial a From Beyond como una obra maestra en su esencia, el arranque con «Dawn of Eternity» no solamente responde a la pregunta en cuestión. La huella del thrash sigue latente, destilando una potencia controlada de manera quirúrgica. Ojo, en nada empaña su temple radical, sino que le da una consistencia imposible de rebatir. Las guitarras en «Cryptic Realms» y «Biohazard» intercalan rapidez y espesor, solos con poco alarde de virtuosismo de clínica y muchas, pero muchas ganas de pelotas puestas en cada nota. No se entiende la guitarra death metal sin Rick Rozz, por lejos el guitarrista más importante de aquella camada que remeció los suelos de Florida en el atardecer de los ’80s.
Si bien «Chamber of Ages» ya era un habitual en los inicios de Massacre, en From Beyond se gana su lugar con el tratamiento que merecía. La batería de Bill Andrews destila intensidad a raudales, complementandose con el bajo de Terry Butler hasta formar una pared infranqueable. Un momento estelar que Rozz corona con un solo de su marca registrada. El propio Andrews se encarga de demostrar en el corte titular todo lo aprendido durante su incursión previa en Death. Al mismo tiempo, hay un viraje extraordinario hacia un lugar ignoto del cual salimos solamente para que el cuarteto lo deje todo en la última recta. Y no quepa duda de lo que se manda Kam Lee y su voz tan podrida como oscura. El único sobreviviente de aquella alineación durante estos días, en 1991 personificaba el ideal de una agrupación que se mantuvo fiel al impulso primario cuando el género empezaba a tomar un rumbo hacia otros parajes.
No digamos que «Defeat Remains» es el corte menos certero del redondo, sino que se siente como un momento oportuno que nos permite recargar energías para el siguiente asalto. Y es que ni el oído más entrenado podría permanecer incólume ante la voracidad de «Succubus», una muestra de death metal químicamente puro desde el núcleo. Si el aluvión de demos que arrasó en los ’80 con USA y Europa ya nos daba una idea de lo que se vendría, From Beyond, el álbum completo, confirmaba una identidad que llevaba las cosas hacia más allá de lo permitido. En el caso de Massacre, los conceptos relacionados con el horror y la muerte en todas sus formas se traducen a un despliegue de música salvaje con virajes hacia lo desconocido, todo dentro de una coherencia que responde solamente a la vena de sus creadores y ejecutores.
Poco que decir cuando «Symbolic Immortality» pasa raudamente, permitiéndonos recuperar el aliento solamente en ese espacio que aprovecha Terry Butler para recordarnos en dónde gravita la rapidez mortífera de Massacre. Y el cierre a cargo de «Corpsegrinder», con un Rick Rozz sacando provecho a la palanca en la intro para generar sonidos provenientes de la pesadilla más demencial, no puede ser más elocuente respecto al objetivo de Massacre respecto a la (r)evolución que Chuck Schuldiner y sus entonces reformados Death ya proyectaban dejando atrás su pasado más primitivo. No es casualidad la elección de «Corpsegrinder» en el lugar del disco; originalmente grabada por Death e incluida en el demo Reign of Terror (1984), Massacre la vuelve suya y definitiva, como una forma de reivindicar la integridad de todo un género cuando el panorama musical -no solamente en el metal extremo- experimentaba cambios determinantes.
Tras la edición y promoción de From Beyond, Massacre se disuelve en 1992, retornando con Lee y Rozz al año siguiente para grabar el controversial y vapuleado -con toda razón- Promise (1996). Hoy, con Kam Lee a la cabeza y único fundador sobreviviente, nos encontramos con un catálogo que se renueva cada cierto tiempo, siendo Necrolution (2024) su trabajo más reciente. Sin embargo, nunca hubo ni habrá un trabajo del calibre de From Beyond. Una placa que salió en el momento indicado y forma parte de una oleada que determinó la huella digital del metal de la muerte en sus formas más cruentas y dolorosas. Un disco angular cuando hablamos de death metal desde la tripa. Desde ese más allá que Massacre proyectó en el amanecer de la eternidad y extendió como seña de su inmortalidad simbólica.
Deicide y Behemoth: los inicios de la blasfemia
Por Lemurmaster
El próximo 2 de octubre, dos pilares del metal extremo llegan a Santiago: los estadounidenses Deicide, con su blasfemia incendiaria contra el cristianismo, y los polacos Behemoth, con un paganismo místico que rehúye la luz solar para invocar dioses antiguos. Una cita que cruza la historia del género con sus obsesiones más radicales.
