Mauricio Redolés: En Shile y En Extendido
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Mauricio Redolés: En Shile y En Extendido

Mauricio Redolés: En Shile y En Extendido

martes 23 de julio, 2019

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Escrito por: Equipo SO

La penúltima vez que vi a Mauricio Redolés y su banda, tocaron entre el polvo y bajo el sol de verano que pegaba fuerte en Parral, mientras cerraban el Festival Woodstaco 2019. La última fue en el invierno de Santiago, sobre las tablas del Teatro Nescafé de Las Artes en un concierto de casi tres horas, en el que trazó un viaje por las calles de su imaginario introduciendo cada canción con historias, personajes y memorias empapadas de su siempre agudo sentido del humor.

El show fue planeado en tres sets durante los que el volumen y la energía subieron de a poco, yendo desde lo más simple acompañándose solo de guitarras acústicas, pasando a un ensamble con percusiones y vientos, para llegar al final eléctrico a banda completa. A las 21:00 hrs., el escenario estaba preparado para que actuaran más de una decena de músicos en total, acompañados de visuales de tamaño cinematográfico al fondo, en las que se iban proyectando los títulos y años de cada canción.

En el primer y más tranquilo acto, Redolés y sus dos guitarristas tocaron un folclore luminoso sobre un tío que falleció mientras esperaba que su hijo apareciera desde las sombras de la desaparición en dictadura, llamado “Ancianos En El Parque”. De ahí sonó la psicodélica guitarra slide que acompaña la historia de un amor pasajero, en “Pinche Fugaz”.

Extendiendo su mano derecha, esperó por varios segundos que le pasaran un carro de supermercado en miniatura mientras decía “y eso que esto lo ensayamos”, desatando las risas distendidas del público. Al fin, con el carrito en sus manos, homenajeó al fallecido Divino Anticristo entonando un poema titulado “Todo”, una mutación de lo que vino después con “Nada”, hecha con los versos de Carlos Pezoa, a los que les puso acordes.

Para lo que siguió, Mauricio se paró apoyado en su bastón y se mantuvo de pie, mientras recordaba a su torturador en “Triste Funcionario Policial”. Un saxofón y un contrabajo se unieron a la apacible “Hijo de Ladrón Chileno”, pero las que más destacaron fueron las voces de las increíbles cantantes que dieron cuerpo a “Me La Cambió El Amor”. El más hermoso bolero de Redolés, “El Espejo”, fue precedido del relato sobre cómo su mamá no aprecio lo hermoso de la obra de su hijo hasta que escuchó ese tema.

En “Canción Para la Más Chiquitita de Todas”, subió su hija, Florencia, armada de un ukelele. Y aunque la canción es ahora para ella, antes era de otra pequeña, quien lo llamó 40 años después para agradecerle ser tomada como inspiración, como contó el cantautor. Las cuatro cuerdas de Florencia abrieron con ritmo “Solo Mujer”, que sacudió en aplausos el teatro de arriba abajo y finalizó la primera sección, dando un descanso de 15 minutos a los 66 años de Redolés.

Algo de aire, un poco de agua y la banda regresó en modo eléctrico para dar una descarga directa con el “Blues de Santiago” y “Marcando Ocupao”, que incluyó un inserto de cueca. Quizás se veía frágil en su silla y sobre todo tras un accidente cerebro vascular, que le impide tocar la guitarra como antes, pero la voz de Mauricio sigue fuerte y se alza imprudente siempre. Las pentatónicas siguieron en “Recabarren’s Blues” y se revolvieron con todo en los rocanroles, “Nutrias En Abril” y “Era Pa’ Llorar”, donde se extrañó tener una pista de baile.

En una incursión por el country y los recuerdos del exilio, “Yo También Viví en Harrow Road” puso el tono campirano. Redolés retornó a la triste realidad del país con una crítica vigente a la sexualización de los menores de edad, con “Ciertos Especta Culos de Santiago de Chile”, junto con destacar la figura de un piloto que refleja lo que somos como nación, volando cortos y perdidos en “El Teniente Bello”, saltona con ritmo charleston.

Ecléctica y extraña, “Historia del Milenio XXV” prendió las palmas que también recibieron a Juan Urrutia, poeta invitado para la ocasión que recitó estrofas dedicadas a la unión de América Latina. Con letra también de su invención, los músicos se lanzaron al corrido de “Choro Porteño” y aprovecharon el impulso para presentar “San Pedro”, la más reciente creación de Redolés, anticipando su nuevo álbum. En un paréntesis, pidió que se le entregue el Premio Nacional de Literatura a Patricio Manns, recibiendo el rugido aprobatorio de la audiencia.

El cansancio ni se notó cuando comenzaron las cumbias-chicha-tribal-alucinógenas de “Suda Mery Cano” y “Que Dios Se Lo Pare”, donde sorpresivamente Mauricio dejó su bastón, embebido del tónico revitalizador de su música. Los aplausos y la partida de la banda del escenario dieron el falso final, que las incautas e incautos tomaron como definitivo, siendo pillados en las escaleras cuando el grupo volvió con “Eh Rica”, iniciando la tanda de hits.

“Química (de la Lucha de Clases)” había sido pedida a los gritos antes y ahora era concedida, con las voces de todo el recinto haciéndolo retumbar como una lata chica de Nescafé. Con todos de pie y bailando en los pasillos, “Llegando a Yungay” y “¿Quién Mató a Gaete?” coronaron este show de 26 canciones, una travesía que abordó de forma magistral el cuerpo creativo de Redolés.

Hace poco, se reveló el cartel de La Cumbre 2019, donde en letras más chicas se anunció a Redolés. Debajo de Glup! y Supernova. Algo indignante para muchos, pero que seguramente a Mauricio Redolés le importa bien poco, así como jamás le dio bola a los críticos ni a los medios que poco o nada entendieron su arte. Así, desde abajo, seguirá pegando aunque sea con su bastón, quedándole nada por demostrar a estas alturas después de este legendario show.

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