Pentagram Chile en Teatro Cariola: Eterna vida de posesiones fatales
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Pentagram Chile en Teatro Cariola: Eterna vida de posesiones fatales

Pentagram Chile en Teatro Cariola: Eterna vida de posesiones fatales

sábado 14 de diciembre, 2024

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Escrito por: Equipo SO

Por Claudio Miranda
Fotos Rodrigo Damiani @SonidosOcultos

A estas alturas, es imposible desconocer la importancia de Pentagram en el metal durante los últimos 40 años. No solamente hablamos del circuito local, sino de su impacto en el underground de otras latitudes. Napalm Death, Entombed, Dismember, Benediction, Sepultura y un etcétera con kilometraje probado, todos nombres de peso en la música extrema a nivel mundial. Y es que tanto la circulación de aquellos demos registrados en el corazón de los ’80s como el retorno coronado con su LP debut titulado «The Malefice» (2013), forman parte de un recorrido pedregoso pero que deja en claro la vigencia de un estilo que se mantiene fiel a su integridad. Como el propio Anton lo ha dicho varias veces, Pentagram cobró vida propia incluso tras su disolución a finales de los ’80, Impensado al menos en su momento, pero que hoy deriva en un reconocimiento como próceres del metal de la muerte, llevando el sonido thrash de la época hacia los dominios de la tiniebla y el horror de lo oculto.

El lanzamiento de «Eternal Life of Madness» a comienzos del año que se nos va, es un hito de confirmación en todo aspecto. La distancia de poco más de una década con «The Malefice», lo que en otros casos hubiese jugado en contra, acá demostró que hay una dedicación al producto tanto en sonido como en su arte visual. La estatura de lo nuevo es superior, a la vez que no se deja amedrentar por los estándares de pulcritud instrumental imperantes. Y en el directo así ha quedado demostrado, con una alineación clásica en nombres y rutilante en ejecución. Y lo que pasó anoche en el Teatro Cariola, con temblor incluido en plena refriega, es la culminación de un ciclo fructífero, donde el pasado legendario y la frescura del presente van de la mano. Y esto se aplica a todo un cartel que reunió a lo más granado de ayer y hoy.

El puntapié inicial lo dio Abysmal Death, una joven agrupación originaria de Viña del Mar, cultora de un death metal de alta factura técnica. De su recién estrenado LP debut «De-Liberación», misilazos como «Efímera Existencia», «Epifanía del Ser» y «Confusión y Revelación» relucieron como algunas muestras de un estilo potente, respaldado por una puesta en escena que no da espacio a ninguna grieta. Y es que pese a sus apenas cinco años, el quinteto ha estado moviéndose entre el estudio y la fuerza de un acto en vivo que los tiene como una novedad camino hacia algo más grande. Sin duda, el nombre correcto para arrancar una jornada maratónica, desde arriba y destilando categoría, incluso ante un público aún escaso a esas horas de la tarde. Como tiene que ser.

¿Qué se puede decir respecto a Demoniac? Partamos con que «Nube Negra», el corte titular de su producción más reciente, funciona en el directo al sumergirnos en un viaje a través del lado tenebroso de nuestra condición humana. El metal, en cualquiera de sus ramas, es imagen y metáfora. Y todo potenciado con una brillantez instrumental y la fuerza suficientes para dejar en claro su peso en el circuito nacional y, porqué no, sudamericano. «Ácaro» y «La Caída» le siguen sin espacio a la tregua. Por ahí algún problema técnico en la guitarra de Javier Cisternas, que en vez de empañar el espectáculo, nos expone de qué está hecha esta banda originaria de Limache, hoy un nombre angular que va directo hacia un sitial de honor.

El laberinto sonoro de «Extraviado», la enormidad de «The Trap» y la metralla definitiva de «El Final» completan un repertorio que se basta de lo justo en tiempo para echar fuego en todos sus flancos. Y ahí el gran mérito de Demoniac, una banda cuyos músicos son metaleros dedicados y, en la misma senda, disponen sus experticias instrumentales en favor de su propia matriz. Hay una autoridad ganada a pulso, lo cual nos habla de hacia dónde apunta una agrupación que no le teme a nada ni vacila ante nada. Se puede hacer algo reconocible y, a la vez, impensado. Y Demoniac nos lo hace saber a base de un acto en vivo que envuelve todo en su propia nube negra de metal químicamente puro.

Hablar de Execrator es remontarse a la edad de oro del death metal chileno, la década del ’90. Aquellos años en que «Symptom of Darkness» y «Tears… Blood», del fundamental cassette «Silent Murder» (1996) vieron la luz para hoy romperla como himnos de toda una generación de bangers veinteañeros de ayer. «¡Quemen las iglesias!», vocifera un Álvaro Lillo en pleno éxtasis. Rompan todo, y Execrator lo lleva a cabo en un ejercicio de actitud y repaso por los mejores momentos de una agrupación emblemática de aquellos días doctrinarios en la sala Lautaro.