El repertorio temático del metal extremo es infinito como la imaginación misma: desde extraterrestres y seres de ultratumba, pasando por asesinos seriales y psicópatas, hasta enfermedades mortíferas e incurables, sin olvidar las parafilias y las malformaciones (con científicos locos incluido); si existe un personaje que reúne gran parte de este imaginario es La Muerte, en mayúsculas, con sus guadañas afiladas y sangrientas, sus togas negras como la tierra impía, y su calavera, sonriente o furiosa, más brillante que un calvo con una lija.
Y solo Satanás, o el Diablo, se opone en popularidad a La Parca: fascinación por su aspecto macabro y monstruoso, con enormes cachos y patas de cabra; fascinación por su metáfora luciferina, “non serviam”, la del Demonio rebelde en contra de lo establecido y de los poderes fácticos.
Ya en la Edad Media, Dante lo describe como un ser gigantesco y pecherudo, con tres cabezas y alas de murciélago; ayer fue hermoso y delicado, hoy, reina en el infierno, con su figura monstruosa y demacrada. ¡Vexilla Regis prodeunt! Escribe casi a gritos Dante, para decirnos que ante él avanzan las banderas del rey, Señor de los infiernos, quien utilizando sus mandíbulas babeantes deglute a los traidores, como a Judas Iscariote o a Bruto y Casio, asesinos de Julio César.
DEICIDE ANTES DE DEICIDE
No existe un lugar concreto del nacimiento del death metal, pero es en Estados Unidos donde encontramos a sus exponentes más reconocidos, específicamente en el área de Tampa, costa oeste de Florida, lugar donde eclosionaron bandas tan influyentes como Death o Morbid Angel
Antes de llamarse como Deicide, el nombre de batalla que escogieron Glenn Benton y los hermanos Hoffman fue el de Carnage, nombre bien puesto, ya que en una tocata pescaron un maniquí vacío, lo llenaron de vísceras y sangre de animal, y lo lanzaron al público, que para colmo terminó con unos perrazos grandes que andaban trayendo los Morbid Angel, los cuales aprovecharon de darse un festín de chunchules y sangre coagulada.
TOMANDO EL NOMBRE DEL ENEMIGO
De Carnage pasaron a llamaron Amon -y esto es casi un sarcasmo-, pues el apellido Hoffman es de origen judío-alemán, y Amon es una personificación demoniaca que se desprende de los amonitas, tribu aramea derrotada por el Israel del Antiguo Testamento, y que más tarde se fundirían con tribus árabes anteriores al Islam.
Con esta primera encarnación, compuesta literalmente por unos cabros chicos que rallaban la papa escuchando Slayer, Sodom y Destruction, los Amon editarían dos demos, el primero llamado «Feasting the Beast», algo así como “festejando al demonio”, un trabajo que definiría las bases del death de primera ola: guitarras chirriantes, baterías machacantes con amplio uso del doble bombo y los característicos cambios rítmicos, con trallazos veloces intercalados con medios tiempos a medio-galopa. El rasgueo de las guitarras es frenético, con amplio uso de acordes cromáticos y ataques rítmicos palmuteados. La voz del joven Benton, totalmente desesperada y enrabiada, se decanta por fraseos cortos y gritos espumosos y llenos de furia.
Las letras de este primer trabajo van en una línea directamente anticristiana: la canción del primer demo, «Sacrificial Suicide» se vuelca como alabanza a lo infernal, sin ambages, lisa y llanamente se sacraliza al demonio: el diablo se suicida crucificándose para gloria de sus adeptos, es decir, transforma el sacrificio de Jesús para redimir a la humanidad, pero acá el Enemigo utiliza el mismo método, pervirtiéndolo, convirtiendo así al suicidio en un anti-sacramento.
En «Day of Darkness» explora al mal desde la óptica mefistofélica, la del viejo pacto con el cachudo, con el cual se vendía el alma al “diaulo” a cambio de poder. Se menciona al escritor alemán Goethe, autor del Fausto, aunque las letras más que abordar la obra del escritor, utilizan un cúmulo de imágenes profanas para ilustrar esta osadía: abortos de ángeles, reflejos esquizofrénicos de una mente podrida o la imagen de un ateo listo para diseminar la blasfemia por el mundo, como un apóstol del mal. Las palabras caen como cascadas, no hay una ilación directa ni el propósito de contarnos una historia, más bien parece lo que gritaría un endemoniado al momento de ser exorcizado.
