Samael – Ceremony of Opposites (1994)espera un momento...
jueves 15 de agosto, 2024
Escrito por: Equipo SO
Por Claudio Miranda.
Pareciera que Suiza no tiene un renombre como escena metalera respecto a los gigantes de USA, Inglaterra, Suecia, Alemania, incluso Brasil. Pero la orientación vanguardista de sus hijos ilustres dice todo lo contrario en cuanto a huella. Celtic Frost en los ’80s abrió un portal donde el metal extremo cruzó la frontera hacia nuevas posibilidades de expresión y destrucción. Coroner, más enfocados en el thrash, le dieron al género un nivel de complejidad y buen gusto que les valió comparaciones (justificadas, hasta cierto punto) con los todopoderosos Rush. The Young Gods, por último, tomaron la bandera de los sonidos industriales y nos entregaron una tirada de producciones que el propio David Bowie se refirió como fundamentales para recuperar su brújula durante el promedio de los ’90s. El último nombre en sumarse fue una banda nacida en el black metal más cavernario, liderada por dos hermanos que en algpun momento se la jugaron por dar el paso hacia adelante. Un paso gigantesco.
En los albores de la década del ’90, con un par de demos y un EP en la mochila, Samael inaugura su debut en Primera División con «Worship Him» (1991), un debut arraigado en el black metal a la usanza de Bathory, con brochazos de metal clásico al estilo de Iron Maiden, Venom y el primigenio Slayer. Tras la edición del sofomoro «Blood Ritual» (1992), los hermanos Michael y Alexandre Locher miran hacia otros horizontes sonoros y se nublan con el fenómeno de Ministry. «Psalm 69: The Way to Succeed and the Way to Suck Eggs» consagra a Al Jourgensen y sus secuaces como estrellas de la música industrial gracias a su mezcla de sabores y olores ligados al speed metal, el rockabilly, adjunto al hálito de peligro y ofensa que le da a la música un distintivo único e incorruptible. Godflesh y los propios The Young Gods también aparecen en el mapa y los Locher tienen más claridad sobre hacia dónde ir en su tercer lanzamiento.
Bajo la supervisión del músico y productor polaco Waldemar Sorychta -responsable de los mejores capítulos de Samael, Tiamat y otros nombres ilustres del metal europeo en los ’90s, «Ceremony of Opposites» marca un quiebre, un momento angular en el catálogo de una banda que, hasta entonces, y en palabras de sus propios creadores, «sonaba igual que el resto». Puede que a los fans de su primera época -y de todo el black metal más crudo y maldito- un disco de tamaña naturaleza les pusiera de mal humor, al menos en un inicio. Las cosas como son: los fans de Ministry y Godflesh sintonizan poco y nada con el sonido de caverna de Bathory y Darkthrone. Y viceversa, los segundos no entendían cuál era la gracia de que los primeros les gustara la música «hecha con máquinas». La respuesta llegaría en 1994 con «Ceremony of Opposites», cuyo título daba una idea de a lo que iba Samael en este episodio discográfico, con efectos inesperados. Y no solamente en el aspecto estilístico.
El rostro de un Jesucristo cadavérico con escarpias en la cabeza en su cubierta delantera. El símbolo del yin-yang con dos cabezas de serpiente en cada lado, sobre un fondo rojizo como sangre en su cubierta interior central. El deleite para la vista cuando la arremetida inicial de «Black Trip», cuyo riff principal te lleva hacia rumbo desconocido. En una senda parecida, pero con el monstruo asumando su cabeza a la superficie, «Celebration of the Fourth» hace bincapié en la atmósfera ocultista del álbum, donde los pocos rastros del black metal primitivo del pasado se funden de manera orgánica con la máquina, todo esto sin transar en lo absoluto su humanidad. Y ahí radica el gran acierto de Vorph y Xy como genios e ideólogos musicales: el uso de ritmos abreviados, con las cuerdas al aire sonando en favor de la construcción de un mundo de carne y máquina, el manejo sabio de las intensidades en cada pasaje. Por eso es que cuando llegas a «Son of Earth», te encuentras con algo que parece simple en cuanto a recursos, pero con una idea que pocos son capaces de profesar desde lo impensado.
Tan solemne e imponente que es «‘Till We Meet Again» en su entrada, y su desarrollo combina el sonido ritual con el avance impertérrito de la maquinaria. Mientras que el dramatismo de «Mask of the red Death» -inspirada en el cuento corto del mismo nombre por el maestro del horror Edgar Allan Poe- dibuja trazos de lujuria y muerte con una jerarquía que se vale de lo justo y necesario. Junto con el single «Baphomet’s Throne», se conforma ahí la pulpa de una obra, donde la voz de Vorph, prese a su crudeza extrema, se muestra legible y bien pulida al desplegar su abanico de matices. Igual que su dominio en la guitarra, el centro gravitacional en Samael, y más en «Ceremony of Opposites», el disco completo. Como es necesario recalcar el aporte de Xy en batería y percusiones, donde en cada golpe y fill proyecta su ‘voz’ como el trueno que retumba en los rincones más oscuros de nuestra condición humana.
Resulta inexplicable que «Flagellation» sea poco reconocida, porque es ahí donde la voluntad de Samael se expone como una realidad de otro mundo. Los teclados y samples a cargo de Rodolphe H., si bien son fundamentales en todo el disco -el único con la banda, a la postre-, acá comparte con la guitarra un protagonismo que al menos en el pasado era una locura sólo pensarlo. Distinción y talento llevados hacia donde pocos se atreven a poner un pie. Al igual que los brochazos de sintetizador en «Crown», cuyo nivel de complejidad y espesor, en vez de saturar la información entregada, resume los rasgos de una -entonces- nueva identidad. Siempre de manera genuina, sin caer en lo prefabricado y dejando en claro que con lo preciso en kilometraje puede pintar tu propio lienzo de luz y oscuridad.
Cuando pasan «To Our Martyrs» y la titular «Ceremoný of Opposites«, te das cuenta de que la duración del disco no pasa de los 36 minutos. En comparación a lanzamientos genéricos donde la duración sólo sirve para rellenar, Samael en el ’94 la tenia clara sobre hacia dónde ir, incluso sin saber a qué peligros se enfrentaría durante su viaje hacia territorios supuestamente ajenos al metal. En el ’96, el lanzamiento de «Passage» terminó consagrando una apuesta que se volvió realidad, pese al recelo de quienes temían que los suizos perdieran el rumbo. Todo lo contrario: ,Vorphalack y Xytras eligieron un camino que nadie pensó en recorrer, abrieron un portal hacia el mundo de los otros dioses, donde la carne y la máquina formaron un solo ser, el cual fue destinado a presidir la ceremonia de los opuestos en el mundo terrenal y espiritual. Lo que no se mide con el uso de etiquetas para suplir la falta de recursos literarios, sino en el objetivo de evadir las políticas ortodoxas e instalarse en un terreno inclasificable. Samael logró con éxito su meta, y «Ceremony of Opposites» es la prueba fehaciente de la existencia de un mundo que, hoy al menos, tan lejano no parece.
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