La entrega que le brinda Álvaro Lillo al público le da un cariz especial a «Born Again», «Reprisal» y «Your God is a Lie», todas muestras de un death metal expelido desde la tripa hace más de dos décadas, hoy declaraciones de principios por parte de una banda la tiene clara en sus objetivos al momento de juntarse a tocar en vivo. Incluso en pasajes inéditos como «Men and their Gods» y «De Sangre y Fuego», el espectáculo atronador se vuelve una bestia pantagruélica con la suma del guitarrista histórico Julio Espinoza en el escenario. Todos músicos con experiencia en mil y una batallas, juntándose a revivir los viejos tiempos. Y siempre en forma, sobretodo ante un público más joven. Ese mismo público que abraza «Silent Murder» y «Death of Gods» como lo que son y serán siempre. El metal de la muerte en todas sus formas, desde donde nace la música más honesta y blasfema que pueda concebir el ser humano.

Pentagram serán los anfitriones de la fiesta, pero Sadism es otra agrupación marcada por un presente monumental. «Obscurans» (2023), su producción número 10 en más de tres décadas de carrera, los tiene como exponentes supremos del death metal en su esencia más pura. Al mismo tiempo, la arrancada con la más antigua «Faces of Terror» y las más frescas «The Spectral Veils» y «The Upper Echelon» nos sitúa de inmediato en el corazón de un género que se mantiene incólume en estos días de arreglo digital. Tienes a Ricardo Roberts capitaneando a la banda y profiriendo esos guturales a la antigua usanza, secundado en batería por un Juan Pablo Donoso extraordinariamente sólido en los tarros y el bajo de Juan Eduardo Moore marcando presencia. En la guitarra, Gabriel Hidalgo es sinónimo de maestría en favor de la paliza sónica que Sadism le propina a quien se le cruce.

La dupleta conformada por «On Your Knees» y «Exanguination», ambas del mencionado «Obscurans», nos muestra a unos Sadism en plena forma, conscientes de que su alcance implica ser una novedad para quienes no están del todo familiarizados con la tradición del death metal chileno. Por ende, es un pasaje imperdible en un repertorio que sale a matar o matar. Y como ellos se proclaman com toda razón, el género al estilo de la vieja escuela se preserva gracias a su descomunal poder en vivo, al punto de que «Psychomental Storm» y «Crystal Clear Visions» difuminan la distancia de tiempo que las separa gracias a la fiereza irrefrenable que Sadism despliega sin contrapeso alguno. Y hasta el final con la centrífuga humana que «Dark Side of Sadism» y la inamovible «Perdition of Souls» abrochan su presentación, nos abruma lo que Sadism desborda e impone ante cualquier público. Sobretodo en esas lagunas en que la guitarra de Hidalgo sufre algún contratiempo, pues ahí estará Roberts prendiendo al público con la bravura requerida en instancias de oscuridad perpetua.

Los anfitriones. Los dueños de casa. Los que detonan el primer bombazo con «El Imbunche», para después desenrollar toda la inmensidad creativa en la clásica «Profaner» y liberar todo el peso de la existencia humana con «Demented». Eso es Pentagram, nuestros Pentagram. Anton Reisenegger al frente, liderando un equipo humano que dispone sus maestrías instrumentales respectivas al más enfermo de todos los maleficios. Y el entendimiento entre Anton y Juan Pablo Uribe en las seis cuerdas, es vital tratándose de músicos que se conocen casi desde los 15 años y hoy la rompen como consagrados, todo a base de experiencia y un propósito genuino.

Si bien «The Portal» saca a relucir el fulgor del presente, el homenaje a Alfredo «Bey» Peña» con «Temple of Perdition» le da al espevctáculo un toque emotivo dentro de la masacre sónica que Pentagram expele con toda solidez. Incluso nos parece memorable cuando Anton se refiere a lo que significa para ellos como banda ver un Cariola con altísima concurrencia, sobretodo en estos tiempos en que hay shows internacionales casi todos los días. Pero es lo que Pentagram cosecha después de haber sembrado las semillas de toda una revolución en Chile y las cloacas de otras latitudes, incluso las más lejanas. Esos detalles que explican porqué «Evil Incarnate» e «Icons of Decay» triunfan de manera inapelable. De la misma forma en que «La Fiura» rescata la mitología del sur de nuestro país y transforma la leyenda en una pieza de factura letal.

En algún momento, Anton toca el riff inicial de un clásico de su banda favorita, Judas Priest. Favoritos también de Juan Francisco Cueto, un bajista que denota la influencia de Ian Hill en su labor como encargado de las bajas frecuencias, la de pivotear las guitarras de Anton y J.P. Uribe. Mientras, la batería de Juan Pablo Donoso -quien se repite labores después de Sadism- le aplica en cada golpe o patrón el sudor que requiere tocar esta música que se respalda tanto en la fuerza como en el recorrido por pasajes que alguna vez casi nadie se atrevía a poner un pie. Por eso es que «Fatal Predictions» y «Eternal Life of Madness» funcionan y aplastan todo como parientes lejanas e hijas de un mismo ideal tan enfermo como el país donde se procreó tamaño ruido.

Cuando llegamos al final con «Possessor» y la suprema «Demoniac Possession», destacamos la forma en que se remata una etapa. Lo empezado en 1985 y registrado en 1987-88, lo que se retoma con un primer largaduración y lo que hoy se corona a base de una idea tan potente como los riffs que Anton se saca con el pedigrí de un referente absoluto. El próximo año serán cuatro décadas de una carrera que ha levantado el culto máximo cuando hablamos del amanecer del metal chileno en su origen. Sin duda, una vida eterna de locura, donde la fatalidad de ser poseído por un ente de nombre abominable está a un paso. Como lo que es Pentagram y el maleficio de la inmortalidad en todas sus variantes.

 

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