Ahí tenemos una clave: si el Slayer del Show no Mercy tomaba la posición de testimoniar al ocultismo con sus artes negras y ritualistas y toda su imaginería chabacana, el death de Deicide se metía de lleno en la oscuridad para protagonizarla; se convertían en los mártires de Belcebú: era música creada por veinteañeros, con un Glenn Benton “on fire”, literalmente endemoniado quemándose la cruz invertida en la frente como señal de provocación -más tarde confesaría que fue un mero arrebato-, y que más allá de la pose o de la polémica, como decir que moriría a los 33 años, esa cruz invertida sería la huella imborrable para lo que sería el desembarco definitivo de los futuros Deicide, quienes cambiaron de nombre por presiones de su sello Roadrunners, ya que King Diamond en su álbum Conspiracy tenían una canción titulada ««Amon» Belongs to «Them»». ¿No era algo un poco demasiado rebuscado? Sí. No obstante, trocaron el nombre del demonio Amon por uno más directo, como el de los deicidas.
EL BEHEMOTH POLACO
Y si Deicide eligiera como avatar a Amon, ese ser que escupe fuego con cabeza de búho y que conociera tanto el pasado como el futuro, los polacos eligieron al Behemoth, un ser obeso y fofo capaz de tragarse un bosque como forraje al día, y asociado como el cocinero mayor del diablo en el Infierno.
El primer demo de la agrupación, Endless Damnation, data de 1992, y a diferencia de los floridanos, quienes ya hacían gala de un sonido más acabado y con mejor producción, acá oímos una propuesta tortuosa y ruidosa, de baja definición, con golpeteos de baterías húmedos y unas guitarras agudas agonizantes, apenas chirridos, con un sonido más cercano al de la primera camada de death metaleros suecos (como los inicios de Therion, o cosas más rebuscadas como los Mefisto o los Obscurity), un sonido que parece un ensayo mal grabado, con marchas lentas y solos disonantes que no van para ninguna parte, sumado a gritos demoledores que parecen grabados en una cripta del infierno.
Lo que sí estaba en barbecho era su idolatría satánica: en «Cursed Angel of Doom» oímos la historia de Belial, quien derrotado tras la rebelión contra Dios, lo maldice con todo su odio, afirmando que “su sufrimiento es su fuerza”, y que está listo para volver, para ver arder al cielo y ser invocado en medio de rituales de mutilación.
¿Es lo que pensaría un demonio caído y expulsado del Reino de los Cielos? Que el lector juzgue, pero a ciencia cierta las líricas blasfemas no pintan al infierno como un lugar hermoso de bendiciones, sino que es a través del odio, la rabia y la maldad que se reconfigura este imaginario, donde la maldad tiene una presencia real que se manifiesta a través de actos, como rituales o misas negras, o de entidades infernales, como los demonios antes descritos.
El siguiente demo de los polacos es mucho más acabado: del año 93, titulado como «The Return of the Northern Moon», se inicia con un canto gregoriano acompañado de unos teclados sintetizados oscuros, son notas hipnóticas, casi drones, repetitivas, que como letanías antiguas se funden con las primeras notas de la canción que viene tras la intro, «Summoning of the Ancient Gods», una pieza que ya desde el inicio, con su estructura fría y el patrón rítmico de las guitarras, serviría de inspiración a una pléyade de bandas que utilizarían al frío como metáfora y símbolo de sus composiciones, como por ejemplo «Freezing Moon» de Mayhem, o los reinos imaginarios de Immortal descritos en el «Cursed Realms of the Winterdemons«.
En Behemoth, a diferencia del anticristianismo de puro odio de los Deicide, acá prevalece una actitud neopagana, en el sentido de salir de la fe a través de entidades ignotas ubicadas en un tiempo perdido, quizá anterior a la civilización. La canción pone al hablante lírico en una situación compleja; el sujeto oye voces que lo conminan a suicidarse, así no más, pero decide entrar a un círculo mágico, con la finalidad de crear un salmo maldito que le ayudará a recrear a este ser.
Las letras de «Dark Triumph» tienen un desarrollo macabro que rozan lo humorístico: para escapar de la voluntad de Dios, la cual es considerada una tiranía, el sujeto cuenta que de pronto aparece Lucifer cabalgando con sus huestes y cientos de llamas, entonces el príncipe de las tinieblas “abre cientos de portales de los antiguos pueblos”, y el que narra la historia acude al llamado, saliendo de su tumba: entendemos que es un muerto el que nos cuenta todo.
