Criminal en teatro Cariola: 30 años de dolor reprimidoespera un momento...
sábado 26 de octubre, 2024
Escrito por: Equipo SO
Por Claudio Miranda
Fotos Rodrigo Damiani @SonidosOcultos
Cuando hablamos de «Victimized», no solo se trata del primer álbum de la banda más importante del metal chileno. Hablamos de un largaduración que, al menos en su tiempo, mostró una forma distinta de hacer las cosas en un género (casi) siempre reticente a ampliar su espectro. Y es lo que hizo de Criminal una agrupación capital en Chile, codeándose con Sepultura, A.N.I.M.A.L. y otras potencias sudamericanas, siempre en base a una propuesta distinta e identificable. Una firma que pocos nombres logran grabar a fuego, tanto por su catálogo como por la convocatoria generada.
Son tres décadas de un álbum fundacional en todo aspecto, sobretodo por su virtud de sonar extremo sin aferrarse a algún género o cliché. Y es que la visión de Anton Reisenegger tras Pentagram y Fallout siempre apuntó a la diferencia como herramienta creativa y al cuestionamiento hacia el status quo. Incluso antes del consagratorio «Dead Soul» (1997), podemos afirmar que «Victimized» es la banda sonora de un Chile muy distinto al de hoy 30 años después. O quizás no tanto, si consideramos que sus conceptos se mantienen vigentes y nuevos, por desgracia. Todo depende del prisma con que se le mire, pero lo seguro de todo esto es que la celebración de la criatura del ’94 responde a la integridad de un estilo traducido en una incesante protesta. Eso que congrega lo peor de lo nuestro y le da sentido a esta música que no tiene porqué agradarle al resto. Y eso es lo que abrazan las almas sudorosas que llegaron en masa al teatro Cariola hasta abarrotar la cancha.
Criminal es el cumpleañero, pero los invitados también tienen algo que decir. Y en el caso de Cianuro, no solo lo dice, sino que te lo refriega en la cara. Originarios de Concepción, desde el arranque con «La Revolución de la Inconsecuencia» te gritan las cosas como son, sin sutilezas y directo a la cara. Es lo que el trío comandado por Matías Valdés ha pulido hasta hacer de su acto en vivo una paliza de honestidad y ruido que va más allá de cualquier etiqueta. «Rechazado», «Es la Ley» -con Vale dejando los tarros para tomar el micrófono un par de minutos-, «Odio a la Sociedad«, «Resistencia»… una a una cayendo como bombazos de metal con puñete punketa y generando el el público una recepción de sorpresa y deleite. Primitivismo e intensidad hasta el techo.
Cuando llegamos al final con «Tierra de Niebla» y «Medios de Control», nos damos cuenta de lo que hace a Cianuro una de las bandas más consistentes a nivel local durante la última década. Lo que vocifera Matías Valdés, además del centro de gravedad que es su guitarra, intimida y establece su autoridad basada en el mensaje directo, sin florituras y a la cara. Por algo les basta 40′ para azotar un escenario, incluso se hace corto con tamaño despliegue de categoría ganada a pulso, sudor y lágrimas.
Del fugor del presente, nos vamos a la historia misma. Los ’90s que no te contaron, la de esas tocatas doctrinarias en la Laberinto. Total Mosh es nombre obligatorio en el desarrollo del metal con tintes de hardcore-punk e industrial en esos años, y el repaso a los días de «Violencia Necesaria» (1997) es la tónica de hoy. Rodrigo Sánchez en batería, Marcelo Herrera en el bajo, Rodrigo Peñafiel en guitarra y Sergio Berríos en la voz. La alineación presente en dicha placa, y que viene desde la reciente edición del Metal Fest rememorando una época irrepetible. Y el desfile de mazazos como «Crimen», «Total Caos» y «Matriz de Muerte» cumple de manera efectiva, sin contratiempos y apelando al oficio ante una multitud donde convergen las canas del metalero viejo y las espinillas del quinceañero recién iniciado. Un legado que se traspasa de padre a hijo como pocas veces suele ocurrir acá.
No cabe duda que Total Mosh es una banda ajustada y precisa en todas sus líneas. Sobretodo en pasajes como «Reacción Violenta» y «Violencia Necesaria», ambas triunfantes como himnos de toda una época. La misma época que también vio florecer a Brujería, hoy una banda huérfana de sus dos máximos ideólogos. Por eso el homenaje merecido, y con todo el cariño del mundo, hacia Juan Brujo y Pinche Peach mediante una demoledora versión de «Colas de Rata». Es el saludo-despedida hacia una dupla que marcó toda una época. Con eso basta a Total Mosh para ganarse la admiración total, tanto de novatos como de iniciados.
El fenómeno de Nuclear es único, al menos en Chile y quizás en gran parte de Sudamérica. La partida con «Belligerance» es de esos momentos que te dejan de rodillas. O, más bien, detonan el chorro de euforia y mosh que muchas veces notamos en las potencias que vienen de afuera. Porque eso es lo que hace de Nuclear un nombre obligatorio cuando se trata de espectáculo y jerarquía, todo reforzado con un sentimiento de odio y protesta viscerales hacia el sistema imperante. Eso lo asumimos de inmediato, con las rampantes «E-Faith» y «God Forsaken Life» cayendo como misiles cuyo objetivo es la autoridad, del lado o vereda que sea.
