Trent Reznor, eterno vanguardista
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Trent Reznor, eterno vanguardista

Trent Reznor, eterno vanguardista

viernes 23 de septiembre, 2022

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Escrito por: Francisco Quevedo

Provocador y perfeccionista como pocos, el cerebro de Nine Inch Nails ha demostrado que se puede tener éxito desde la trinchera de la independencia siendo original y osado, sin dejarse influenciar por las masas y las nuevas tendencias de la industria.

“Fui criado por mis abuelos en Mercer, Pensilvania, un pequeño pueblo de mierda, un ambiente de aspiraciones pequeñas”. La localidad queda entre Cleveland y Pittsburgh. “De dónde vengo no hay artistas; los artistas estaban enseñando en la escuela secundaria al final de la calle”. El relato es de Michael Trent Reznor, líder de Nine Inch Nails (NIN), proyecto que comanda hace más de 30 años en una conversación que tuvo con The Guardian en 2018.

Parte de esa experiencia explica, en gran parte, la estética, temática y universo plasmado en NIN y en la carrera del artista. “Solo somos animales que, abandonados a nuestra suerte, se matarán unos a otros (…) De todos modos, solo nos preocupamos por nosotros mismos. Esta ilusión de que somos más que eso no es más que eso: una ilusión”, cree Reznor sobre los seres humanos (The Guardian, 2018). Esa visión, sumada a su crianza sin padres y alejado culturalmente de todo en un pequeño pueblo, moldeó un personaje a todas luces desadaptado, proyectando una imagen de marginación y soledad. “Tenía radio FM, tenía Rolling Stone, y más tarde, tenía una suscripción a Village Voice, que parecía venir de un mundo diferente. Ese tipo de aislamiento cultural hizo que descubrir música fuera emocionante. Cuando fui a la universidad a principios de los 80 y descubrí las tiendas de discos independientes, fue como si tuviera mucho que ponerme al día. Nunca había oído hablar de XTC, luego me enteraría de que tenían seis álbumes para que los escuchara…” (sitio Vulture, 2017).

Los orígenes

Como tantos otros, el joven Reznor mostró actitudes musicales desde temprana edad, dominando variados instrumentos y demostrando el gran talento que tenía. Él mismo se ha encargado de aclarar que en ningún caso su infancia “fue miserable”. Pese a todo, Reznor se graduó en 1983 y luego ingresó al Allegheny College en Meadville, Pensilvania, institución en donde estudió ingeniería informática. “Siempre se me dieron bien las matemáticas e iba a ser ingeniero, porque tenías que tener un trabajo de verdad”, agregó Reznor en ese diálogo con The Guardian en 2018.

Sus primeras incursiones musicales las dio aun siendo estudiante, momento en que ingresó a la banda Option 30. Posteriormente, abandonaría los estudios para lanzarse de lleno a su carrera musical. Con esa ambiciosa idea y sin tener la menor idea de cómo lo lograría, Reznor decidió mudarse a Cleveland en busca de su destino. En Cleveland fue miembro de otras bandas (The Innocent y Exotic Birds). En paralelo, consiguió un trabajo como conserje e ingeniero asistente en el Right Track Studio, lugar en que comenzaría a delinear los cimientos de lo que se convertiría en su proyecto artístico más grande: Nine Inch Nails.

Un clavo novedoso y atrevido

Las ideas brotaron a borbotones dando forma a “Pretty Hate Machine” (1989), el notable debut de NIN. En él quedaban manifestadas las influencias musicales de Trent Reznor: por ejemplo, Depeche Mode, Joy Division, Ministry o The Cure; en su forma de trabajo, la influencia fue Prince. Reznor decidió interpretar todos los instrumentos a excepción de la batería. Dejó fluir las letras y los temas como sexo, religión, muerte, ira, existencia, etc aparecieron con fuerza y graficaron mejor lo que Reznor sentía en aquel momento. “Me jodí con algo de mala música; estaba tratando de sonar como otras bandas” (The Guardian, 2018). Así nació el citado álbum, seguido del EP “Borken” de 1992. Los aplausos y, en consecuencia, el éxito y la exposición mediática llegaron a tocar su puerta más rápido que un llamado telefónico para cobrar una cuenta vencida.

Los capítulos que vinieron después están cargados de excesos y de autodestrucción, en especial el período entre 1994 y 2000. El propio Trent Reznor lo dejó en claro: “El botón de autodestrucción fue presionado cuando comencé a escribir (aludiendo al disco “The Downward Spiral” de 1994). Había una sensación de que no podía encajar en ningún lugar, no podía relacionarme con la gente; me sentí solo, me sentí enojado por eso. Y parte de mí sigue siendo eso. Sentí que me dirigía hacia algo que no iba a tener un buen final. Eso terminó siendo adicción: sus garras estaban en mí, pero no se había revelado por completo” (The Guardian, 2018). El espiral de destrucción no tenía vuelta y el camino era cada vez más oscuro, cual túnel sin ver la luz. “No estaba preparado para el efecto transformador de la fama y el reconocimiento (…) me encontré incómodo en un escenario donde todo el mundo quiere ser tu amigo. Tomar una copa o dos era una herramienta. Me ayudó, por un tiempo, hasta que comenzó a definir quién era yo”, explicó en la misma entrevista.