Behemoth, a diferencia de Deicide, no utiliza una lírica directa para atacar al Nazareno, de puro odio y blasfemia, sino que utiliza un imaginario propio de los países del norte de Europa: históricamente, existe una zona mediterránea del sur con civilizaciones que cristianizaron al mundo con sus ejes principales en Roma, luego Francia y finalmente España, frente al predominio politeísta de los países nórdicos y parte de las tribus germánicas que se asentaron al norte del Rin, con una cosmovisión cercana a la naturaleza, a la luna (en contraposición, se explicita el odio al sol, por ser Cristo de origen solar, Luz del Mundo), al animismo representado en los bosques y en los tótems, y todo lo relacionado con el mundo barbárico precivilizado.
UN JUICIO Y UNA CONCLUSIÓN
Fuera del mundo de la performance misma y del contenido estético, En 2007, el fundador y líder Nergal enfrentó cargos en Polonia, debido a que en un evento destrozó una Biblia, acusándola de libro falso y de afirmar que el cristianismo es la “peor secta del mundo”. El caso terminó en tribunales, y el líder de la banda polaca terminó absuelto, afirmando que estaba en su derecho de ejercer su libertad de expresión.
Más allá de esta cuestión, el hecho es que Behemoth levanta una arista de tinte político, al atacar al cristianismo no para levantar un culto al demonio, sino más bien desde una perspectiva luciferina, es decir, no serviré, voy en contra de la religión organizada porque creo en mis propios dioses.
El encuentro entre Deicide y Behemoth en Santiago es también un reflejo de cómo el metal extremo ha tejido un vasto repertorio cultural: imágenes que van desde lo demoníaco hasta lo pagano, pasando por símbolos literarios, históricos y mitológicos. En sus diferentes vertientes, el género funciona como un espacio de exploración artística donde la música se mezcla con narrativas oscuras y provocadoras, generando una identidad propia que trasciende lo meramente sonoro.
First and Last and Always: El perpetuo dolor de The Sisters of Mercy
Por Claudio Miranda.
Un caso extraño el de The Sisters of Mercy. Hasta injusto, por el destino que le tocó respecto a otras luminarias con más arrastre y trascendencia. Como suele pasar en estos casos, la historia siempre estará lejos de sus próceres más ocultos. Junto a The Cure y Bauhaus, los de Leeds tomaron la ruta que empezó a forjar Joy Division, con un toque de psicodelia con bruma fúnebre. El negro, la ausencia absoluta de color y luz, se volvió un rasgo de identidad para la juventud, y tanto la tristeza como la desesperanza se proyectaron en la música con la honestidad que implica encontrar el vació existencial en nuestras vidas.
Cuando hablamos de The Sisters of Mercy, en primer lugar, es justo y necesario recalcar la figura de su líder e ideólogo principal, Andrew Eldritch. Un proyecto solista en toda su forma y esencia, y con todas las razones del mundo. El único integrante que ha permanecido en todas las formaciones y etapas, las cuales contaron en su momento con las guitarras de Wayne Hussey -sí, la voz y alma de The Mission-, y Gary Marx. Aquella formación inicial la completaba el bajista Craig Adams, quien mantendría sus lazos musicales con Hussey en The Mission. Llamativa es la mención a Doktor Avalanche en las baterías; el nombre-clave que recibe la Oberheim DMX, la caja de ritmos que terminó por definir el azote sonoro de la new wave y el synth-pop en su etapa dorada.
Pese a los conflictos personales que hicieron de Andrew Eldritch un personaje complicado de llevar para sus colegas, así al más puro estilo del eterno Brian Wilson, el entonces cuarteto -o quinteto, si contamos a Doktor Avalanche– dejará su huella en un LP debut que terminará definiendo toda una biósfera subterránea. Y es que si bien los EPs Alice y The Reptile House E.P. (ambos editados en 1983, con el guitarrista Ben Gunn), el lanzamiento de Body and Soul (1984) significó la captura precisa de un momento creativo, donde la llegada de Hussey le dio a los de Leeds el envión suficiente para que First and Last and Always por fin viera la luz en 1985.
Las sesiones de grabación no pueden ser más arduas. Su extensión entre junio y noviembre de 1984 resume lo complejo del proceso, incluyendo el retraso de las sesiones debido a que Eldritch trabajaba a la par en las letras, todas inspiradas en su difícil momento personal. Un doloroso trance sentimental y una adicción que lo tiene al borde del abismo, entre ellas hay un fondo de desconsuelo y amargura que le da al largaduración un distintivo incluso dentro de su hábitat natural. Al mismo tiempo, el perfeccionismo casi obsesivo de Eldritch implicaba en decisiones como volver a grabar hasta dar con su versión definitiva. Y es que Eldritch buscaba exhaustivamente la grandeza creativa, incluso sin importar la cantidad de semanas desperdiciadas en el estudio y el consecuente gasto económico. Un genio creativo por vocación.