Si uno se pregunta porqué a Nuclear les va tan bien, es por las decisiones tomadas en favor de su integridad. Porque el llamado a luchar y combatir en «Confront» es genuino y viene desde donde se hace la mejor música. Porque el groove inicial de «Heaven Denied» te avisa que no hay tregua ni espacio para respirar, salvo cuando Matías Leonicio se dirige a un público ávido de música extrema para referirse al cumpleaños 30 de «Victimized», una placa fundamental en la historia de Chile y así de simple. Y por último, porque aprovechan el lanzamiento del EP «Violent DNA» para brindarnos un par de muestras de alta factura, como son el corte titular y «Siege of Power», esta última original de los supremos Napalm Death, quienes arrasaron con el recinto de calle San Diego hace un par de viernes. ¿Algo más que otros no hacen? Una tremenda «Abusados» con el mensaje fuerte y claro; el enemigo siempre será el presidente (arbolitos y extremistas de la vereda política que sea, abstenerse).
Con una banda aceitada en todos sus engranajes, y las guitarras de Seba Puente y Francisco Haussmann sonando como animales, el discurso de Nuclear se impone por sus méritos. Son cuarenta minutos en que cinco señores, con más de 20 años juntos en la ruta, portan el grito de cólera de quienes no tienen nada y deben cargar con el peso de una herencia maldita, por toda la eternidad. Eso es Nuclear, más allá de cualquier etiqueta o frase cliché a la que apele el periodismo musical.
Ni un alfiler ya cabía en la cancha del Cariola, cuando a eso de las 22:30 el patadón de «Self Destruction» transformó el recinto en un oleaje de gente. «Victimized» completo, dos cucharadas y a la papa. «Under My Skin», «Worse», «Downwards» y «Pressure», todas sin pausa y volviendo el teatro en una caldera. Un espectáculo en cancha, mientras en el escenario se aprecian las virtudes de cada integrante en favor de una idea en común. El liderazgo de Anton, infranqueable a cualquier tendencia ajena a su objetivo tocando música para gente enojada. En la guitarra líder, un Sergio Klein en modo ‘profesor’ disponiendo sus facultades interpretativas al temple hiriente del monstruo del ’94. En el bajo y la batería, Dan Biggins y Danilo Estrella son los encargados de la solidez rítmica que duplica la fuerza de un distintivo padre de muchos otros en Chile.
Como en toda fiesta de aniversario, los viejos amigos y colegas respondieron al llamado. Empezando por el querido José Francisco «Cato» Cuevas, quien toma el bajo en la inconfundible «New Disorder». Aunque sea por un momento, la atmósfera de recuerdo y aniversario queda tatuada en la retina, como todo homenaje a su propio legado. De ahí, y tras las memorables «Gusano» y «Crucified», llega el turno de José Joaquín Vallejos, el baterista fundador que se sienta en los tarros para terminar el repaso de «Victimized». Qué notable lo que hace Vallejos en «Psychopath» y la soberbia «Stillborn», el fruto de un reencuentro que se tomó a la altura de lo que significa Criminal. Por ahí se extrañó en parte a otro histórico, el guitarrista Rodrigo Contreras. Pero las palabras de Anton hacia un colega que no pudo venir pero que «está igual presente en la memoria», son suficientes para entender el valor de un componente en esos días de revelación y explosión.
Tras el repaso completo de «Victimized», el siguiente set es un arsenal de ‘grandes éxitos’, empezando con «Caged», de su más reciente LP «Sacrificio» (2022). De ciclo actual, inmediatamente retrocedemos a 1997 con «Slave Master». Un himno de los que se cantan con puño en alto, a romper la voz en un coro tan simple como implacable. Podemos apreciar incluso un par de zapatillas y anteojos volando, y algunos cuerpos flotando en un océano de gente, como en aquellos días del Maniel Plaza, la sala Lautaro y la mencionada Laberinto. Cuánta intensidad y adrenalina por parte de un público joven, con algunos más entrados en edad dando la vida en la centrífuga humana.
De la forma en que «Rise and Fall» se planta con autoridad de himno,«Victimized» y «Collide» parecieran adelantarnos lo que en tres años más será la celebración 30 de «Dead Soul». En grande, jugando al ataque y con un público entregado a lo que importa. Puede que suene redundante hablar del rango de clase mundial que le ha valido a Criminal un lugar en el mapa del planeta Metal desde los ’90s, pero un Cariola a tablero vuelto, y con una banda chilena respondiendo al clamor popular en todos sus subgéneros o nichos, es el resultado de jugarse por lo suyo al 1000.
La última recta es una muestra de inteligencia cuando se trata de darle al repertorio un significado trascendental. Primero con «Zona de Sacrificio», por lejos el himno -y vaya que los ha habido toda la jornada- del Chile actual, el de los desastres ambientales -Quintero, hace un par de años- y la negligencia de quienes por codicia hacen peligrar toda posibilidad de vida. De ahí viajamos al 2000, los tiempos de «Cáncer«. De ese disco reluce «Alma Muerta», ese hit-single que, a pesar del prejuicio de los ortodoxos, dejó una huella de inteligencia que les terminó dando la razón. Y la fundamental «Hijos de la Miseria» fue la que cerró una jornada de celebración para el metal chileno de ayer y hoy. No hay mucho más que decir de estos 30 años en que una raza maldita, encadenada a la oscuridad, libera el dolor reprimido a través de la mejor música. No esperábamos menos.
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