Tiamat «Wildhoney» (1994)
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Tiamat «Wildhoney» (1994)

Tiamat «Wildhoney» (1994)

jueves 15 de agosto, 2024

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Escrito por: Equipo SO

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Wildhoney: el caleidoscopio sensorial de Tiamat

Por Claudio Miranda.

Así como nos explayamos sobre «Ceremony of Opposites» como la obra cumbre de los helvéticos Samael, aprovechamos el vuelo de 1994 como un año clave en la entrega de obras maestras que trascendieron todas las etiquetas posibles y por haber. Y en Suecia hubo una agrupación que, como muchos otros nombres de su estirpe, nacieron en una corriente subterránea para elevarse hasta lograr un sitial de honor. O, en este caso, un lugar de culto, reservado para quienes barren con todas las fronteras impuestas en un mismo territorio.

El impulso que mueve al metal es el de buscar nuevos caminos, explorar alternativas impensadas y, sobretodo, expresar una idea siempre en base a la integridad creativa. Suecia, un país de tradición metalera en (casi) todas sus ramas, nos dio en la década del ’90 a Tiamat, el proyecto estelar del músico, productor y artista visual Johan Edlund, un personaje reservado y, a la vez, dotado de una estampa en escena hoy reconocible en el metal europeo. Como los nombres insignes del género durante aquellos años, Tiamat nos entregó un catálogo imperial en cuanto a consistencia y atmósferas. Y es ahí donde «Wildhoney», su cuarta placa en estudio, triunfa inapelablemente como un disco de carácter angular.

El temple místico de Tiamat ya era un elemento presente y muy notorio en sus producciones anteriores. Tras el debut en grande con el primigenio «Sumerian Cry», la banda liderada por Johan Edlund y el entonces bajista John Hagel adquiere un nivel de aprendizaje extraordinario. «The Astral Sleep» (1991) y «Clouds» (1992) reflejan la orientación espiritual de los suecos potenciada a niveles propios de un conjunto veterano, con la bruma sonora del doom remarcando la dualidad de un estilo único en un ecosistema rico en creatividad e inspiración. Edlund y Hagel, secundados en el estudio por el baterista Lars Sköld, el guitarrista Magnus Sahlgren y el productor-tecladista polaco Waldemar Sorychta -responsable de forjar la personalidad tanto de Tiamat como Samael y otros nombres históricos del metal de vanguardia en Europa-, deciden dar el paso el siguiente nivel, uno bastante insospechado respecto a sus incursiones pasadas escribiendo música.

Si hay un elemento clave que define a Wildhoney como una propuesta inclinada al rock progresivo y la psicodelia a la usanza de 1970, es el amor de Johan Edlund por Pink Floyd. Hasta suena coherente afirmar que Wildhoney es, derechamente, el «Dark Side of the Moon» de Tiamat. Una obra capital en cada surco, donde tamaña fusión de metal extremo y vanguardia floydiana sorprende a toda una generación. Y es que el sonido de canto de los pájaros en pleno lugar campestre, seguida de una pieza musical breve pero atrapante, era una locura pensar en que se podía llevar a cabo. Pero cuando pasas de una a «Whatever That Hurts», te das cuenta de que hay ideas en común entre el viaje sensorial que es Pink Floyd y la introspección profunda -y dolorosa- de lo que conocimos en los ’90s como doom metal. Aquí no hay rimbombancia ni monstruismo, salvo en algunos espacios donde la voz de Edlund pasa del susurro al grito del tormento. Sin duda, una pieza enorme no desde el kilometraje, sino desde la virtud de hacer que el oyente se sienta gigante y pequeño, dependiendo del lugar donde se encuentre su estado anímico.