Publicado un 11 de marzo de 1985, First and Last and Always presenta de cuerpo completo a la banda que era, en todo su esplendor. Desde el arranque con «Black Planet» queda en evidencia la propuesta de una agrupación se dispuso a ir más allá respecto a sus contemporáneos. La siniestra y alienígena voz de Andrew Eldritch comanda el descenso hacia los lugares más recónditos de nuestra condición humana, mientras las guitarras de Gary Marx y Wayne Hussey -este último aportando también en teclados- se respaldan en el firme bajo de Craig Adams. Un comienzo orientado a situarnos en la niebla mortecina antes de la explosión de energía con «Walk Away», el hit-single de First and… y un momento obligatorio en el repertorio de The Sisters of Mercy. Directo, urgente y efectivo, un pasaje memorable con un coro que llega a la cima para bajar en cada pasada. Por algo, una década más tarde, la versionó Paradise Lost durante las sesiones de Draconian Times (1995). Y si bien Doktor Avalanche no es más que una máquina en el papel, los redobles que en cada extremo de la pieza definen la importancia del recurso como un favor a la idea y no al revés.
A medida que avanza la placa, notamos la brillante distribución sintáctica que hace de First and… un trabajo variado y ecléctico dentro de su espectro mortuorio. Así como «No Time to Cry» rescata elementos de los Cure más tenebrosos, en «A Rock and a Hard Place» la intensidad nos remonta a los días de Joy Division en Unknown Pleasures (1979), pero con el toque personal que Andrew Eldritch le imprime a su ‘criatura’. El bajo de Craig Adams se basta de lo justo para grabar su sello a fuego. Y es, precisamente, eso lo que hace de The Sisters of Mercy una propuesta menos amigable que sus contemporáneos. Su ritmo constante no necesita saltar por todas partes ni cambiar de compás ni de dinámica. Con lo justo en destreza instrumental, expele una vibra demoledora, implacable y repetitiva, denotando una intención a prueba de toda crítica ‘especializada’.
«Marian (Version)» es mucho más que el cierre de la cara A. Es una canción de amor, el reflejo del quiebre amoroso que Eldritch estaba experimentando durante un período crucial. Una llamada de amor devoto que, sin embargo, tendrá su contrapeso en «Some Kind of Stranger», la que da punto final a la cara B y, por ende, al álbum. Los dos rostros de un sentimiento al cual Eldritch siempre se aferró hasta superar el umbral del dolor.
Si en la cara A del disco predomina el aporte de Wayne Hussey en la escritura musical, en la siguiente cara de First and… es Gary Marx quien se anota en los créditos como generador y responsable. Y es en la pieza titular donde podemos apreciar las diferencias tan sutiles como notorias. Si la primera parte contiene pasajes memorables, en la segunda se presenta con momentos quizás no tan estelares, pero sí mucho más expansivos y ricos en matices. Como lo que ocurre en «Possession», con el bajo de Craig Adams retomando nuevamente el protagonismo, pero menos incisivo y priorizando el gusto melódico. O en la más solemne «Nine While Nine», con la repetición consagrándose como rasgo fundamental. Por cierto, Andrew Eldritch es un fan acérrimo de Motörhead, una institución que reivindicó la monotonía como una señal de consistencia.