Todo este torbellino de destrucción tuvo como hito cúlmine una sobredosis accidental de heroína en el año 2000, época en que acababa de lanzar “The Fragile” (1999), tercer LP de NIN. En medio de toda esta turbulencia existencial, depresión incluida gatillada por la muerte de su abuela materna, hubo un personaje que ayudó mucho a que Reznor se mantuviera a flote: David Bowie. Además de girar juntos, la principal motivación de Reznor fue verse reflejado en Bowie, una persona que había superado sus adicciones y ya no dependía de ellas para ser “feliz” y “optimista”. “Eso me llevó a ver la luz al final del túnel” (The Guardian, 2018). Finalmente, Reznor entraría a rehabilitación en 2001 y alcanzaría su redención.

A propósito de personajes centrales que contribuyeron, y mucho, en su estabilidad: la cantante Mariqueen Maandig, actual mujer del artista y con quien tiene cinco hijos. En 2010, junto a ella y Atticus Ross formó el grupo How to Destroy Angels, agrupación que ha editado dos discos: un homónimo de 2010 y “Welcome Oblivion” de 2013.

La década de los 2000 sería prolífica para NIN en materia discográfica. En el 2005, volvía con “With Teeth”, luego vendría “Year Zero” (2007), “Ghosts I–IV” y “The Slip” (ambos de 2008). Cinco años demoró en aparecer el sucesor: “Hesitation Marks” (2013) y otros cinco para “Bad Witch” (2018), EP que cerró una trilogía que integra junto a “Not The Actual Events” de 2016 y “Add Violence” de 2017.

Trent Reznor, hoy de 57 años, también ha desarrollado su veta compositiva en el mundo de las bandas sonoras. Reznor, junto a Atticus Ross compusieron la música de “The Social Network” (2010), aclamada por la crítica y que les valió un Oscar. Gracias a ese trabajo, se fortaleció la alianza con el director David Fincher. En 2020, la dupla obtuvo su segundo Oscar por la música de “Soul” (2020), película de Disney. En este proyecto también trabajó el músico Jon Batiste.

Nuevos aires

Precisamente, Atticus Ross se ha convertido en otro personaje relevante en la carrera del músico. Con el británico comenzó a trabajar hace años y compusieron juntos la banda sonora de “The Social Network” (2010). La sociedad rindió frutos, al punto que después Reznor lo invitó a sumarse a conciertos de NIN. “Trabajamos juntos en Nine Inch Nails desde los años 2000, él ha sido la otra mitad, así fue como empezamos a componer para películas y a trabajar en varias cosas así que pensé que sería un acierto tenerlo en el escenario, tocando con la banda. Sabía que era muy importante que tuviera el reconocimiento que se merece, él es la otra mitad de Nine Inch Nails. Se lo pedí, le dije que artísticamente podíamos tener al proyecto completo en el escenario y los fans lo disfrutarían. Empezamos a tocar, primero un show, luego el segundo y el tercero y hasta ahora ha funcionado bastante bien”, confidenció Reznor al sitio Warp en 2018.

Esta sociedad ha nutrido a NIN de nuevos aires, dándole un impulso, siendo la reciente trilogía la demostración más palpable de esta sinergia. Uno de los temas que marcó el proceso de creación de “Bad Witch”, y que vino a cerrar una trilogía, fue la situación política y social que vivía Estados Unidos. En ese entonces, año 2018, Donald Trump era el presidente del gigante norteamericano. Y Reznor no tuvo ni tendrá nunca una buena opinión del ahora ex mandatario. Para Reznor el proceso comenzó con la siguiente idea: “creo que sé quién soy ahora, el caos se siente detrás de mí, hay vida familiar y estabilidad. Fui yo desafiándome a mí mismo a decir: ‘¿Y si todo eso fuera una mierda? ¿Y lo que realmente soy es un adicto en remisión que no puede esperar para encender una cerilla para todo el asunto?’” (The Guardian, 2018). Enseguida, agregó el “factor Trump” a la ecuación: “Parece que las cosas se están desquiciando, social y culturalmente (…) El auge del trumpismo, del tribalismo; la celebración de la estupidez. Estoy avergonzado, en un escenario mundial, de cómo debemos lucir como cultura. Es ver la vida a través de los ojos de tener cuatro hijos pequeños: ¿en qué se están metiendo? ¿Y quién soy yo en este mundo donde parece que todos los días los muebles se movieron un poco mientras dormía?” (The Guardian, 2018). Estas reflexiones dan cuenta, en primer lugar, de la mirada -siempre crítica- que tiene Trent Reznor de su entorno y que vendría a confirmar esta eterna desadaptación que pareciera padecer. Y, en segundo lugar, el de su actual rol de padre, un elemento con el cuál Reznor no convivió durante sus años más tenebrosos, esos años de la autodestrucción y de ese espiral que tenía como parada final su muerte.