Dijimos en el párrafo anterior que «Wildhoney» es el Dark Side of the Moon de Tiamat. Y si aquella afirmación te parece exagerada, el paso inmediato de «Whatever That Hurts» a «The Ar» rebate todo intento de discusión. Las pulsaciones se aceleran, los teclados adquieren un rol de vital importancia y la voz soprano de la querida Birgit Zacher (Sentenced, Moonspell) potencian la grandeza que Tiamat proyecta como si entonces llevara un recorrido de décadas haciendo música de estampa suprema. En su segunda mitad, como si se tratara de nuestra respiración interna, «The Ar» nos muestra a Tiamat haciendo vanguardia desde la necesidad de comunicar un sentimiento de reflexión para volver a la intensidad del inicio. Y como en todo viaje, «25th Floor» ejerce como estación intermedia con su follaje de sonidos torrenciales, para contemplar desde las alturas el gran valle que es «Gaia». El encanto de «Wildhoney», el álbum en su totalidad, radica en lo que nos hace sentir cuando nos dejamos llevar. Aquí nos sentimos pequeños, como un grano de arena en la playa que evoca la inmensidad del cosmos. Al mismo tiempo, la carga emocional que destila esta pieza conserva la grandeza individual, la de quien conecta con la música como una sensación o una imagen, y en ambas hay una idea con movimiento y forma reales.

Si el desempeño de Magnus Sahlgren como guitarra solista es de una excelencia suprema a lo largo de la placa, lo que hace en «Visionaire» parece denotar el vibrato de David Gilmour pero adaptado a un lenguaje propio. Como apreciamos en el rol de Waldemar Sorychta la influencia de Richard Wright en la generación de soundscapes, todo eso que hace de «Wildhoney» tanto una experiencia sensorial como la foto precisa de un momento único de creatividad. «Kaleidoscope» se basta de su breve duración -un minuto y 20 segundos-, y nos ubica de inmediato en el lugar más recóndito de nuestra existencia, para que «Do You Dream of Me?» se encargue de botar en grandes pedazos la piedra del alma más endurecida. «Cómo quisiera irrumpir en tus sueños, ¿tendré la fuerza necesaria para irrumpir en tus sueños?». La nostalgia y el deseo de conectar con un ser ausente. El ensueño y la duda ante un sentimiento no correspondido. Todo aquello adjunto a un arreglo musical impecablemente minimalista y constante, con un espacio donde la intensidad aumenta a punta de percusiones marciales y una guitarra española que habla lo justo y necesario.

La figura etérea de «Planets», nos da la razón a quienes sabemos que con lo mínimo en recursos podemos recorrer hasta el último rincón del espacio sideral, la frontera final. Y el cierre con la grandilocuente y brutalmente enorme «A Pocket Size Sun» encarna la catarsis máxima. No desde el exceso de producción ni la pirotecnia, sino desde algo tan simple como vital: comunicar una idea o un pensamiento. Reiteramos, si este disco denota la huella de Pink Floyd desde su concepción hasta el resultado final, el único argumento que vale está a la vista. O al oído. La voz de Birgit Zacher evocando la respuesta a las ideas y pensamientos que Johan Edlund profesa como una paz interior que poco y nada tiene que ver con el del arranque del disco. Una estructura musical que se basta con lo justo para elevarnos al máximo. La batería de Lars Sköld proyectando una inquietud dominada a pura maestría y talento, lo mismo para un Magnus Sahlgren derechamente soberbio en las seis cuerdas. Culminando todo a puro instinto y entendimiento, una dualidad quizás extraña en los tiempos modernos pero apropiada cuando una idea llega a buen puerto.

Si bien los trabajos siguientes nunca gozaron del mismo nivel creativo y la energía brindada sufrió un desgaste considerable, tenemos claro que Tiamat hizo los discos que tenía que hacer. Y los publicó en un momento clave, cuando Katatonia navegaba en medio de una tormenta de doom y death metal antes de abrazar su estilo prog-alternativo de hoy, y un lustro antes del triunfazo de Opeth con el seminal «Blackwater Park» (2001). Donde era más fácil recurrir a la fórmula ganadora, Tiamat nos entregó a través de Wildhoney un caleidoscopio. Diversidad y cambio en favor de lo que los hizo grandes de verdad.

 

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