Las guitarras de Hussey y Marx en «Logic», despuntan en forma ajustada, aumentando la intensidad en el lugar y momento indicados. El dramatismo en este pasaje responde al impulso de Eldritch por exorcizar sus demonios hasta el último aliento, lo que se aprecia en el resultado final. Y culminando el viaje, la mencionada «Some Kind of Stranger» sumergiéndonos en la frustración del desamor hasta hundirnos en el letargo más profundo. Un pasaje que, por cierto, invoca el fuego helado de Joy Division (Ian Curtis) y lo transforma en su propiedad, siempre desde la pérdida que ambas agrupaciones respiran dentro del mismo ecosistema.,
Puede que el siguiente «Floodland», con Patricia Morrison en bajo y voces, tenga mayor jerarquía y mejor calidad en su producción. Es probable que los fans más a ultranza defiendan a muerte el viraje hard rock en Vision Thing (1990). De la misma forma, podemos asumir que las decisiones de Andrew Eldritch terminaron jugando más en contra que a favor cuando nos referimos a la permanencia cultural. Incluso la prensa musical de la época vapuleó el disco, acusándolos de ser ‘otro cliché’ de la entonces floreciente dark-wave. Pero es precisamente todo eso, incluyendo el efecto sofocante en cada escucha, lo que le da a First and Last and Always una identidad en comparación a otros nombres que prefirieron asomar la cabeza hacia la superficie. Ni siquiera la disolución de la formación, ni las peleas entre Eldritch y su ex compañero Hussey, podrían socavar lo que ambos y Gary Marx escribieron para después darle forma y movimiento en el estudio. Vital ahí fue el aporte del productor David M. Allen, más conocido como el supervisor del catálogo de The Cure en su fase imperial.
Son cuatro décadas de un álbum que compensa la falta de legibilidad con una potencia descomunal en su escritura. Fue un momento creativo irrepetible, en todo aspecto. Por mucho que terminara siendo ‘el bebé’ de Andrew Eldritch, The Sisters of Mercy fue alguna vez la simbiosis entre la conjunción de talentos individuales y un propósito consistente que los propios Ministry, al otro lado del Atlántico, emularon con más agresividad y (mucho) ruido. Todo lo que le da al primer gran capítulo de The Sisters of Mercy un lugar merecido como piedra angular de todo un movimiento. No se entiende de otra forma el perpetuo dolor por el cual suelen transitar las Hermanas de la Piedad en tiempos de carencia.
Imminence: el metalcore sueco que mezcla brutalidad y violines
Por Lukas Arias
Desde Malmö, Suecia, Imminence se ha convertido en uno de los nombres más singulares dentro del metalcore moderno. Formados en 2009 por el vocalista y violinista Eddie Berg junto al guitarrista Harald Barrett, la banda ha sabido destacar en un género saturado gracias a un sello propio: la fusión de riffs demoledores con arreglos orquestales y la inclusión del violín como protagonista.
A lo largo de su trayectoria, Imminence ha publicado cuatro álbumes de estudio, entre ellos This Is Goodbye (2017) y Heaven in Hiding (2021), trabajos que han consolidado su identidad sonora, llevando al público de la furia del breakdown a la sensibilidad de pasajes casi cinematográficos. Sus presentaciones en vivo se caracterizan por la intensidad emocional y la entrega absoluta de la banda, con un despliegue que logra conectar tanto con fanáticos del metalcore más duro como con quienes buscan un enfoque más atmosférico y melódico.
En el último tiempo, Imminence ha girado extensamente por Europa y Norteamérica, alcanzando notoriedad en la escena global y sumando una base de seguidores en constante crecimiento. Ahora, será el turno de Chile de experimentar su propuesta única por primera vez.
La agrupación llegará a debutar en Santiago el próximo 28 de septiembre en el Teatro Cariola, en un show que promete ser uno de los más intensos del año. La jornada contará además con la participación de los nacionales Defragment y All Tomorrows, encargados de abrir la velada.
En resumen te entregamos 5 motivos para ver a Imminence en Chile:
Su Debut en Chile: Es la primera vez que la banda sueca de metalcore/rock alternativo se presenta en Chile. Es una oportunidad única e histórica para sus fans chilenos de verlos en vivo.
Fusión de Metalcore y Elementos Sinfónicos (Violín): Uno de sus mayores distintivos es la incorporación del violín tocado por su vocalista, Eddie Berg, lo que añade una capa de emotividad y elementos sinfónicos a su potente sonido metalcore, creando una mezcla original y llamativa.
Presentación de su Último Álbum y Trayectoria: La fecha forma parte de su gira «The Black Tour – Latin America» y el concierto enfatizará su más reciente disco de estudio, «The Return of the Black» (lanzado en marzo de 2025), además de hacer un repaso por sus 15 años de carrera.
Una Experiencia Intensa y Brutal: Imminence es conocida por su poderosa energía en vivo y la intensidad de sus temas, como «Temptation», «God Fearing Man» y «The Black», prometiendo un espectáculo brutal y sinfónico.
Bandas Nacionales Invitadas de Calidad: Contará con la participación de destacadas bandas chilenas como All Tomorrows (metal extremo progresivo) y Defragment (una fusión de subgéneros del metal extremo), lo que complementa la potente velada y apoya a la escena local.


