Las redes, Trump y el futuro

Dentro de este nuevo mundo que Trent Reznor ha descrito, no sólo en esa conversación con The Guardian, sino en múltiples ocasiones, las redes sociales juegan un papel nefasto. Nefasto para las personas, sean comunes ciudadanos o artistas. “El internet le ha dado voz a todo aquel que piensa que a la gente le importa una mierda lo que tienen que decir y que tienen el derecho de hacerlo. Creo, en general, que ha creado un ambiente tóxico para los artistas y los ha guiado a hacer música bastante segura”, afirmó en el año 2017. En el caso de los músicos, sus dardos apuntaron a cierta complacencia de los artistas, en desmedro del riesgo y del “salto al vacío”. “Los artistas están tratando de hacer música para complacer a los creadores de gustos que le dicen a la oveja que les va a gustar. Es un círculo vicioso y creo que es insano”, afirmó tajante en aquella ocasión.

Para graficar la idea, existe otra reflexión de Reznor al respecto: “Cuando hice “Pretty Hate Machine”, no pensé que nadie iba a escucharlo. Entonces, de repente, fue: «Oye, X cantidad de personas compraron tu disco y es hora de escribir uno nuevo». Y estás pensando, me pregunto qué les gustó de ese otro disco que hice. ¿Qué pasa si quiero dar un desvío hacia el free jazz? ¿Cómo va a pasar eso? Cuando no estás pensando en la audiencia, puedes hacer arte más puro” (sitio Vulture, 2017).

Pero Reznor, tal como su carrera en NIN y otras innumerables colaboraciones, va más allá señalando que esta debacle digital ha afectado a todos. Él es un artista que ha logrado mantenerse a la vanguardia, defendiendo como “gato de espaldas” la independencia, en una constante lucha espiritual con la industria y sus métodos. Y, para él, uno de los afectados es el rock. “Si estás preguntando si el rock está muerto, no, el rock no está jodidamente muerto. No está en su estado más innovador en este momento, pero el sentimiento: cuando digo «rock», no me refiero necesariamente a la forma en que suena; me refiero a la actitud, la rebeldía, eso no va a desaparecer. Tal vez los promotores de festivales como los que estamos haciendo están siendo cínicos y decidiendo que necesitan una banda de rock para ser uno de los cabezas de cartel. Puede ser tan simple como eso, y no quedan muchas bandas de rock, así que aquí estamos” (Vulture, 2017).

Aunque este Trent Reznor parezca un tanto apocalíptico y pesimista -que tampoco debería sorprender mucho- también hay espacio para las ventajas de los nuevos tiempos, en especial en la forma en que ahora trabaja con sus proyectos. Desde el año 2013 Reznor trabaja en Beats Electronics y el estar inmerso en esa industria le ha entregado luces del cómo funcionan las nuevas audiencias. “Durante un par de años, he estado a tiempo completo en Apple sumergiéndome en estas cosas extremadamente interesantes, y hacerlo me ha ayudado a darme cuenta de cuánto aprecio ser artista y lo valioso que es el tiempo. Ahora me siento revitalizado con la música. Me encanta el formato del álbum tradicional: 45 minutos, las canciones se apoyan entre sí, es un conjunto de música, pero un EP nos permite ser ágiles. Podemos convertir uno cómodamente en seis meses, en lugar de años, y puedes usarlo para mantener el estado de ánimo sin atascarte en un álbum de larga duración. Y desde mi impresión de cómo la gente escucha música ahora, ser un poco más pequeño se adapta mejor al estilo de vida de las personas. Sacas un álbum ahora y es revisado, juzgado, y olvidado en un fin de semana. Si tienes suerte”, sentenció (Vultures, 2017).

Un referente

Gracias a su extenso y multifacético trabajo, sumamente profesional y vanguardista, es que Reznor se ha convertido en una referencia para variados músicos, como por ejemplo Steven Wilson, cerebro detrás de Porcupine Tree. Es que motivos existen para ubicar a Trent Reznor como un referente.

Desde sus días en Cleveland haciéndolas de conserje en Right Track Studio hasta hoy, el profesionalismo de Reznor ha sido, quizás, su mayor legado. Desde trapear el piso hasta producir discos (como “If I Can´t Have Love, I Have Power”, último álbum de Halsey), la búsqueda de la excelencia ha sido su fin. Y sin dejarse llevar por la opinión de las masas y menos de lo que prediquen las redes sociales. Para los tiempos que corren, este es un mérito en sí mismo.

Cualquiera sea la idea que desarrolle Reznor, su sello seguirá marcando tendencia, seguirá acumulando seguidores y detractores, cómo no, pero seguirá marcando su propio camino, ese que comenzó a mediados de los ochenta y que pavimentó por más de tres décadas. Sigue manteniendo izadas las banderas de la catarsis personal, mezcladas con la rabia, la desfachatez y la provocación frente al mundo. “No viene del mismo lugar que cuando tenía 23 años, pero todavía hay rabia”, confidenció a The Guardian.

Mientras ese motor siga rugiendo y las banderas sigan flameando, Trent Reznor no tendrá fecha de vencimiento.

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